Capítulo 14: La víspera de todos los santos [Borrador]

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▬ Bartolomé, me alegra que tus ojos ya se encuentren mejor. ▬ Vociferó Jesse agraciado, irrumpiendo en la oficina del castaño casi como si se tratasen de sus propios dominios. Cargando consigo dos manzanas destinadas a ser compartidas, una para cada quien, este tomó asiento del otro lado del escritorio, donde se situaba un viejo sofá y, lanzando la fruta a su ex compañero, terminó por concentrarse, en busca de que el contrario hiciera uso de sus reflejos recientemente recuperados para atraparla en su recorrido aéreo. 

▬ Bueno, ya han pasado unas semanas desde el accidente, pero gracias al doctor Templeton me encuentro de maravilla. ▬ Replicó el castaño, atrapando la manzana debidamente en el aire con su diestra, viendo como Jesse simplemente se ponía cómodo, ahora recostándose sobre el sofá en el cual primeramente había tomado asiento. 

▬ ¿Te encuentras bien? ▬ Interrogó el pelinegro, mirando al contrario de forma amigable y preocupada. Y es que, tras haber recuperado su vista, Bertolomé no fue capaz de oír nuevamente la voz de aquellos niños que lo habían rescatado, aquellas almas que lo guiaron en medio de la oscuridad, siendo sus nuevos ojos; no podía evitar sentirse preocupado por ellos. Solamente esperaba que tras la muerte de Ryuss, estos hayan sido capaces de finalmente descansar, luego de que el culpable de su muerte haya sido ajusticiado, pero nuevamente, parecía ser algo de lo cual no tendría la certeza. 

▬ Sí, sí, sólo tengo demasiado papeleo. ▬ Aseguró el castaño para intentar despreocupar a su amigo, dejando la manzana de lado y comenzando entonces a rellenar la alta pila de documentos que se encontraba a un lado de su escritorio. Por suerte el trabajo de consejero no era tan laborioso, pero el monseñor Gabriel siempre parecía tener alguna otra tarea que encomendarle. 

Había transcurrido ya casi un mes desde el último incidente de gran magnitud que dio lugar en la academia, y desde entonces, la tranquilidad reinó, junto a la presencia de Jesse, quien había conseguido un empleo en la academia como secretario del Monseñor Gabriel, ayudando a este en tareas administrativas y demás lo cual aligeraba un poco la carga de Bartolomé. Todo parecía encontrarse en paz, nadie desapareció en todo ese tiempo, nadie murió. Aún así, los amigos de Aria se mantenían en una constante búsqueda por respuestas que cada vez parecían más lejanas a una resolución, y con Ryuss muerto, también desaparecía su único sospechoso, el único capaz de ser el responsable de la desaparición de Aria Campbell. 

▬ Sabemos que aquel nombre era el seudónimo de Ryuss, ¿pero qué otra pista tenemos? ▬ Interrogó Luciella en la capilla, pero Lyon no supo precisamente qué responderle, intentaban día tras día llegar a alguna conclusión, recavando toda la información que tuvieran hasta el momento, lo cual convertía el panorama en algo poco favorable. Si bien Eris, la reina del aquelarre, había informado que Aria aún se encontraba con vida, ¿sería siquiera cierto? Podría haberse equivocado, sin mencionar que en caso de que lo estuviera, sería difícil que haya sobrevivido luego de que Ryuss no fuera a alimentarla, o lo que fuera que hiciera con ella donde la tuviera, y todo en el hipotético caso de que la tuviera en cautiverio. Nicolas Hudson, aquel era el apodo que Ryuss empleó para enviar a hacer la lápida de Aria, partiendo de ahí, no tenían más información que aquella.

▬ ¿No puedes hacer algún hechizo para encontrarla o algo por el estilo? ▬ Interrogó Lyon, sin realmente saber cómo era que funcionaba aquello de ser una bruja, pero teniendo presente que fue bastante formidable a la hora de enfrentarse a Vetala. 

▬ No lo creo, en realidad la biblioteca no tiene absolutamente ningún libro acerca de brujería... ▬ Replicó la rubia, y es que en efecto era de lo más sospechoso. Una biblioteca que contenía información incluso acerca de demonios de todo tipo de religión alrededor de todo el mundo, parecía no tener siquiera un párrafo a su disposición sobre brujería. Pero nuevamente, se limitó a suponer que fue Ryuss quien se deshizo de los libros que podrían serle de utilidad, cada camino llevaba nuevamente al difunto profesor y Luciella, pese a haber tenido el poder suficiente para tener a Vetala bajo su dominio, tampoco sabía como quitarle provecho, solamente logró encargarse de que no provocara más estragos al andar suelto. 

▬ Disculpen, una monja nos encontró en nuestro camino aquí. ▬ Explicó John, mientras que sostenía la puerta de la capilla para que Mirajane pudiera adentrarse en esta y posteriormente la cerraba, yendo a sentarse junto a Luciella y Lyon quienes parecían encontrarse ya bastante cómodos en el altar. 

▬ Traje bocadillos. ▬ Informó Mirajane, adelantándose a sentarse junto al resto y comenzando a comer, realmente su estómago rugía salvajemente desde la primera hora. Últimamente había estado comiendo más y aún así, parecía no engordar, lo cual realmente molestaba a Luciella. 

▬ Entonces supongo que no les molestará compartirlos conmigo. ▬ Respondió aquel que hacía presencia dentro de la capilla de momento a otro, luciendo entusiasmado por probar alguno de los bocadillos que Mirajane había llevado a la reunión, no obstante, todos los compañeros se pusieron de pie ante su presencia. 

▬ ¡Monseñor Gabriel! ▬ Exclamó Lyon con sorpresa, tal parece que todos habían sido atrapados en el acto. No solamente eso, ahora no serían capaces de emplear aquel lugar que había permanecido como un secreto durante tanto tiempo para sus habituales reuniones. 
 El monseñor los miró durante un buen rato, con una sonrisa en espera de que alguno se  decidiera a darle una explicación acerca del motivo por el cual se encontraban todos allí, pero nadie habló.

▬ El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. (Proverbios 17:9) Solamente regresen a clases cuando suene la campana. ▬ Vociferó el Monseñor Gabriel, quien parecía ser la persona más compasiva de toda la academia, pasando completamente por alto el hecho de que se encontraran en un lugar donde no deberían estar y simplemente agachándose para tomar una barra de cereal de las que había llevado Mirajane. Todos asintieron con la cabeza, realmente habían tenido bastante suerte de que fuera el monseñor quien los encontró en aquel lugar y no alguna monja que los regañara y dictara penitencia a sus actos. 

▬ Supongo que nos dará su perdón en lugar de dulces. ▬ Bromeó Mirajane, aunque honestamente el monseñor se había llevado la única barra de cereal que tenían, y era su snack favorito. 

▬ Oh, cierto que hoy es Halloween. ▬ Replicó John, quien como era usual, no estaba interesado en aquello. Pero por suerte era viernes, el pelirrojo se encontraba barajando la posibilidad de que a lo mejor podrían darse una escapada a Crowswood para buscar algunas cosas y abrir una botella de licor, tenía bastantes ganas de hacer algo aquella noche. 

▬ Sí, es una lástima que no se festeje aquí. ▬ Acotó Lyon, quien si era un verdadero fanático de Halloween, pero después de todo se encontraban en una academia católica, estaba de más siquiera pensar en la idea de que les otorgaran alguna actividad relacionada a aquella fecha. Al menos la fiesta de septiembre para celebrar el nacimiento de la virgen no había estado tan mal. 

▬ Si te hace sentir mejor, mañana si se celebrará el día de todos los santos, aunque es algo macabro que sea luego de Halloween. ▬ Inquirió desinteresada y arisca Luciella. Realmente no llegaba a acostumbrarse a la presencia de Lyon y Mirajane tan fácilmente como John lo había hecho, a menudo se les antojaban molestos e irritantes. 

Jesse se entretuvo un buen rato con Bartolomé, en la oficina de este, aún tenían bastantes cosas sobre las cuales ponerse al tanto puesto que había pasado ya más de un año desde la última vez que lo vio. Finalmente, el pelinegro decidió retirarse de la oficina de su amigo una vez que la hermana Latea solicitó la presencia de Bartolomé en la dirección, seguramente el Monseñor pensaba encargarle alguna otra cosa más.  

▬ Bien entonces, aquí vamos. ▬ Musitó en soledad Jesse, caminando a través del corredor de la academia para dirigirse hacia el dormitorio abandonado mientras que saludaba con una sonrisa a quien se le cruzara, incluso teniendo el atrevimiento de despeinar levemente el cabello de algunos niños que por ahí pasaban, quienes se habían encariñado rápidamente con el mayor.

Aquel que había decidido regresar a la academia luego de tanto tiempo, acarreando consigo más misterios, se encontraba un tanto alegre acerca de Halloween, incluso podría decirse que era una fecha en la cual se encontraba bastante a gusto, después de todo era donde demonios, entes y espíritus de toda clase podrían salir a pasear libremente entre los vivos, por lo cual era una oportunidad única para sembrar un poco de temor entre los estudiantes, jugar a su antojo con todo lo que se le cruzara en su camino, ansioso y con su carismática sonrisa grabada en aquel pulcro y apuesto semblante como si se tratara de un muñeco. 
 Sin llamar la atención de nadie en particular, puesto que todos aquellos a quienes conocía confiaban completamente en él y aquellos que no lo hicieran no notaban nada extraño en su persona, el pelinegro continuó su camino en los solitarios moros, adentrándose a los dormitorios abandonados donde no quedaba vestigio alguno de la actividad que solía enseñar en sus tiempos de gloria, a lo mejor una que otra rata provocaba algún ruido al caminar, pero nada más que eso. 

▬ Oh, pobre cosa, debe estar muy asustada aquí. ▬ Vociferó Jesse casi sintiendo lástima, subiendo con cautela las escaleras que llevaban al primer piso del edificio, un simple paso en falso y toda la construcción terminaría por desmoronarse debajo de sus pies. 

▬ Así que aquí estás, no deberías perderte de las festividades. A que Ryuss fue bastante cruel al encerrarte aquí, ¿cierto? ▬ Interrogó con inocencia el mayor, como si estuviera hablando con un infante. Aún así, aquello con lo que hablaba de forma tan razonable, era un cadáver con carne ya bastante consumida, trozos de tela amarillenta que alguna vez fue su ropaje mezclado con la carne descompuesta y un rostro ya consumido por la ansiedad del tiempo. 
  Dejando la puerta abierta detrás de él al retirarse de la habitación, Jesse comenzó a descender nuevamente por aquellas escaleras de madera, llevándose consigo unas cuantas cosas que el profesor Ryuss había dejado atrás con el fin de mantener preso al espíritu de aquella muerta. Sin más, Jesse entonces arrojó toda aquella basura del hechicero al suelo, terminando por retirarse despreocupado de los dormitorios para emprender nuevamente camino hacia la academia. 

▬ ¿Vienes de los dormitorios abandonados? ▬ Interrogó Bartolomé con sorpresa, puesto que se encontraba tomando un descanso en su columpio favorito con vista a los moros y fue incapaz de no notar la presencia ajena. Teniendo en cuenta el poco tiempo que pasó en la oficina del monseñor, Jesse debería haberse dirigido a aquel sitio tras despedirse de él. 

▬ Sí, tuve que ir a verificar si había algún archivador con documentos sobre algunos ex alumnos... Es algo atareado el trabajo de asistente. ▬ Bromeó con un encanto único en su hablar Jesse, para que el castaño asintiera con la cabeza sin sospecha alguna y lo saludara mientras que se retiraba. 

Desde haber apuñalado a Ryuss, Bartolomé tenía demasiado en qué pensar, sin siquiera saber que él no había sido quien acabó efectivamente con la vida del hechicero. Pero los moros eran calmos, podía simplemente relajarse un buen rato ahí mientras que su mente divagaba en todo lo sucedido. Las historias de fantasmas de la academia se quedaban más que cortas con la realidad de los sucesos, esto le quedó claro tras haber sido el protagonista de una de ellas. 
 Entre el silencio y el aroma floral que la brisa traía consigo, un aroma triste y solitario, logró oír como sonaba la campana dentro de la institución y el paso acelerado de los estudiantes se dirigía al comedor para recibir el almuerzo. Aquella mañana había transcurrido más rápido de lo que pensaba, pero al ver su reloj, este seguía marcando las 12:00 a.m en punto. Aún faltaba una hora para que se sirviera el almuerzo, o a lo mejor era su reloj el que se encontraba descompuesto. De la forma en que fuera, no decidió quedarse más tiempo a descubrir qué era lo que sucedía con su reloj. Aquellos moros tan pacíficos y agradables, pronto comenzaron a soplar con bastante fuerza, arrastrando suciedad que comenzaba a meterse dentro de los ojos de Bartolomé hasta convertirse en una molestia, fue como si de momento a otro, el paisaje rechazara la presencia del castaño y quisiera echarlo lo más pronto posible de aquel lugar, casi amenazante.  

El cuarteto aún se encontraba reunido en la pacífica soledad de la vieja capilla incluso tras su encuentro con el monseñor, intentando dar algo de sentido a todo lo que había sucedido con Aria, mientras que calmando un poco el ambiente, John ocasionalmente relataba alguna historia acerca de las cosas que solían hacer ahí con Luciella. Era en efecto, un lugar tranquilo donde podían reunirse, y sería una lástima que eso se viera arruinado ahora que el Monseñor había encontrado aquel escondite secreto de los jóvenes.
 De momento a otro, una de las luces que permanecía perpetuamente encendida en la habitación, se apagó un instante, luego se encendió y otra vez se apagó, así hasta hacerlo finalmente tres veces, en intervalos de dos segundos. Aquello descolocó un poco a los estudiantes, quienes comenzaban a barajar la posibilidad de que Aria estuviese muerta, hablando de lo que serían fantasmas al momento de aquella falla en la luz que logró inquietarlos levemente; Pero ninguno dijo nada al respecto, sería mejor pasar por alto aquello colectivamente en lugar de otorgarle más atención.  

▬ Diablos, vamos al confesionario. ▬ Sugirió John, para que sin perder tiempo el resto hiciera caso debidamente. Oyendo la cantidad de pasos que se acercaban a la capilla, los cuatro compañeros se adentraron al lado izquierdo del habitáculo, estando todos haciendo su mejor esfuerzo por caber en tan pequeño lugar. En todos los años que con Luciella se juntaban en aquella capilla, absolutamente nadie había ido a interrumpirlos, pero ahora una decena completa de monjas se adentraron en ella, forzando al cuarteto a buscar asilo en el confesionario donde se volvía complicado respirar ante el riesgo de ser atrapados. 

▬ ¿No se van a poner a rezar o algo? ▬ Susurró Mirajane, con cuidado de no ser escuchada por las monjas que se encontraban reunidas a las afueras del confesionario, permaneciendo de pie dispersadas estratégicamente en toda la capilla para darle un tétrico aspecto al lugar, acompañado del silencio, puesto que aquellas que vestían el hábito, no hacían ruido alguno. Luciella entonces corrió a su compañera para tomar el lugar de esta y ponerse a ver mediante las rendijas de la puerta del confesionario. 

▬ No son monjas. ▬ Informó Luciella rápidamente. Aquellas que allí se encontraban, tenían en hábito completamente sucio, algunas incluso lo tenían destrozado y cayendo a pedazos. Sus rostros, perfectos e inexpresivos, parecían hechos de mármol, pálidos e incapaces de presentar alguna facción humana o signo de expresión; Tal y como si hubieran sido embalsamadas y revestidas por aquel delgado manto de mármol blanquezco. 

De momento a otro el ambiente se había vuelto totalmente pesado, el simple hecho de intentar respirar aquel aroma fétido que se adentraba incluso en el confesionario, provocaba arcadas en cualquiera que lo oliera. Tal y como había sentenciado Luciella, aquellas que allí se reunían, no eran monjas, eran espectros de sepulcro que habían sido liberados de su encierro para participar de la víspera de todos los santos, espectros que permanecían inmóviles como estatuas de mármol, casi esperando por algo que las pusiera en marcha entre el silencio de aquella maldita capilla. ¿Cuánto tiempo deberían estar encerrados ahí? A decir verdad, no lograban distinguir si era más seguro estar acorralados en el habitáculo o simplemente marchar en medio de aquellas figuras inmóviles.  

▬ Deuterónimo 32:17 : Ofrecieron sacrificios a demonios, no a Dios, a dioses que no habían conocido, {dioses} nuevos que vinieron recientemente, a los que vuestros padres no temieron. ▬ Recitó una voz desde el otro lado del confesionario, precisamente donde usualmente tomaría asiento un cura para oír los pecados cometidos por algún creyente que deseara disculparse. Pero aquella no era la voz del Monseñor Gabriel, era una voz que fue arrastrada desde las profundidades de otro plano alternativo a aquel en el cual vivían, similar a la voz de Vetala, pero incluso más profunda, incluso capaz de hacer temblar las paredes del confesionario que parecían ir a deshacerse si aquel endemoniado espíritu dijera alguna otra palabra. Pero este calló.  

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