Estuvimos jugando con el pequeño Will, y junto a los demás niños con cáncer en aquel pabellón; era gratificante para mí el ver cómo ella se desenvolvía tan fácilmente con ellos, tenía esa aura que envolvía a cualquier persona de cualquier edad.
Era, simplemente, maravillosa.
—Oye. –La llamé mientras me inclinaba un poco hacia ella, sin que nadie escuchara.– ¿quieres caminar un rato?
La sonrisa que me dedicó hizo bombear mi corazón, porque era preciosa.— ¡Sí! Mi madre pasará más tarde por mí, así que me parece buena idea.
Bingo.
—Bien, ¿nos vamos? –Sonreí divertido, haciendo una inclinación aristocrática mientras le extendía mi mano. Su risa se adentró por mis canales auditivos de forma melodiosa.
—Conejo tonto. –Se burló tomando mi mano, mas yo me sorprendí por aquel apodo.
Nos despedimos de los niños, y el pequeño Will nos abrazó a ambos con mucho cariño. Realmente, ese pequeño había calado muy profundo en nosotros.
—Hasta mañana, Will. –Dijimos al unísono antes de dirigirnos a la salida del hospital.
El cielo de Nueva Orleans se hallaba nublado, con notorias señales de que pronto llovería, y apenas salimos por completo de las instalaciones hospitalarias... la lluvia cayó sobre nosotros; fue algo gracioso, ya que nos había arropado cuando ni siquiera habíamos comenzado a caminar.
—Dios es maravilloso. –Expresó ella con una hermosa sonrisa.
Entonces, comenzó a girar bajo la capa de gotas de lluvia mientras reía llena de felicidad, era como si algo tan pequeño y común como la lluvia la hiciera la chica más feliz en todo el mundo. Mi mente empezó a rememorar desde el tiempo en que la conocí en línea, primero jugando Minecraft y Overwatch, estuvimos hablando muchísimo (y retándonos mutuamente).
Nos llamaban los rival gamers más conocidos en ambas plataformas de juego, aunque en nosotros no fuera tan profunda tal rivalidad; solo sentía que quería estar a la par con ella, con la excusa tonta de verla más seguido en línea.
Y el haber hablado con ella por primera vez en el teléfono, fue como si mis expectativas previas cayeran al instante, porque ella resultó ser mejor que eso.
Fue ahí, en ese preciso instante bajo la lluvia, que me di cuenta de lo encantado que estaba de haberla conocido.
Y sonreí, quizá como el idiota sin remedio más grande del universo, pero lo hice.
Porque era por ella, siempre fue ella.
Charlotte Dwaine.
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𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristiana
SpiritualNo existe enfermedad más destructiva que el cáncer, pero no existen los imposibles para Dios. Charlotte lo sabía, Jaemin lo discutía. Pero ella le mostraría otra perspectiva, donde incluso al verse en el espejo le decía a su enfermedad: Hey, cáncer...