Capítulo 13: Ryuss [Borrador]

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El doctor Templeton se encontraba jugando con unas muestras de experimentos, casi tan entretenido como si de un crío se tratara, en el momento donde justamente eso, un infante, irrumpió en la enfermería donde tan a gusto se sentía con su soledad. Primero Mirajane, y ahora una pequeña sin supervición adulta que la acompañara, debía tratarse de alguna especie de complot para acabar con todo ápice de paciencia que tuviera, detestaba estar tan rodeado de personas, de personas vivas, al menos, quienes no le suponían ningún interés en sus experimentos. El doctor rodó sus ojos con molestia y se dirigió a recibir a la pequeña. 

▬ ¿No deberías estar dormida, niña? ▬ Interrogó el doctor Templeton, encendiendo el último cigarrillo restante en la caja de cartón que ahora yace vacía sobre sus manos. Entre el denso humo que se había acumulado en aquella enfermería, el mayor terminó por encontrarse aún más molesto, supo más temprano en la madrugada que la sangre encontrada en las manos de Bartolomé era de Ryuss, pero tras la explicación de la pequeña, le quedó más que claro que el castaño no fue capaz de deshacerse debidamente de su objetivo. Lo cual honestamente, era una lástima, ya que ahora le debía bastantes explicaciones al hechicero. Pero bueno, que bastante favorable hubiera sido que se hayan deshecho de este como para ser cierto. 

▬ ¿Por qué razón reviviste a Luciella? ▬ Interrogó amenazante el profesor, entrecerrando sus ojos con desdén y desconfianza, pero aquello solamente provocó risas en el canoso, quien se divertía bastante con ver al contrario actuando de aquella forma tan intimidante en el cuerpo de una pequeña niña, incluso llegaba a lucir indefenso.

▬ ¿Revivir a Luciella? Por lo que vi, ella se encontraba a la perfección, y sabes que para mi reanimar un cuerpo con un éxito del cien por ciento como aquel, es casi tan imposible como que tú vayas a comprar alcohol en ese cuerpo. De hecho, estoy seguro que ya te he explicado esto hasta con garabatos. ▬ Replicó el profesor, encogiéndose de hombros mientras que ahora escogía cuidadosamente cada una de las palabras con las que respondería al contrario, no deseaba dar un paso en falso que terminara por costarle la vida, aún tenía muchos más experimentos que deseaba llevar a cabo. 

▬ Y en efecto, ¿no eres tú el brujo? Te lo he dicho, no puedo traer de regreso al cuerpo la esencia o "espíritu, alma, lo-que-sea" de la persona en cuestión una vez que reanimo su cuerpo. ▬ Terminó de explicarse el mayor, estirándose hasta hacer tronar su espalda, tantas noches en vela comenzaban a pasarle factura a su cuerpo. 

▬ No hay nadie más aquí con una magia lo suficientemente poderosa para revivir a los muertos, así que parece que tus investigaciones han rendido fruto. ▬ Inquirió Ryuss, acercándose entre la bruma de humo al contrario, sin dejar de acusarlo ni por un sólo instante, estaba convencido de que era él quien tenía la responsabilidad de que Luciella se encontrara merodeando aún por la academia. 

Entre la discusión que gradualmente iba subiendo de tono, tal y como si se tratara de un ente más, Mirajane despertó, para salirse de la camilla descalza, posando sus pies sobre el frío suelo, ante la mirada del doctor y Ryuss. El hechicero no hizo más que retirarse en aquel preciso instante, ya que no necesitaba agregar más dramatismo a su situación con aquella estudiante viéndose involucrada en sus asuntos, cosa que la llevaría a su tumba y por consecuente, más problemas propios a él. 
 El doctor Templeton se apresuró a dirigirse hasta donde se encontraba la contraria, hastiado de tantos problemas y retrasos. Si aquella se encontraba lo suficientemente bien para ponerse de pie, igualmente podía comenzar a irse a su dormitorio y dejar de andar en su enfermería. 

▬ ¿Cuál es el sentido? De todas formas, me devorarán los perros, ellos me devorarán. Trozo por trozo, me comerán. ▬ Relató Mirajane, caminando directamente hacia una mesa metálica que el doctor empleaba para amontonar sus herramientas de trabajo, todo meticulosamente ordenado y esterilizado por el canoso. 

▬ Avíspate niña, que debes regresar a tu habitación. ▬ Se quejó con pesadez el doctor, quien de momento a otro haría una rabieta en caso de que alguien más osara molestarlo. No obstante, todo aquello que tanto atormentaba a su amargado ser, pasó a segundo plano y este debió hacer uso de todos sus reflejos para tomar con rapidez la mano de Mirajane, quien había tomado un bisturí y se encontraba más que dispuesta a cortar su cuello con este. 

▬ ¿¡Pero se puede saber que demonios te sucede!? ▬ Exclamó el doctor, pero Mirajane solamente seguía forcejeando contra este para ser liberada, sin decir palabra alguna que no estuviera ligada a aquella sentencia que repetía una y otra vez "Me devorarán los perros", era notorio que en ella, la influencia de Vetala provocó el mayor impacto, al menos lo suficiente como para en poco tiempo provocarle un deseo tan urgente de acabar con su propia vida. 

Haciendo uso de fuerza bruta, el doctor comenzó a golpear contra la mesada la mano de la castaña con la cual sostenía el bisturí, una y otra vez hasta que la menor lo soltó. A fin de cuentas, sin realmente tener paciencia para aquella situación, este inyectó a Mirajane con una droga que en pocos segundos provocó que aquella dejara de forcejear y finalmente se quedara dormida, completamente sedada e inconsciente. El doctor la arrastró hasta dejarla nuevamente en la camilla y terminó por atarla de manos y piernas, al menos así se aseguraría de que no se transformara nuevamente en una molestia cuando despertara. Pero habrá que ver, ahora debía cuidar de una desquiciada suicida.

Mirajane no fue la única que se durmió, Luciella se encargó de dejar debidamente recostado a John tras su incidente, otorgándole un relajante muscular junto con alguna píldora más que lo ayudara a conciliar el sueño. Aparentemente, se encontraba sola para encargarse de Vetala, y aún no contaba con la más remota idea de cómo lo haría, por lo cual debió regresar hasta la biblioteca. Durante su investigación, lo único que deseaba era ser capaz de ser un diezmo de lo fuerte que Ondine lo era, si esta aún estuviera con ella, seguramente sería pan comido el encargarse de aquel demonio; Pero no se subestimaba, después de todo ella había heredado los dones de Ondine, seguramente sería capaz de hacer algo.

Luciella solamente despertó cuando dieron las siete de la tarde, se había quedado dormida poco luego de que comenzaran sus investigaciones. El gran baile había sucedido hace ya dos días y desde entonces no había sido capaz de conciliar el sueño. Juntando los libros sobre los cuales había recostado su cabeza durante toda la tarde al emplearlos a modo de almohada, Luciella retomó su lectura, aunque apresurada ya que deseaba ir a supervisar si John aún se encontraba durmiendo, también ansiaba asegurarse de que Vetala no haya causado más estragos en la academia.
 Debido a su concentración, no fue hasta que comenzó a leer el segundo párrafo del libro que aún se mantenía abierto sobre la mesa, que logró percatarse de la presencia de la manta con la que alguien había cubierto su espalda mientras que descansaba, con el fin de que no pasara frío. ¿Pero quién se preocuparía por ella de esa forma? De tratarse de John, Mirajane, o incluso Lyon, la habrían despertado para llevarla hasta una cama.

Preparada y sin más interrogantes merodeando por su cabeza, la rubia se dirigió a toda prisa a su habitación, era realmente agradable el hecho de que el profesor no se hubiera deshecho de todas sus pertenencias con el fin de ocultar su asesinato, al menos no aún. Esta tomó el mismo vestido de cisne negro que empleó para llevar al baile de la academia, peinando sus cabellos rubios y aplicando algo de joyería en sus orejas, cuello y muñecas. 

PurgatoriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora