XVII

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Trata de no pensar mucho al respecto, pero entonces nota que ya pasó una semana desde la última vez que vio a Miguel. Pelearon un jueves, se dedicó a trabajar y quedó con unos amigos de la oficina para tomar el fin de semana, fumó la mayor parte del domingo y luego se quedó dormido viendo TV en la sala. Luego empezó todo de nuevo, y de la nada ya era jueves otra vez.

Se dice que seguro se esta quedando en el apartamento de Martín, o donde Julio. Aunque seguro a su hermano no le hacia tanta gracia que ande invadiendo su privacidad. Rie entre dientes al imaginarse la pataleta maldita que debe estar teniendo Miguel. Niega despacio y cuando sus ojos se vuelven a fijar en la pantalla de su laptop, con el documento de Word vacío, la risa termina de morir en su garganta.

Lo cierto es que su inmadurez es solo una parte chiquita de la razón por la que decidió terminar con él.

En realidad, lo que había pesado más era lo de siempre. Y que lo de siempre, nunca iba a cambiar.

Había estado consciente de su incompatibilidad en varios aspectos desde un principio. Aún así, los dos habían querido que esa relación funcionara. En secreto, Manuel admite que siempre tuvo la esperanza de que las cosas cambiaran. De que en algún momento las peleas y el drama acabaran. O que, por lo menos, las cosas que le molestaban de Miguel le dejarían de molestar, o dejaría de prestarles atención, o algo.

Eventualmente, entre pelea y pelea, empezó a preguntarse si no estaría anclándose a Miguel por las huevas. Porque, quizás ahí afuera, entre toda la gente que se les cruzaba en el día a día, había alguien que pudiera hacer más feliz a su novio. A su ex. Y a él mismo. Porque eso de amarrarse a alguien por costumbre es una estupidez; siempre lo vio así y no iba a pensar diferente ahora.

No la ha cagado. Ha evitado que se cague más. Eso. Debería escribir un libro al respecto. Un libro donde Miguel es una novia malvada. Intolerable, insufrible, intratable. Sí. Posiciona sus dedos sobre el teclado de su laptop. Espera, pero no sucede nada. Entonces maldice y tira la cabeza hacia atrás. Su mirada se pierde en un punto del techo, y regresan sus meditaciones.

La verdad es que en serio no quería que las cosas acabaran mal con Miguel. Nunca se imaginó cortando lazos con él para siempre. Pensarlo es muy extraño. Supone que no hay nada que pueda hacer ya en ese punto. Ya lo mandó a la mierda dos veces. Pero entonces la idea de escribirle una carta se cuela en su cabeza.

Una carta corta.

¿Corta?

¿Una carta de qué?

Desecha esa idea rápidamente. Tiene mil cosas más productivas que escribir.

Par de IdiotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora