Prefacio

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—Esas personas se ven vivas, pero en realidad... están muertas por dentro.

En aquella terraza del hotel Dauphine, donde la vista panorámica de Nueva Orleans era perfecta bajo la estrellada noche oscura, pude observarla mejor a ella. Charlotte sonreí­a levemente, mientras el desfile de carros alegóricos del Mardi Grass hacía presencia por las calles del Barrio Francés.

Me quedé atónito, viéndola como un completo estúpido admirando un retrato sin entenderle en absoluto su significado.

—¿Qué quieres decir? –Pregunté con curiosidad, moviendo las piernas colgantes en el borde de la terraza.

Los orbes chocolate de ella se posicionaron en mí, sonriendo todaví­a. Las coletillas del lazo de su pañoleta negra de puntos blancos en su cabeza, eran levemente movidas por la suave brisa.— Que esas personas, celebrando tales fiestas y placeres... creen estar vivos, cuando en realidad están muertos. Son muertos en vida.

Alcé una ceja, contrariado por sus extrañas comparaciones.

—¿Crees que son zombies? –Inquirí­ divertido a la par que chocaba mi hombro contra el suyo.

Ella se rió, muy largamente antes de responderme.

—No, tonto. –Murmuró divertida, regresando su vista hacia el desfile.– espiritualmente hablando... ellos están muertos. El ser humano sin Dios camina como un muerto en vida, sin rumbo o razón aparente siendo guiado solamente por sus instintos.

Volví a enmudecerme por completo, Charlotte Dwaine era una caja de enigmas y conocimiento que podía dejar al más nerd o listo de la clase callado por completo; pero siempre entraba Dios en sus argumentos, como si tenía que estar en ellos porque sí.

—Entonces... ¿soy un muerto viviente?

Charlotte sonrió, era irónico que en su estado hablara de la vida y la muerte con tanta naturalidad y sonriendo como si nada, tenía que admitir que la admiraba.

Tener leucemia y aún estar con esos ánimos y felicidad no era algo común en las personas con cáncer de cualquier tipo.

—Eres un muerto viviente que está comenzando a vivir, solo es cuestión de tiempo de que... vivas por completo.

Y tras esas palabras... pude sentir mi corazón latir de manera desbocada.— Entonces, tú me enseñarás... ¿a vivir?

Cabeceó levemente, sopesando mis palabras. Luego sacudió su cabeza y me sonrió al responderme.

—Dios y yo te enseñaremos a vivir, Jay.

Créditos a @Zamira__k por el hermoso separador 💖

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¡Dios les bendiga!

𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora