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--YeoJoo, a la oficina del jefe.- La castaña suspiró y acomodó su corta ropa para después tomar rumbo a la temida oficina de su jefe.
YeoJoo no estaba asustada, ya nada peor podría pasarle y si pasaba, no iba a morir o eso pensaba. Tocó la puerta de la oficina y al recibir una respuesta positiva, entró sentándose delante del imponente escritorio.
--YeoJoo, querida.
--¿Qué necesitas?
--Te he visto algo decaída y aburrida durante estos días.
--No es lindo tener que convivir con mocosas novatas, ¿sabes? Son unas malcriadas de mierda que sólo están en éste "bar" para creerse rudas.
--De algo así quería conversar contigo, en la mansión Shin el viernes a las diez en punto.
--Con gusto.
Dijo lo último con sarcasmo y salió de la oficina yendo a su vestidor a mirarse al espejo. Tan sólo había pasado un mes desde que no supo nada más de Dior, todas las chicas sabían lo que el loco Shin le hizo pero muchas lo agradecían, detestaban a Dior, la envidiaban.
Después de Dodo y Dior, el señor Shin contrató o amenazó a nuevas chicas, jóvenes en incluso vírgenes. El centro estaba siendo completamente reformado y eso a YeoJoo le molestaba.
Pero también, YeoJoo sabía que el Viernes sería su turno. Era extraño ser de las últimas cinco chicas que trabajaban ahí de la última generación. No era vieja, no era fea, tenía tan solo veinticinco años y un precioso cuerpo petite.
Su pecho no era de gran proporción, su cuerpo no era tan voluminoso pero daba una sensación de inocencia que excitaba a sus clientes.
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YeoJoo era una niña huérfana, lo fue por catorce años. Un día que estaba en un parque dormida sobre una banca, un joven la despertó con cuidado y la miró con compasión, a ella y a Dodo, quien fue su fiel compañera de calle hasta su repugnante muerte.
El señor Shin, en ese entonces un joven de a penas dieciocho años, las acogió siendo que él se quedó sin padres hacia un año, todo era para él.
Él siempre fue muy amable, su única visión era ayudar a esas niñas pues en ese entonces, su alma era blanca y llena de amor pero... todo cambió cuando las acciones de la empresa de su padre fueron arrebatadas, se quedó en la quiebra cuando YeoJoo tan sólo tenía diecisiete y él veintiuno.
Comenzó a abusar del alcohol y a pesar de las súplicas de sus pequeñas para que dejara de hacerlo, no lo hizo. Cuando comenzó a meterse con la gente equivocada, la vida que pareció haber sido una bendición para ambas chicas, pareció pasar a un infierno.
--Te daré tres millones de wons por la de cabello corto.
--¿Estás loco? Son como mis hermanas, idiota.
YeoJoo sólo abrazó a Dodo, quien en su inocencia se aferró a su amiga.
--Shin, estás en la miseria. Si me dejas tener algunas noches con esas chicas podría darte más dinero.
--No Son, son menores aún.
--Te daré el cuádruple por YeoJoo.
El dinero tentó al mayor, YeoJoo le miró suplicante por que no lo hiciera pero fue en vano. Shin aceptó y dejó que el horrible mafioso desvirgara a su pobre pequeña 'hermana' aquella noche por sólo un poco de dinero.