XXIV.

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Martin se despide de sus compañeros del restaurante donde trabaja, y se dirige silbando hasta su bicicleta. Le saca el candado y se monta, tarareando la canción que lleva todo el día atascada en su cabeza. Va tan distraído que su corazón casi se sale de su cuerpo cuando, al dar vuelta a la esquina, choca contra una cara conocida. Una cara que desborda amargura, a pesar de la falsa sonrisa que lleva pintada.

-Manuel.

Manuel tiene los ojos clavados en él. ¿Lo ha estado esperando?

-Martin.

No necesita que el chileno diga nada. Inmediatamente retrocede, en un intento por escapar. Pero es muy tarde; Manuel ya tiene sus manos sobre los mangos de su bicicleta.

-Che, Manu. Amigo.- Martin ríe con nerviosismo. -No tengo tiempo para conversar ahora, ¿sí? ¿Nos vemos luego?

Manuel no le quita las manos de encima a la bicicleta. Por el contrario, parece aferrarse más. Martin traga.

-Martin,- empieza Manuel. Esta susurrando pero Martin puede oír claramente el tono amenazante que desborda su voz. -¿Tu crees que soy huevón?

-¿Qué?

-Que si tú y Miguel creen que soy huevón, chonchetumare huevón mentiroso.

Y con eso, procede a sacudir la bicicleta con violencia. Martin grita, haciendo todo lo que puede por mantener el balance, y no caer con bicicleta y todo .

-¡Soltáme, che! ¿Y a ti que mierda te pasa?

Manuel abre la boca, listo para vociferar. Pero no dice nada, y se limita a lanzarle una mirada que Martin siente en sus huesos. De esas que no necesitan más explicación. Decide, entonces, que lo mejor será cooperar.  

Par de IdiotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora