열한: When it comes to you

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El silencio perpetuado comenzaba a sofocarme, que ella no me respondiese solo aumentaban los terribles nervios que ya cargaba tras haberle dicho mis sentimientos.

Pero lo entendía, comprendía que no me respondiera, porque ella era diferente.

Ella no era como las chicas que podría conocer en la universidad, o en la calle para variar, porque era una chica quien ponía a Dios por sobre todas las cosas.

Y era eso, lo que me recordaba que nunca sería digno de ella, porque siempre merecería a alguien mejor para su vida.

Suspiré separándome de ella, dejándola libre de mi repentino agarre en sus hombros, y desvié mi mirada a otro punto del campus.

—Lo siento, no debes contestar nada... creo que fue un error...

—Jay... yo... –La detuve alzando mi mano, antes de que continuara con aquella frase que sabía que me dolería.

La miré, sonriendo como si hubiese sido derrotado por el jefe más difícil de algún videojuego.— No debes decirlo, ya lo sé... no puedes estar conmigo.

Otro silencio se interpuso entre nosotros, parecía que un abismo se había abierto en medio de nuestras narices, alejando la poca distancia que teníamos; no podía hacerla caer si yo no estaba dispuesto a dar ése paso, y jamás la obligaría a estar conmigo.

Si ella no me obligó a volverme creyente, ¿por qué yo debería de obligarla a estar conmigo?

Froté mi nariz con el dorso de mi mano, sintiendo por primera vez las ganas de llorar por una chica, pero ella no cualquier chica.

No, ella era la chica. La que mi cabeza no paraba de retratar y retratar como un archivo dañado incapaz de ser reparado, estaba grabada en mi memoria para siempre.

—Jay... tú también me gustas.

Tras escuchar esas palabras, pude sentir que algo comenzaba a brillar nuevamente, la miré sorprendido porque, realmente no me lo esperaba.

Charlotte Dwaine, una chica perfecta a mis ojos, ¿sentía lo mismo por mí?

Parpadeé varias veces, aún asimilando tal confesión.

—Tú... ¿es en serio? –Murmuré tragando saliva ante los adolescentes nervios que tenía.

Patético, Jay, patético.

Ella sonrió, sonrió de una manera que agitó mi corazón con suma violencia.

—Sí, conejo tonto, pero... bien has dicho, no eres cristiano... aún. –Aseguró con una misteriosa sonrisa que creó intriga en mí.– así que, seguiremos siendo amigos y rivales en los videojuegos.

Por aquella buena explicación, reí cortamente con gracia, asintiendo en acuerdo.

—De acuerdo, como tú desees, Lottie. –Sonreí suavemente para ella, extendiendo mi mano.– ¿un vals está permitido?

Fue entonces, que ella se rió esa vez, asintiendo mientras tomaba mi mano extendida para entrelazarla con la suya.— Por supuesto.

Ambos reíamos mientras nos movíamos de forma extraña, haciendo gestos raros pese a que la gente nos veía con rareza y confusión, pero no nos importaba en absoluto

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Ambos reíamos mientras nos movíamos de forma extraña, haciendo gestos raros pese a que la gente nos veía con rareza y confusión, pero no nos importaba en absoluto. Solo queríamos disfrutar de la compañía mutua.

La canción que se estaba reproduciendo, dio paso a una que yo había interpretado anteriormente en el local donde ella y yo fuimos juntos por primera vez

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La canción que se estaba reproduciendo, dio paso a una que yo había interpretado anteriormente en el local donde ella y yo fuimos juntos por primera vez.

Y una gran, pero estúpida idea, vino a mi mente.

Acerqué mi boca a su mejilla, cerca de su oído, moviéndonos esta vez al ritmo de la tonada.

When it comes... to you, there's no crime...

Let's take both of our souls

And intertwine

When it comes to you

Don't be blind

Watch me speak from my heart

When it comes to you

Comes to you

Canté para ella, porque aquella canción tenía un bello significado, quererla a ella no era un crimen o algo malo.

Se sentía correcto.

Pude sentir sus finas manos aferrarse a mi espalda, y su cabeza reposando suavemente contra mi pecho. Aquello me hizo sentir completo, en paz, sosteniéndola en mis brazos.

Me dí cuenta, que quería sostenerla el resto de mi vida.

—En algo puedo agradecer a Dios, y es el hecho de que me haya permtido conocerte. –Susurré antes de alejarme, y verla con una amplia sonrisa.

Sus ojos se habían llenado de cristalinas lágrimas, lágrimas que reflejaban una felicidad inconmensurable.

—Lo mismo puedo decir de ti, estoy muy agradecida con el Padre por haberte puesto en mi camino. –Soltó dejándome pasmado, porque no esperaba algo como eso tampoco.

Una gran sonrisa se plasmó en mi rostro, quizá dejando a la vista mis incisivos más de la cuenta.

Tomé su rostro entre mis manos, sin despegar nuestras miradas porque no deseaba hacerlo, y aunque estuve tentado por besarla, opté por dejar un lento y dulce beso sobre su frente poco cubierta por la pañoleta que tenía «Congratulations, JK 😁».

Realmente, estaba agradecido.

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¡Dios les bendiga!

𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora