-Es un idiota.
Miguel deja salir un suspiro largo. Balancea el teléfono entre su oreja y su hombro con dificultad. Esta cocinando lomo saltado, y no puede desatender la comida. Tampoco puede dejar de escuchar el relato que Martín le narra a gritos desde el otro lado de la línea.
-¡Tendrías que haber visto cómo se puso! ¡Y cómo me sacudió la bici el boludo, che!
Miguel tuerce la boca. Le da vergüenza ajena imaginarse la escena. También siente un poco de pena por Martin, que ni siquiera estaba enterado de lo que hizo Miguel.
-En serio perdón. Lo último que quería era que terminaras metido en bronca ajena.
Además de la vergüenza que le da saber que, gracias al anormal de su ex, ahora Martin sabe que trajo ese libro de recortes a su nuevo hogar. Sabe que Martin es incapaz de juzgarlo verbalmente; son mejores amigos después de todo. Pero tampoco es lo suficientemente ingenuo como para creer que Martin no rueda los ojos ante todo ese drama y estupida melancolía.
-Igual no es cómo si el tallarín pudiera hacerme daño o algo.
Miguel ríe. Prueba un poco de la salsa de la carne con la cuchara de palo. La encuentra triste y busca con la mirada el pote de sal.
-De todos modos...
-Por cómo se puso, parecía que le habías quitado una olla de oro o que se yo.
-Sabes bien que yo no soy de los que roban.- Le echa un poco más de sal a la olla y mueve la mezcla con la cuchara. Frunce el ceño, y toma el teléfono con la otra mano. -Además, para empezar, yo no le robé nada. El libro es mío y punto.
Martin se queda en silencio por un rato antes de volver a hablar.
-Che, Migue, ¿no sería mejor entregarle el libro y dejar las cosas en el pasado? Digo, para evitar que luego ande reventándote las pelotas...
Miguel bufa.
-Créeme, Martin. No tiene cómo "venir a reventarme las pelotas". Ni siquiera sabe donde vivo.- Vuelve a probar del canto con la cuchara. Se roba un trocito de carne y mastica despacio. -Me imagino que no hablaron nada de eso, ¿verdad?
Hay silencio del otro lado de la línea. Acomoda el móvil y vuelve a preguntar.
-¿Martin?¿Sigues ahí?
-Ah. Sí, sí. No, no hablamos de eso.
No es que sea sorprendente, piensa Miguel. No es cómo si Manuel pensara en él o algo. Es más, lo más seguro es que quiere el libro solamente porque se dio cuenta de que falta. Se encoge en hombros.
-Bueno. No se lo voy a devolver.

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Par de Idiotas
General FictionDonde Manuel y Miguel terminan, y la convivencia en el apartamento es un infierno.