열일곱: ¿Hasta luego?

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Y cualquiera hubiese podido pasar una luna de miel normal, sin tal situación de por medio, pero no... esto no era algo para relajarse, no era algo que permitiera disfrutar de un reciente matrimonio.

Esta era una pesadilla. Una de la que realmente, esperaba que Dios nos sacase a ambos.

—Lottie... –La llamé, pero ella no respondió. No abrió las ventanas que ocultaban sus orbes Caramel Macchiato.

No hizo nada.

Tres días después de la ceremonia, Charlotte cayó gravemente en cama al punto de quedar en la inconsciencia, como si de un coma se tratase. Había entrado en metástasis, para ser más conciso en el relato; me desconocía en el espejo cuando me veía, demacrado y con ojeras del tamaño de una consola PS4 o más que eso, dormir completo no existía para mí desde que mi ahora esposa había caído en la peor etapa del cáncer.

Me pasaba el tiempo leyendo la Biblia para ella, pese a no estar despierta pero quise creer que me escuchaba, de alguna forma u otra. Oraba por ella, tomaba su mano fría por el aire acondicionado del hospital.

—Jay, vino alguien a verte. –La voz de mi madre me hizo escapar de mis cavilaciones, parpadeando con levedad.

—Está bien, gracias por avisar, mamá. –Respondí con la voz ronca, producto de incensantes llantos dentro de los baños del hospital.

Me levanté de la silla metálica, para retirarme de la habitación de UCI y ver a quien vino a verme, y se trataba de un pelirrojo que tenía una expresión horrorizada apenas me vio.

—Dios santo, amigo... ven, vamos a que comas algo, porque apuesto mi alto rango de DOTA que no has comido nada. –Masculló exasperado, halándome hasta el cafetín.

Sonreí levemente mientras entrábamos al establecimiento, y nos sentamos cerca de la puerta a petición mía, por si llegaba a suceder algo. Rowlan me miró serio, y pidió por mí cuando el único mesero del lugar vino a nuestra mesa.

—Jay, ¿cómo está ella? –Preguntó tras aclarar su garganta, y yo suspiré observando la blanca mesa.

—Ya está en la recta final, bro... –Entonces, alcé mi mirada con una sonrisa rota y lágrimas incipientes en mis ya ojos rojos.– tiene metástasis, Rowlan, no va a lograrlo.

Fue que volví a quebrarme, y mi amigo no dudó en levantarse hasta mi lugar para abrazarme con fuerza y palmear mi espalda como gesto de confort. Comenzaba a pensar en una vida sin ella, con el anhelo de verla en la eternidad cuando tocase mi tiempo de irme de la tierra.

Mi vida sin ella será extraña, sin ella retándome en videojuegos, sin ella junto a mí viendo películas de anime o teniendo que soportar ver doramas por amor a ella, sin ella yendo conmigo a la iglesia, comiendo juntos o cantando juntos.

Tenía que hacerme a la idea, de un mundo sin su preciosa sonrisa y ojos brillantes como las estrellas.

Sí, tendría que hacerlo, muy a mi pesar, pero... los que amamos a Dios, todas las cosas nos ayudan a bien.

Cuando pude comer, a regañadientes claro, lo que Rowlan había comprado para mí en el cafetín, fue que salimos de allí para retomar el camino por el amplio pasillo blanco inmaculado, hablando de algunas cosas

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Cuando pude comer, a regañadientes claro, lo que Rowlan había comprado para mí en el cafetín, fue que salimos de allí para retomar el camino por el amplio pasillo blanco inmaculado, hablando de algunas cosas.

—Espero que te mantengas comiendo, y... que hagas que los últimos momentos de tu esposa sean amenos. –Expresó con una sonrisa amistosa, mirando hacia el frente.

Sonreí de medio lado.— Gracias, Row.

Pero apenas estuvimos unos metros de la sala, pude ver a varios enfermeros entrar a trompicones con doctores, la madre de Charlotte llorando angustiada y mi madre tratando de calmarla para que pudieran hacer su trabajo. Entonces, me desesperé.

Corrí también, sintiendo el latido de mi corazón en mis sienes como un timbal, el miedo empezó a aflorar dentro de mí a gran escala.

<Padre, por favor... no te la lleves... no aún...>

—¡Charlotte! –Grité con angustia, intentando entrar a la sala.

—Joven, no puede entrar. –Exclamó uno de los enfermeros, pero no hice caso.

Solo quería entrar y estar con ella, por lo que logré escabullirme para ver así, un escenario perturbador. Charlotte había entrado en shock, convulsionando con sangre saliendo de su boca.

Vi todos nuestros momentos juntos cruzar por mi mente, fragmentos semejantes a una película de cine antiguo, porque todo estaba en blanco y negro.

Acaso... ¿era este el adiós?

Intentaban estabilizarla, pero era imposible, el monitor de latidos empezaba a descender y a descender en demasía. Fue que grité con tanta desesperación, que creí que sufriría un ataque.

—¡Regresa, Charlotte!

Y cuando el sonido se hizo infinito, indicando que su corazón se había detenido... vi oscuridad.

Fin.

𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora