Capítulo 23: La sacerdotisa de los cielos [Borrador]

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Luciella no fue capaz de anidar el valor y el coraje suficientes para dignarse a comenzar con su lectura del diario de Ryuss hasta que la noche cayó y se quedó sin excusas para evitar el asunto. A decir verdad, por primera vez incluso ella se encontraba aterrada, pero era un miedo simple, el temor de descubrir una historia para la cual no se encontrara preparada, puesto que realmente deseaba creer ciega y devotamente en su amigo, en lugar de confiar más las palabras que fueran escritas acerca de él por una persona de alma putrefacta. Era fácil mentir, pero a decir verdad, Ryuss jamás lo había hecho a menos que fuera para esconder sus asesinatos o pecados, mucho menos se mentiría a sí mismo para molestarla a ella una vez que muriera, sin siquiera saber si el cuaderno iría a parar a sus manos. Incluso la entrada que hablaba acerca de John era antigua, se encontraba a penas a la mitad de las hojas que contenían la escritura a mano de Ryuss, por lo cual había sido redactado algunos meses antes de que el brujo muriera. A lo mejor debería ir hasta el aquelarre en busca de ayuda, Eris y el resto de las brujas probablemente tendrían alguna solución a su dilema, pero era un viaje demasiado largo y no sabría llegar hasta el aquelarre sin la ayuda de las luces del norte en lo alto del cielo nocturno. Para ir en busca de ellas, debería esperar a la luna nueva, pero no había tiempo suficiente para ello.

En medio de su lectura, logró encontrar parte de otro segundo escrito que nuevamente se refería a John, mencionando su altura, peso e incluso color de cabello y ojos, era básicamente una ficha técnica sobre el pelirrojo que contenía minúsculos detalles que eran desconocidos para Luciella, puesto que no eran realmente importantes. Más abajo, en lo que parecía ser una descripción acerca de la personalidad ajena lograba leerse la leyenda a modo de título "Debilidades". Por donde se viera, realmente parecía que Ryuss se encontraba investigando a John solamente con el fin de acabar con él, como si temiera de lo que el pelirrojo fuera capaz de hacer. Pese a que fuera extraño imaginar a Ryuss con miedo, eran pruebas innegables. Pero su frustración solamente aumentaba, más ahora que debajo de aquella leyenda, tres hojas habían sido arrancadas y el resto se encontraban en blanco, imposibilitando leer lo que sea que Ryuss había descrito acerca de las debilidades de John, ni mucho menos lo que seguiría a aquello, probablemente planes y demás. Con suerte, alguna explicación certera sobre todo lo que leyó solamente por partes perdidas entre diversos textos de otros tópicos.  

Luciella se echó de lleno en su cama, estaba agotada de pensar, en todo el día no logró hacer más que eso y ahora deseaba simplemente descansar durante esa noche antes de ir en busca de su tía para entregarle el obsequio que compró en su viaje a Glasgow. Pero nuevamente, no fue capaz de hacerlo: A las afueras de su ventana, logró oír como alguien entre los páramos comenzaba a aplaudir ocasionalmente con ciertos intervalos de tiempo, golpeando sus manos una única vez cada tanto. Había algo que atraía a su sexto sentido, por más que pudiera llegar a tratarse de una posible trampa, era incapaz de evitar su curiosidad, a lo mejor por el simple hecho de que lo que aguardara a las afueras de los dormitorios, podría darle una excusa para distraerse del asunto de John. Solamente tomó un abrigo, antes de escaparse con sigilo del dormitorio femenino hacia la salida, entonces comenzó a caminar entre los páramos bordeando la edificación hasta finalmente lograr presenciar la silueta de extrañas vestimentas que se encontraba haciendo semejante acto en medio de la noche, seguramente en busca de no ser vista por nadie. 

Vestida con una extraña falda roja con un corte en medio y una camisa de color blanco de mangas largas y exageradas, había una joven encendiendo algo humeante que, en su momento, Luciella no fue capaz de discernir debido a la avasallante oscuridad. No obstante, aquella que se encontraba vistiendo con ropas del oriente que lucían casi santificadas, era Megumi, no le tomó mucho trabajo reconocerla debido a lo lacio que su cabello negro era, incluso en la oscuridad de los desérticos páramos nocturnos. 
 Pese a su curiosidad, no la interrumpió, continuó husmeando en los asuntos ajenos hasta que la menor finalizó con lo que parecía ser algún tipo de rito de su cultura japonesa. De todas formas, en la academia ocurría cualquier tipo de culto, a excepción del católico que se encontraba determinado a predominar en aquella institución. 

Sorprendida por una presencia ajena una vez que había terminado, Megumi comenzó a correr en dirección opuesta en busca de huir de Luciella antes de que esta lograra acercarse a ella. Ya era lo suficientemente tímida como para ahora deber soportar el tener que ser cuestionada por sus acciones, pero la voz de la rubia la llamó de forma imperativa y a pesar de todo, temía más a las represalias posteriores que a las burlas que fuera a recibir por parte de Luciella al encontrarla en ese estado. Sin mencionar que la aterraba el hecho de que aquella fuera una bruja, realmente no sabría cómo tratar con alguien así, jamás lo había hecho y rezaba no tener que pasar por eso.

▬ Ten, te debes estar congelando. ▬ Inquirió Luciella, mientras que se quitaba su propio y pesado abrigo para depositarlo sobre los hombros de Megumi, quien no logró comprender aquella amabilidad por parte de la más despiadada alumna de la academia.

▬ ¿No te burlarás de mi, Luciella Solaris? ▬ Interrogó Megumi, cuidadosa de no decir palabra alguna que fuera a molestar a su bravucona compañera. Pero no recibió ningún insulto en lo más mínimo hiriente por parte de la rubia, cuestión que solamente la preocupaba tanto como si se tratara del silencio previo a la batalla. 

▬ Sólo si vuelves a llamarme por mi nombre de pila. ¿Qué estabas haciendo? ▬ Preguntó Luciella con curiosidad, provocando que Megumi comenzara a temblar, no por el frío, sino por el temor que le provocaba tener que otorgarle alguna explicación a Luciella.

▬ ¡No era nada malo, lo juro! ▬ Exclamó Megumi, adelantándose a defender sus acciones de cualquier deducción que la mayor pudiera tomar. Pero nuevamente, no tuvo ninguna verdadera amenaza de la cual preocuparse. 

▬ Lo sé, vi como expulsabas a aquel espíritu, pero, ¿cómo? ▬ Explicó Luciella, siendo lo suficientemente agradable para evitar que Megumi siguiera estando tan aterrada de ella. Aún así, no la culpaba, todos esos años se había ocupado de ser tanto temida como respetada por cualquiera que se cruzara en su camino. 

▬ En Japón solíamos vivir en un templo... Mi madre era una Miko, una sacerdotisa del templo del dios del viento, yo soy su sucesora. ▬ Comenzó a explicar Megumi, pero Luciella la detuvo instantáneamente al comienzo de su relato, tomándola por el brazo y casi arrastrándola hasta el interior de los dormitorios femeninos hasta que llegaron a su habitación. Tenía pocas intenciones de una prolongada charla si esta debía darse en los fríos páramos. 

▬ Eso era un ritual... Supongo que tú como bruja también lo notaste, pero todo este lugar está mal, está podrido. Desde que llegué aquí, comencé a ayudar a los espíritus que viven aquí a ser libres, pero son demasiados. ▬  Vociferó Megumi, perdiendo levemente su timidez ante la imponente Luciella puesto que, después de todo, era probablemente la única persona en toda la academia con la capacidad de comprenderla.

Luciella tras un buen rato de conversación, dejó marchar a Megumi, quien parecía más bien una prisionera durante un interrogatorio en su habitación. Aún no se fiaba de ella, si las cosas eran realmente como aquella muchacha las decoraba, habría hecho algo bastante tiempo atrás, al menos en contra de Ryuss. Pero de momento aún tenía que sopesar la situación de su amigo John, simplemente no era capaz de encargarse de ambos asuntos y no lograba diferenciar cuál de los dos requería de su imperiosa atención.

Por su parte, Latea durante el abrigo de la noche se dirigió hacia el dormitorio de Bartolomé en busca de hablar con él, contaba con ciertas novedades acerca de las cuales deseaba poner al castaño al tanto. Recientemente había ido hasta el campanario con el fin de al menos cubrir el cadáver de Jesse con alguna especie de manta, debería permanecer oculto y hasta el momento lo había hecho, puesto que el mismo día en que su corazón dejó de latir, ella misma se encargó de sellar debidamente la entrada al campanario con múltiples candados y cadenas; De todas formas, nadie jamás se dirigía a aquel sitio. Todo se encontraban en su lugar incluso tras tantos meses, pero más allá de las escaleras que marcaban el camino hacia la enorme campana de bronce, no había absolutamente nada. No encontró el cadáver que creyó que se encontraría en un avanzado estado de putrefacción, aquel que despediría un aroma fétido y ostentaría un aspecto espeluznante. Ni el cadáver, ni la mano cercenada que John en su momento había cortado con el filo de su espada, de hecho, ni siquiera restaba el más mínimo ápice de sangre reseca decretando algún signo de lucha. En aquel campanario no restaba absolutamente nada. 

▬ Y así están las cosas, no se qué he de hacer para descubrir la verdad... Pero hay algo más, un elemento que pasamos por alto. ▬ Finalizó Latea tras explicar sus recientes descubrimientos a Bartolomé, con su diestra posada sobre su frente debido a la preocupación que aquello le provocaba. 

▬ No te preocupes, Latea, lo solucionaremos. ▬ Inquirió el castaño con confianza en su habla. Ya había visto a Latea perder su perfecto temple múltiples veces, pero no sabía cuantas tantas otras podría soportarlo sin perder la cordura.

▬ Con el fin de encontrar un futuro para los estudiantes, honestamente espero que lo logremos. ▬ Sentenció Latea, con la suficiente preocupación para que Bartolomé decidiera tomar acción casi inmediatamente. 

Tal como la ex hermana había explicado, Jesse fue en su momento el único vínculo que alguna vez tuvieron con los extraños sucesos de la academia, y ahora él ya no estaba en ninguna parte, siquiera su cuerpo sin vida. Aquel que se encargó de los restos de ese demonio, era probablemente quien había manipulado todo desde el exterior, aquel que doblegó a Ryuss y posteriormente a Jesse, Bartolomé lo comprendió desde el primer instante, sin necesidad de mayores explicaciones por parte de Latea.

Ahora en alguna otra parte de la academia, donde predominaban solamente las sombras y a lo mejor algún que otro insecto rara vez visto en la superficie, Bartolomé caminaba a paso dificultoso entre caminos de sangre reseca y diminutas piedras quebradizas. Tras su conversación con Latea no tuvo más opción que llevar a cabo una terrorífica idea, una que le costaría toda su luz solamente para otorgarle una nueva visión que esperaba, fuera ventajosa para la situación en la cual se encontraban, donde a simple vista no contaban con indicio alguno capaz de otorgarles el primer paso a dar. 

PurgatoriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora