12. Goals

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Decidí que podía dejar que mi imaginación controlara el acto de hoy, así que salí de su delicioso interior y baje sus piernas sin cuidado dejando que estas golpearan la orilla del colchón. Jadeaba como si no pudiese si quiera respirar, a mi parecer no era para tanto, ni siquiera había sido tan veloz como regularmente lo soy.

Pasé una de mis manos por debajo de su espalda tratando de rodearla por completo con mi brazo, me acerqué a ella y le besé. Sus labios correspondían con dificultad ante lo acelerado de su ritmo cardiaco, por un momento creí que moriría en esa cama. Cuando creí que era suficiente del sabor de su boca y el de su saliva colándose entre mi bigote, la coloqué boca abajo pero más centrada en aquella cama para que estuviésemos con mayor comodidad.

Acaricié sus glúteos con delicadeza, me subí al colchón por encima de ella atrapando sus piernas entre las mías. Me encontraba de rodillas, firme y observándole fijamente. ¿Por qué sentía que se veía muy atractiva? ¿Es que acaso estaba tomando demasiado en cuenta su belleza? No parecía un ángel, mucho menos una diosa, pero, para ser un simple mortal todas mis personalidades estaban queriendo apoderarse de mí para hacerla mía en diferentes formas. Mi yo de ese momento quería ser dulce, pero Emeritus III quería follarla de una forma salvaje, sin piedad, lastimarla, tenerla sumisa, no darle siquiera oportunidad de respirar.

Por otro lado, Copia quería morder su cuello, azotarla con un látigo, que la sangre brotara de su piel al arañar su espalda, dejarle moretones en sus senos, en las piernas, en donde fuera. Tratarla como una mascota, que fuese mi esclava dispuesta a todo por probar de mi sabor, de mi cuerpo, de este fruto prohibido.

¿A quién debía hacerle caso? ¿Quién estaba siendo yo en ese momento? ¿Qué personalidad habría de crear para ella?

—¿Te han dicho lo exquisito que se ve su trasero? — dije al mantenerme hipnotizado ante esa carne rojiza por mi maltrato, pero suave por los cuidados que ella parecía darle a su templo sagrado, a su cuerpo. Acumulé un poco de saliva, no fue difícil pues literal me estaba haciendo "babear" esa mujer que acababa de conocer. Dejé que esta cayera lentamente desde mi boca hasta aterrizar entre sus glúteos, lubricando la zona que esperaba ansiosa por mí y que yo moría por comer.

**❁**

El sabor de sus labios era tan especial, como si todo el tiempo se mantuviesen jugosos y dulces, ese bigote ya no incomodaba. No sabía si mis nervios habían bajado o estaban alterados nuevamente, el predecir sus movimientos era imposible, ahora volví a aquella pose boca abajo, pero, me sorprendió su comentario ¿Quería hacerme sentir especial? Quién sabe, no adivinaría lo que estaba buscando y el líquido que dejó caer en mí me asustó un poco, después atiné que era su saliva por la viscosidad que presentaba.

—Entra ya, no me hagas esperar... — susurré sintiendo como mi rostro se tornaba caliente, estoy segura de que me veía estúpida al sonrojarme de tal forma.

Sin perder tiempo entró, dejé salir un ligero gemido, en esa posición sentía que todo estaba más apretado. Cerré mis piernas para volverlo prisionero mientras dejaba caer su cuerpo sobre mi cuidando no aplastarme. Colocó doblados sus brazos a los costados de mi rostro acercando el suyo a mi cuello.

—Ve despacio, quiero disfrutarte — dije en un susurro ante las mil sensaciones invadiendo mi interior gracias a ese trozo de carne entre mis piernas.

Tú no me ordenas nada —.

Respondió en mi oído, entonces, me derretí.

Aumentó el ritmo de sus embestidas, su cadera iba de arriba abajo en una sincronía perfecta con el ritmo de mis latidos. El choque de nuestros órganos provocaba un ruido tan placentero que parecía todo el hotel lo escucharía.

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