Podría pellizcarme, o golpearme en la pared cerca mío a ver si lograba espabilar de una condenada vez, pero no lo hice. Me sentí el ser más despiadado e inhumano del universo entero, ¿cómo era posible que traté a la ligera a Charlotte sin saber de su condición?
Y caí en la cuenta... de que no me lo dijo.
No, definitivamente no recordaba algo de su parte que dijese: «oh, sí, tengo cáncer por cierto.»
—¡Oh, Jaemin! –La voz de mi madre me sacó de mis cavilaciones, haciendo que cayera a tierra de una buena vez.
Sonreí, tenso por completo al darme cuenta que la mirada de la chica estaba sobre mí, observándome con curiosidad al igual que el grupo de niños rodeándola.
Bien, más incómodo que Peter Parker al ser descubierto por Ned en la película.
Me acerqué despeinando un poco mi cabello negro, como gesto de nerviosismo ante la atenta mirada de Charlotte.
— Buenas tardes, madre. Aquí está el almuerzo.
Y sí, por el rabillo del ojo pude percatarme del gesto asombrado de la chica con pañoleta de diseño de piruletas, estaba más que asegurado que reconoció mi voz.
—Ah, gracias, hijo mío. En serio lamento que debas hacer esto cada día. –Mi madre, Hana, sonrió con cierta vergüenza hacia mí.
Rayos, ¿por qué tiene que disculparse siempre? No me molesta en lo absoluto hacerle tal favor, es mi madre.
—Ya le dije que no debe disculparse madre, lo hago con total placer para usted. –Afirmé escondiendo mis manos en los bolsillos de mis jeans negros, evitando ver a Charlotte en cualquier instante.
A este punto ella de seguro había reconocido mi voz, es decir... ¡yo ya la había reconocido apenas la escuché cantar! De acuerdo, Jay, céntrate.
—Por cierto, ella es Charlotte Dwaine, tiene tu edad hijo. –Y por obviedad estipulada, mi madre nos «representó» a Charlotte y a mí.
Fue que entonces pude mirarla, y sus ojos no paraban de examinar los míos como si estuviese buscando algo en particular. Debía admitir que me recordaban a mi sabor favorito de café, el Caramel Macchiato.
Otra vez, perdiendo la cabeza por ella, bravo.
—Nunca pensé que te conocería en este lugar, «Char97»
Y fue allí que el asombro reinó aún más en sus finas facciones níveas, hasta que una gran sonrisa de hileras blancas de su dentadura se hicieron visibles.
—¿Jay? ¡No puedo creer que al fin te conozco en persona! –Expresó con notoria alegría, y les puedo asegurar que mi corazón solo se ensanchó aún más de satisfacción.
Mi madre avisó que iba a llevar a los niños a sus habitaciones respectivas, por lo que nos dejó a Charlotte y a mí en aquella sala; estaba algo nervioso, pero lo disimulaba a la perfección.
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𝐇𝐞𝐲, 𝐂𝐚𝐧𝐜𝐞𝐫! ↪ novela cristiana
SpiritualNo existe enfermedad más destructiva que el cáncer, pero no existen los imposibles para Dios. Charlotte lo sabía, Jaemin lo discutía. Pero ella le mostraría otra perspectiva, donde incluso al verse en el espejo le decía a su enfermedad: Hey, cáncer...