16

268 25 0
                                    

POV HANNA
Al seguir notando la ausencia de mi amiga comienzo a ponerme nerviosa. Siento que estoy en mitad de unos desconocidos y que mis dedos comienzan a tiritar como si me encontrara en el mismísimo Polo Norte.

A parecer aquellas personas con las que había entablado una hermosa amistad llena de admiración lo notaron pues comenzaron a desaparecer uno a uno dirigiendose a sus respectivas habitaciones.

Richard fue la excepciónde la regla. Él se quedó ordenado lo que nuestra juerga había desordenado.

Estaba cabizbaja y taciturna, culpé al sueño y acto seguido bostezé de una manera sumamente sonora. Mi madre se hubiera horrorizado ante tal acto que irradiaba poca educación. Noté un carraspeo seguido de una risa a mis espaldas, pero hice caso omiso a esa camuflada invitación para hablar.

Richard caminaba de un lado para otro delante de mí. Arreglando por allá y recogiendo cosas por acá, en el largo trascurso de su costosa tarea por dejar alistado el enome salón, mi mirada lo seguía allá donde iva. Y él parecía notarlo.

De seguro Mel me hubiera advertido sobre esta mirada que se estaba saliendo de lo apropiado. Pero pensé que su repentina ausencia estaba ligada a la también extraña desaparición del fornido cantante, esto de alguna manera esa imagen permitió a mi persona tomarme ciertas libertades en cuanto a mi actual estancia con Richard. De seguro mi amiga y su amor ya no tan platónico estaban haciendo "no sé qué" en "no sé dónde", reí ante estos pensamientos y me limité a observar los movimientos de mi quebradero de cabeza personal.

Richard estaba recogiendo los platos de la mesa consciente de mi mirada, en sus labios se dibujó una media sonrisa y prosiguió con  su tarea haciendo caso omiso a mi extraña (hasta para mí) mirada.

Cuando pasó por enésima vez por delante de mí, los primeros botones de su elegante camisa estaban desabrochados, dejando que mi imaginación vuele.

En el siguiente intento se presentó con el pelo desprovisto de gomina y con un aire despreocupado. Como si fuera un himán para mis manos, tan solo quería tocarlo y acariciarlo por entre mis dedos.

Con sorpresa me percaté de que sus ojos gatunos me estaban mirando con malicia, no aparté la mirada de sus perlas azuladas, tan solo seguí dejando a mi imaginación la tarea placentera.

Mis ceño se frunció al observar cómo agarraba con ambas manos el dobladillo de su camisa y se despojaba de ella con sorprendente facilidad.

Mi corazón se aceleró al observar su trabajado físico, tragué con fuerza. Pensé que intentaría algo, pero no fue así, tan solo se limitó a seguir ordenando diciendo que tenía calor.

Puse los ojos en blanco aún con el corazón desbocado. Sentía que algo se encendía en mí y que un inpulso animal me invadía.

En cuanto acabó su sobreactuada tarea se sentó justo en frente de mí, clavando su mirada en mis ojos.

No cruzamos palabra alguna, tan solo estudiamos nuestros rostros. Aún sentía que la conversación de antes le había producido ciertos celos. Algo que me incomodó y provocó esos horribles temblores que me atacan de vez en cuando.

Observé su boca, me estremecí al notar que sus dientes moridían su labio inferior con delicadeza y sensualidad y seguidamente su lengua se asomaba para humedecer esa zona carnosa.

Ese instinto animal atacó mi corazón como una oleada desconocida de deseo. Hice lo que nunca haría.

En un impulsivo movimiento me dirigí a ese hombre que había estado tentandome en numerosas ocaciones al rededor de la última hora.

Él se levantó para cuando estaba caminando con desición en su dirección.

Me aferré a sus hombros y poniéndome de puntillas lo besé con deseo.

Él lo correspondió casi al segundo y me agarró la nuca para megarse mas a mí.

A ciegas comenzamos a caminar por la habitación hasta toparnos con una pared, él me pegó contra ella y me acorraló como si me fuera a escapar de entre sus brazos. Tomé aliento durante varios segundos pero Ricard me interrumpió con otro beso. Noté su lengua siendo introducida en mi boca y acariciando hasta el último rincón, su mano se movía inquieta en mi cadera y la otra acariciaba mi mejilla en una danza que casi me enloqueció.

Mis manos comenzaron con la tarea de deshacerme de mi camiseta. Pero él me detuvo, sus ojos se encontraron con lo míos y sus manos acariciaron la tela de mi camiseta al agarrar el birde de la misma comenzó a quitarmela.

En un arrebato detuve su acto y mis manos temblaron nuevamente, de una manera espasmódica y aterradora.

Él notó ese extraño temblor en mis manos y se detuvo para entrelazar sus dedos con los míos.

-Lo que menos quiero es que te sientas insegura cuando te toco- Susurra en mi oído.- Si quieres parar, solo tienes que decírmelo.

Asiento apenada. Casi al borde del llanto.

-Yo...- articulo con dificultad.

-Eh- lleva su mano a la comumisura de mis labios.- no pasa nada, entiendo- dice comprensivo.

-Sólo... a veces me pasa, es horrible- mis lágrimas no tardan en salir, mis manos tiemblan con más fuerza y eso provoca en mí una sensación de temor repentino.

-Tranquila- susurra, noto su aliento contra el lóbulo de mi oreja y eso, de alguna manera calma mis espasmódicos y odiosos temblores, sin previo aviso me abraza.

Mi corazón se ablanda y me doy cuenta de algo que llevaba toda mi vida esperando. Una respuesta a cierta pregunta.

Cuando escuché Rammstein por primera vez ya conocía a Mel y sentía que esa respuesta habia llegado a mí. ¿De quién me enamoraría?, pero ahora me percato de que lo que sentia por ese entonces no era del todo real, tan solo era amistad por Mel, admiración y fanatismo por Rammstein y un infantilismo enorme.

La respuesta me llegó ahora. Estando entre los brazos del hombre que habia colmado mis pensamientos desde la adolescencia, desde ese primer momento en el que me decidí a buscar "Rammstein en vivo" y lo vi sujetando la guitarra. Estaba enamorada de él.

Enamorada, en este instante se me hace tan raro...

-Te quiero

Mis ojos se abren como platos al oir esas palabrasen en forma de electrizante susurro. Parecía haber estado leyendo mis pensamientos.

No dudé.

-Yo... también te quiero.

EphemeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora