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Till y Richard en multimedia
Aquí se viene algo interesnate ;7

Cierra con fuerza la puerta tras de sí, su pecho subía y bajaba con una fuerte intensidad y su mano seguía aferrando con fuerza mi muñeca.

Desbordaba nerviosismo y pude percatarme de las perlas de sudor que cubrían su ceñudo rostro. Mi pobre corazón latía desbocado y por un segundo me sentí enferma, enferma de todo mal, como si Till me transmitiera inseguridad pero a la vez me hiciera sentir dichosa y libre de hacer lo que me venga en gana a su lado.

Tras unos segundos de extraño contacto visual Till me soltó el agarre. Su mano se dirigió a mi hombro y lo acarició con delicadeza, en un hipnótico círculo que me transmitió una intensa calma. Mi pecho comenzó a calmar sus movimientos de hiperventilación. Él lo notó y sonrió.

Su sonrisa hizo que mi mirada se posara en el suelo. Frío, tenía frío.

Su mano trazó un suabe y provocador sendero desde mi hombro a mi cuello, a mis mejillas y a mis labios, su pulgar rozó esa zona con avidez. Sus ojos parecían estar controlados por una fuerza inpenetrable e intangible.

-Yo...- balbuceé. ¿Qué se supone que tenía que decir?

-Tú...- dijo con voz distante, como si no se encontrara en este mundo.

Quería decirselo, quería liberarme de las cadenas que me amarraban desde hace tanto tiempo, solo tenía que hablar. Pero su olor... éste penetraba en mis fosas nasales y me mareaba, pero era adictivo como una droga y de un momento a otro todo lo que quería decirle se me olvidó, como si mis pensamientos hubieran sido barridos por una gran ola de sensaciones y emociones, jóvenes hormonas que desde hace mucho devieron morirse en mi interior.

Sus ojos permanecían atentos a mis labios, parecía espectante y taciturno como un vampiro que tan solo quiere la sangre de una doncella. Estaba sediento.

Acortó los centímetros que nos separaban y sus manos rozaron mis hombros, ejerció fuerza en ese lugar y perdí el equilibrio, callendo en la inmensa cama, la caja de sus sueños y pesadillas.

Antes de poder incorporarme algo extrañada sus manos se posaron en mis muñecas y su rodilla se acomodó entre mis piernas inmovilizandome, mi corazón que habia sido calmado por sus caricias ahora latía incontrolado por la misma razón. Lo deseaba joder, pero en mi cabeza se estaba librando una batalla, no dejaba de rememorar la promesa, no podía enamorarme, y menos de él, que pronto se iría dejando un hueco en mi estúpido corazón.

-Te quiero sólo para mí- gruñó en el hueco de mi cuello, su cálido aliento me acarició como una dulce brisa de otoño, mi pecho subía y bajaba con más velocidad.

Sin previo aviso una lágrima furtiva se deslizó por mi mejilla y un ligero espasmo recorrió mi cuerpo.

Sus ojos reparan en el brillo en mi mejilla y haciendo contacto con mi húmeda mirada la seca con un beso húmedo y sensual, sus ojos se cierran y suspira. Su ceño se frunce.

-Dime lo que sientes por mí- Demanda ejerciendo más fuerza en su agarre.

Y de un segundo a otro lo solté todo con sorprendente neutralidad. Desde los cimientos hasta la actualidad, le dije que desde mis más temprana juventud pensaba en él a cada sengundo, que llegué a intimar con él en mis más secretos sueños. Que desde que lo conocí mis pensamientos estaban en constante guerra, pues no sabía lo que sería mejor para mí, para mi bienestar. Mis malas experiencias me decían que me alejara de él, pero mi cuerpo me pedía acariciar su cara y observar sus hermosos ojos azules.

Las lagrimas salían a borbotones y acariciaban mis mejillas como suabes olas en la playa. El me observaba ojiplático y con una breve pero notable excitación en la mirada.

EphemeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora