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Richard en multimedia

Siento de nuevo esa sensación, huelo a enamorada

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POV Mel

Bien, me encuentro en un cómodo sillón de piel beige, dentro de un coche que no cuesta menos que mi casa y justo detrás de mi ídolo desde los quince años.

Además de mi ídolo, es mi quebradero de cabeza personal, él lo sabe. Y le gusta.

O al menos eso parece.

Observo en silencio el oscuro pelo de su nuca, parece tenso y malhumorado. A él tampoco parece entusiasmarle la idea de compartir coche.

El ambiente parece tenso, cargado. Jamás pensé que estaría rodeada de estas personas, la idea me hubiera sido atractiva, pero en estas sircunstancias solo quiero tirarme en mi cama y dormir, necesito descansar de él, y así mañana tendría tiempo de pensar en todo.


Schnader, que se encuentra junto a mí me observa con una sonrisa, parece intentar descifrar mis pensamientos.

Sin previo aviso me tiende la mano, yo. Algo desconcertada y nerviosa la acepto.

-Creo que no nos han presentando- dice con tono amable.

También le tiende mano a Hanna, ella se la devuelve gustosa.

-Obviamente nosotras sabemos quién eres tú- inquiere Hanna con excitación.

Él ríe con humildad.

-Oh, bueno...- sonrío ante su desconcierto.- es cierto, en el escenario me muestro tal y como soy- hace un ademán con la mano, restandole importancia.

-Eso es genial- susurro y vuelvo a dirigir mi vista a la cabellera negra, que se encontraba ligeramente inclinada hacia delante.

- Realmente lo es, ¿y qué hay de vosotras? ¿Os ha impresionado el ensayo?

Hanna da peuqueños saltitos en su sillón con entusiasmo, estos sobresaltan a Richard, el cual escucho suspirar desde el asiento delantero.

-¡Claro que sí! Me ha gustado mucho la pirotécnica, fue increíble cuando encendieron todos los lanzallamas al mismo tiempo, fue todo un espectáculo.

Vaya... esa parte me la perdí...

- La profesión de músico tiene buenos y malos momentos, hoy no ha estado mal...

Till carraspea incómodo. Noto que Schnader le fulmina, posteriormente cambia de tema.

El tiempo pasa y siento que quedan kilómetros y kilómetros para llegar al a nuestro destino. Mi mirada sigue clavada en el oscuro cabello.

Tras unos segundos una pequeña sacudida provoca que mi cuerpo se tambalee hacia delante, quedando a centimetros de rozar con mi nariz su pelo.

El coche había parado.

Justo delante de nosotros había otro coche, del cual emergieron Paul, Oliver y Flake.

No reconocía para nada el lugar en el que habíamos parado. Era una zona residencial, cara y extravagante.

-¡Vamos sal!- Dice Richard a Hanna.

Hanna titubea, noto que sus sentimientos la traicionan y termina cediendo. Suspiro con fuerza ante la poca voluntad de mi amiga.

Richard mueve el asiento para dejar salir a Hanna, deja el hueco para que yo también salga, cosa que hago con rapidez, no sin antes notar esa presencia a mi izquierda casi a punto de salir. Esa presencia fría y cálida al mismo tiempo, silenciosa a la vez que atrayente.

Salgo, tengo el bello erizado, un escalofrío me recorre de pies a cabeza, estoy algo nerviosa, no conozco este lugar. Espero poder confiar en la palabra de Richard, tan solo quiero llegar al hotel...

Paul, Oliver y Flake se acercan con creciente felicidad.

-Chicos, estas son Hanna y Mel. - Dice Richard presentandonos ante los músicos.- Chicas, ellos son Paul, Oliver y Flake- explica señalando a cada uno, era obvio que ya los conocíamos pero supongo que eran puras formalidades por parte de Richard.

Oigo un ruido a mis espaldas, Till sale del coche con el mismo humor de perros, parecía estar enfadado con el mundo, la razón me es completamente desconocida.

-¡Encantado!- dice Paul con una radiante sonrisa, extendiendonos la mano a Hanna y a mí.

Flake y Oliver no se quedan atrás y tambien nos saludan.

-Me acuerdo de vosotras- dice Oliver- os ví en el backstage del concierto.

Hanna y yo, con los nervios a flor de piel por conocer a los demás miembros de la banda, contestamos con excitación.

-Sí, estubimos allí ese día- Dice Hanna amable.

-Pensé que no nos recordarían...- digo sorprendida e impresionada, a la vez que nerviosa.

-¡Cómo no olvidar a dos bellezas!- Dice  Paul riendo.

Las mejillas de Hanna y mías parecían dos tomates, no sabíamos qué decir, reimos como dos niñas pequeñas. Qué patético.

-Oid chicas- dice Richard a nuestra espalda.- Sé que os prometí que os llevaría a vuestro hotel, pero me gustaría que aceptarais el quedaros a cenar- propone amablemente, pero con un extraño brillo en sus ojos.

Hanna y yo intercambiamos miradas. Noté que sus manos temblaban de una manera casi sobrenatural.

Negué con mi cabeza en su dirección, vi que su ceño se fruncía pensativo, las comisuras de sus labios se ensancharon y segundos despues dirigió su mirada a Richard.

- Aceptamos.

Mis ojos se abren como platos ante su respuesta, sus manos seguían temblando.

-¡Genial!- Dice Richard con entusiasmo- Iré a preparar la mesa.

-Yo os enseñaré la casa- Dijo Flake cordialmente, haciendonos un ademan para que pasáramos por la puerta primero.

Enormes habitaciones llenas de cuadros y decoración de época. Muebles barrocos y enormes puertas, grandes galerías, oro y plata. Dudaba que se tratara de alguna imitación, todo era hermoso.

-Esta es nuestra residencia en Barcelona, siempre que tocamos aquí nos quedamos en esta casa.- Dice el teclista observando a su alrededor.

Flake nos conduce hacia la cocina, pero antes pasamos por una puerta cerrada, dentro se escucha música (la cual estaba bastante alta) tambien oí ruidos, como si algo se cayera.

Decidí hacer caso omiso y seguir mi camino.

Ya en el comedor observo con estupefacción la mesa, era hermosa, estaba perfextamente preparada, la bajilla resplandecía y todo parecía colocado por un especialista. Observo a Richard con asombro, él ríe en respuesta.

-Oh... yo no soy tan habilidoso en esta clase de arte, esto es cosa del mayordomo.

Hanna sonríe y noto como a Richard se le ilumina la mirada, ésta era casi feroz, ambrienta de atención por parte de mi amiga.

Paul apareció en el comedor y se frotó las manos, Oliver rió.

-¿Qué tal si comemos?- dice el bajista- hoy ha sido un día muy duro- ríe y suspira.

-¡Y que lo digas amigo!- Dice Paul dramáticamente.

Y eso hacemos, nos sentamos en la mesa, todo estaba tan bien colocado que no quería destrozar nada sirviendome o cogiendo la cubertería, esta última era tan bonita que hasta daba pena comer con ella.

Pero terminé sucumbiendo por los rugidos de mi estómago.

EphemeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora