여섯: Muertos en vida

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—¿En serio podemos entrar aquí? –Preguntó con su tímida voz mientras que la guiaba a la puerta de la azotea.

Reí suavemente, dando una leve caricia al dorso de su mano derecha antes de abrir aquella puerta.— No te preocupes, mi padre trabajó como chef en jefe del restaurante de este hotel, así que el dueño me conoce y me da tales beneficios.

Ella negó, soltando una risa corta ante mis palabras.

—Vaya, chico privilegiado. –Alzó una de sus cejas con una divertida expresión, causando una risa entre dientes de mi parte.

Fue entonces, que ella quedó estática en su lugar, como si la hubiesen congelado cual ataque de hielo de un Pokémon, estaba observando el paisaje frente a sus ojos y pude notar que estaba encantada. Sus blancas manos delgadas que posaron sobre su boca, pasmada a más no poder ante la vista.

—Wow, Jay... esto es... ¡increíble! –Exclamó con total alegría, esbozando una gran sonrisa de dientes blancos. Me sentí satisfecho de escucharla.

—Lo sé, amo este lugar también. –Agregué mientras tomábamos asiento en el borde de la azotea del edificio.

La vi suspirar de forma soñadora, observando la noche asomarse tras partir el ocaso, nuestras piernas colgantes rozaban levemente al movimiento vertical

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La vi suspirar de forma soñadora, observando la noche asomarse tras partir el ocaso, nuestras piernas colgantes rozaban levemente al movimiento vertical.

—Dios es un arquitecto de excelentes paisajes. –Susurró con la mirada fija en las estrellas que comenzaban a hacer aparición en el manto negro de la noche.

Bajé la cabeza a un punto sin especificar, sonriendo levemente.— Supongo que sí, es bueno en eso al menos.

—Y en todo lo demás también, Jaemin. –Insistió codeándome un poco.– es triste que no puedas ver su bondad, ni ellos tampoco.

Su mentón señaló a los transeúntes, y los miré igualmente, todos acomodándose para el inicio del desfile del Mardi Grass por el carnaval. Al cabo de unos minutos, los carros y personas disfrazadas de diferentes temáticas aparecieron, y sin mencionar a las mujeres con ropas que no dejaban nada a la imaginación.

Y fue que la escuché decir:

—Esas personas se ven vivas, pero en realidad... están muertas por dentro.

Charlotte sonreí­a levemente, mientras el desfile de carros alegóricos del Mardi Grass hacía presencia por las calles del Barrio Francés.

Me quedé atónito, viéndola como un completo estúpido admirando un retrato sin entenderle en absoluto su significado.

—¿Qué quieres decir? –Pregunté con curiosidad, moviendo las piernas colgantes en el borde de la terraza.

𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora