Con el paso de los días, la situación de la salud de Charlotte comenzó a tornarse crítica, la leucemia estaba iniciando su faceta más oscura dentro de ella; la veía perder su brillo poco a poco, la bonhomía de su personalidad ya no era reflejada en su ser.
Mi princesa se estaba quedando sin vida poco a poco.
Ya no jugábamos videojuegos, jugábamos ahora a ver quién se dormía primero luego de noches sin poder hacerlo correctamente.
Ya no veíamos películas animadas o sus dramas coreanos, ahora veíamos una pantalla que dictaba sus latidos cuando tenía una crisis de sus niveles sanguíneos bajando.
Se veía como una rosa marchita, pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo o, quejándose del dolor en su cuerpo que le dificultaba el movimiento. Su peso había disminuido, las ojeras se habían profundizado debajo de sus orbes.
Siempre la vi como alguien perteneciente a la resiliencia, capaz de soportar situaciones adversas con la ayuda de Dios en todo momento, pero... ahora que estaba agravada en salud, no la veía fuerte.
La veía frágil, y estaba preocupado.
—Hey, princesa... –La llamé al percatarme de que había despertado.
Me sonrió suavemente, una sonrisa que permanecía a pesar de las viscicitudes que estaba enfrentando, el Señor le daba una fortaleza impresionante.
—Hey... Jay... –Susurró en tono quedo, dando un leve apretón a mi mano que sujetaba la suya.– creo que la boda... va a retrasarse, ¿verdad?
Sonreí abiertamente, negando despacio ante sus palabras.— No es así, tú y yo nos casaremos ahora.
Al instante, la señora Louvre entró junto a mi madre en su uniforme de enfermera, las cuales sujetaban bolsas de compra de una tienda de ropa en específico, y la sorpresa no tardó en adornar el mondo rostro de mi amada prometida.
—¿Qué es... todo esto...? –Preguntó tras intentar sentarse, por lo que la ayudé al presionar el botón de la camilla para reclinarla.
—Bueno... hoy es un día especial, y te trajimos algo que debes usar, hija. –Expresó su madre con una sonrisa amplia, queriendo ocultar el inicio de lágrimas en sus cuencas.
Fue entonces, que mi madre me sonrió extendiendo una bolsa de boutique hacia mí.— Tal como pediste, aquí está.
—Gracias, mamá. –Sonreí al tomar la bolsa en mis manos, y me acerqué a depositar un beso en la frente de mi chica.– las dejaré contigo para que te preparen.
Y ver sus tiernos ojos llenarse de lágrimas de regocijo, fue algo que llenó mi alma por completo.
Quería que en esos tiempos de dolor, tuviera un momento de felicidad aunque fuese una sola vez.
Estaba junto a Rowlan en el altar que se había improvisado en el pabellón de niños con cáncer, allí se encontraban personas de la iglesia a la que íbamos Charlotte y yo junto al pastor Lexter, los niños del pabellón sostenían pequeños ramos de flores en sus manos haciendo una pasarela por donde Charlotte entraría.
Mi amigo era mi... ¿caballero de honor? Él se había vuelto como mi hermano, incluso Liam había venido desde Santa Bárbara con Dafne y mis tíos, papá y mamá estaban junto a ellos.
La madre de Charlotte seguía con ella, junto a su hermano. Había organizado todo eso durante el tiempo que mi prometida estuvo inconsciente tras la última crisis que tuvo, y esta fue una de las razones por las cuales tampoco dormí.
El grupo de alabanza comenzó a tocar Hold Her, una canción que le había cantado hace poco a Charlotte cuando se hallaba en su momento crítico, y amó aquella canción.
Y la vi entrar, siendo tomada de ambos brazos por su madre y su hermano, quien rodaba el tubo que sujetaba la bolsa de suero que se introducía en intravenosa; la miré fijamente, sintiendo mi corazón bombear con fuerza por la belleza que tenía.
Aún si llevaba su cuero cabelludo descubierto y sin hebra alguna, me parecía la chica más hermosa del mundo.
El velo no necesitaba de cabello para hacerla ver pura y angelical, ella ya lo era y siempre lo sería, incluso en sus peores momentos.
—Eres hermosa. –Susurré al tenerla junto a mí, y ambos fuimos abrazados por su madre y hermano.
—Gracias, al Señor y a ti, Jay, por hacerla feliz. –Expresó en lágrimas la mujer con pocas canas en su cabello, sonriendo hacia mí.
Hice una leve reverencia, como gesto cultural de mis raíces coreanas, y le sonreí de igual manera.
—No, señora Louvre, soy yo quien está agradecido con Dios y con usted por haberla traído al mundo.
Y tras miradas significativas, la ceremonia dio inicio donde, Charlotte y yo repetimos las palabras tradicionales, y nos colocamos las alianzas matrimoniales que, en sus aros, decían:
«1 Corintios 13, amor eterno.»
—En el nombre de Jesús, Señor nuestro, los declaro marido y mujer. Puedes besar a tu esposa, y que Dios bendiga por siempre esta unión.
Sonreí mirando fijamente a mi ahora esposa, y tomando el velo con mis manos, lo retiré de su rostro para tomarlo a este último en mis manos y limpiar el resto de lágrimas de sus mejillas, y besarla con profundidad y amor como mi corazón se sentía.
Amor profundo y eterno por ella.
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Charlotte:
Jay:
¡Dios les bendiga!
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𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristiana
SpiritualNo existe enfermedad más destructiva que el cáncer, pero no existen los imposibles para Dios. Charlotte lo sabía, Jaemin lo discutía. Pero ella le mostraría otra perspectiva, donde incluso al verse en el espejo le decía a su enfermedad: Hey, cáncer...