Capítulo 1: ¡Bienvenidos a la academia Deus Magnus!

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▬ Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: Correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán. (Isaías 40: 30-31)▬ recitó el Monseñor Gabriel ante la galvanizante mirada de los jóvenes de nuevo ingreso.

De no ser considerado pecado, muchos de los presentes en la academia envidiarían al Monseñor, puesto que este cuenta con esa habilidad tan única de mitigar el temor en ajenos, con carisma, con sabiduría; con una presencia que genera confianza a primeras en cualquier persona. Aquellos (prácticamente) críos, habían entrado recientemente a paso tembloroso, intimidados incluso de sus propias sombras tras ser dejados en la enorme edificación de un estilo tanto antiguo, como único: La academia Deus Magnus, un internado católico que ofrece refugio a huérfanos y educación privada a jóvenes de familias católicas. Detrás del Monseñor, se encuentra Bartolomé Dollingen, su mano derecha. Aquel de cálida sonrisa que aguarda por los pequeños detrás del monseñor, fue abandonado en la edificación desde una temprana edad, ya que probablemente sus padres desearon hasta el último momento que recibiera una buena educación católica.

A diferencia del Monseñor, Bartolomé es bastante joven, teniendo solamente veinte años, su vestimenta no pertenece a la del clero y tampoco viste el uniforme de la academia; simplemente vive allí y ayuda en varias tareas de mantenimiento; Es alto, de pelo castaño y corto, sus ojos dejan a relucir un claro color almendra y es de piel caucásica, quitando eso, no tiene ningún detalle o rasgo que sobresalga de la media.

Los niños, ya habiendo cogido valor de la palabra del Señor, ahora fueron acompañados por una de las hermanas hacia sus respectivas habitaciones, al siguiente día comenzarían finalmente sus clases.

Y así eran las cosas, en los diecisiete años que Bartolomé llevó de crianza en aquella institución, nada había cambiado. Cada nuevo ciclo escolar, hileras de niños de apenas cinco años se adentraban en aquel lugar olvidado para llevar trece largos años de rigurosa educación, niños provenientes de familias pobres, muchos abandonados por sus padres; es por esto mismo que la academia Deus Magnus se trata de un lugar olvidado por la mano del hombre, alejado y frío. Un lugar que solamente existe en medio de los lejanos páramos, entre las colinas en alguna parte de Inglaterra. Aun así, es un lugar sumamente bello, los jardines pueden estar un poco abandonados y con maleza, y los edificios descuidados, incluso el molino en las lejanías debió ser clausurado gracias a su deterioro, pero todos estos aspectos lograron que Bartolomé apreciara incluso más el lugar, quien ya no sería capaz de imaginar una vida fuera de la casa del Señor.

A las afueras de la edificación, los desolados páramos que rodean la academia gozaron una vez más del chirrido de las cadenas del viejo columpio que allí había sido abandonado a su suerte. Aquel sonido metálico, pese a ser tan indiferente a su realidad, logró acoplarse a la sinfonía del viento, las hojas resecas y las aves graznando de forma inquietante en las copas de los árboles más adelante.

▬ Nuevamente en este lugar. Algunas veces me pregunto qué es aquello acerca de lo que tanto vienes a reflexionar aquí ▬ musitó con tranquilidad la hermana Latea, una mujer de un rubio opaco oculto por su escapulario, alta y delgada con ojos grises, vistiendo el hábito de monja al igual que lo había hecho desde tiempos remotos.

Fue ella quien se encargó personalmente del cuidado de Bartolomé desde siempre, siendo tan sólo una novicia en la academia cuando el pequeño fue abandonado en la entrada de aquel establecimiento tan apartado del resto del mundo. Ahora, mientras que el sol cae entre las colinas adornando todo con un sutil tono dorado, Bartolomé se limitó a verla de soslayo desde el columpio de cadenas oxidadas sobre el cual se balanceaba levemente, otorgándole una tenue sonrisa; Latea, en cambio, reafirmó su mirada sobre el contrario, invitándolo a compartir sus intrincados pensamientos. Este por un momento, sopesó en su cabeza, antes de mirar al frente nuevamente, manteniendo a la hermana a sus espaldas en lo que eleva la mirada hacia los cielos grises. La hermana es una persona agradable, guarda consigo unos aires inigualables de misterio, pero se trata de alguien en quien confiar ciegamente, en este aspecto comparte bastante semejanza con el Monseñor Gabriel, solamente que carece del carisma de este.

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