Capítulo 19: 12 horas [Borrador]

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▬ Es el fin. ▬ Sentenció John, mirando fijamente a través de sus ojos verdes a aquel que tanto caos había provocado, mirando sin lástima, con convicción. Luciella hacía su mejor esfuerzo por vendar las heridas de Bartolomé, ejerciendo tanta presión como le fuera posible para detener su hemorragia. De todas formas, la sangre parecía simplemente brotar de todas partes pese a sus esfuerzos, como si se tratase caudal imposible de ser retenido. Debía apresurarse, antes de que las llamas terminaran por consumir la academia completa, puesto que ardían amenazantes, ansiosas de devorar todo a su paso y simplemente parecían cobrar vida propia.  

▬ Niño arrogante, ¡ninguno de ustedes es capaz de tocarme! ▬ Exclamó Jesse hastiado, quien sin importar sus mejores esfuerzos, había sido empujado hasta una desfavorable situación. Incluso habiendo perdido su mano derecha y estando acorralado y mutilado, se encargaría de asesinarlos uno por uno a todos los presentes. Ni John, ni Luciella, o Bartolomé, ninguno de aquellos escaparía de su furia. Los reduciría uno a uno a cenizas en caso de ser necesario, así estaba decidido. 

                                                                       


                                                                           24 Horas antes

Tras haber presenciado por cuenta propia el asesinato de los dos nuevos alumnos, John solamente se lamentaba de no haber sido capaz de llegar a tiempo para salvarlos, entregar algo de ayuda a cambio de un par de vidas. Indiferentemente de que se trataran de Heather y Demian. Pero aquella demora en llegar a destino, le otorgó una carta más poderosa que cualquier otra: El conocimiento. Ahora aquel que hacía brotar llamas con el simple chasquido de sus dedos, desconocía que había tenido un espectador en sus actos, y que aquel tomaría cartas en el asunto. Tal y como ahora fueron aquellos dos alumnos, bien podría seguir Luciella, o Lyon, incluso Aria o Mirajane, y no permitiría que alguien que quisiera terminara por salir herido, puesto que nadie se encontraba a salvo en Deus Magnus. Aquella noche, fue John quien comenzó a mover los engranajes de la caída de Jesse.

El pelirrojo partió en solitario, intentando ocultarse de miradas ajenas como si se tratara de un criminal. No deseaba involucrar a Luciella en aquel asunto, pero su amiga ahora era más bruja que humana. Aquella mujer lograba desarrollar un sexto sentido que iba más allá de las capacidades de cualquier persona cuando se encontraban envueltos en una situación de riesgo, probablemente era esto a lo que más temía John. Y no fue en vano, puesto que gracias a aquel sexto sentido de bruja, ella misma lo fue a buscar en su propia habitación, irrumpiendo cuando el pelirrojo terminaba de cambiar su uniforme por algunas prendas más cómodas para dar caza a Jesse sin vacilación. 

▬ No quiero que te involucres, Luciella. ▬ Inquirió el mayor, casi sin dejar paso a reproche en su tono de voz. Mientras tanto rebuscaba entre sus pertenencias hasta que logró hallar las espadas cortas que había comprado en el pueblo de Crowswood durante su última visita. Había llegado el momento tras tanta espera, ahora podrían servirle finalmente, puesto que ni siquiera los cuchillos con los que cenaban en la academia tenían el más mínimo indicio de filo. Guardó ambos en unos arneses debidamente preparados a cada lado de su chaleco negro de gabardina, en la parte interna de la prenda. Era un entusiasmo casi demencial, pero anhelaba con enterrar ambas armas blancas en el pecho de aquel que consideraba un diablo. 

▬ Y sin mi ayuda, solamente habrías intentado apuñalar a un demonio. ▬ Replicó con cierta soberbia la rubia, constatando los augurios de John. Luciella miró las espadas de reojo, mientras que lanzaba un libro que había tomado de la habitación de Ryuss. Increíblemente, no se encontraban ahí los escritos acerca de brujería que pensó que aquel profesor había escondido o incluso destruido, pero si tenía una buena colección de manuscritos que llegaba a hacerle competencia a los que habían en la olvidada biblioteca de la academia. En ellos, encontró una vaga respuesta a su problema, en conjunto a un montón de asuntos irrelevantes en aquel momento.

En el libro, Luciella señaló específicamente la página setenta. De una enorme selección de escritos a su disposición tanto en la academia, como en la habitación del profesor Ryuss, solamente había una página acerca de un ser que llegara a cuadrar con la personalidad de Jesse. Más allá de esto, fue la intuición de Luciella que jamás había fallado desde su primer encuentro con Ondine, lo que determinó que era el sitio correcto por el cual comenzar lo que sería una investigación similar a la que llevaron a cabo antes de enfrentarse con Vetala. El problema, es que era una descripción sumamente breve acerca de lo que yacía en la academia, aquel al cual habían decidido enfrentarse por cuenta propia. Con las pocas líneas que aquel libro les proporcionó, no tendrían realmente mucho material con el cual trabajar, sería mejor tener algo más de información acerca del demonio, puesto que se daba a la sensación de que Vetala incluso parecía inocente e inofensivo en comparación a Jesse.

▬ ¿No puedes hacer algo con Vetala? Se supone que lo dominas, ¿no es así? Entonces no deberíamos arriesgarnos nosotros.  ▬ Insistió el pelirrojo, puesto que sabía a la perfección que Luciella no se echaría atrás, pero sería más sensato enviar a un demonio a acabar con otro. De hecho, aquel drástico cambio de planes le parecía mucho mejor que ir por cuenta propia empuñando armas blancas contra un demonio. 

▬ Vetala solamente usa cadáveres como recipientes, y no creo que tengas alguno guardado en el ropero, ¿no es así? ▬ Interrogó Luciella con pesadez, con la pesadez de alguien quien debería enfrentarse por segunda vez a un enemigo de calibre inimaginable. Ahora solamente seguía rebuscando información entre otros libros que también había llevado consigo por si acaso, puesto que relataban bastantes historias acerca de demonología. 

▬ Yo no, pero sé quien si los tiene. Y no te agradará. ▬ Agregó finalmente John, probablemente era él a quien menos le agradaba aquella idea. Pero dado el caso de precisar un cuerpo sin vida, debería recurrir a él. Después de todo, si había alguien en la academia cuyo interés por los cadáveres de todo tipo había dejado de ser un secreto hace ya largo tiempo, era el mismísimo doctor Joseph Templeton. 

La hermana Latea se notaba incómoda al amanecer, registró en todas partes, incluso se atrevió a adentrarse una vez más al dormitorio abandonado, pero viera por donde lo viera, no había rastro alguno ni de Demian, ni de Heather. Aquella ausencia era más inusual que de costumbre, contemplando todos los hechos que aquel dúo había presenciado. Luciella y John por su parte, habían estado rondando la academia toda la mañana desde tempranas horas, mucho antes de que siquiera las clases comenzaran y cuando aún todos se encontraban dormidos. Pero era su sobrina, a lo mejor perdonarle alguna que otra travesura, procuraría el bienestar de su relación. Aunque las situaciones las distanciaran, procurar el bien de una familia que perdió desde su inicio, también se encontraba en su lista de pendientes, lamentablemente en una segunda posición, puesto que sin familia, no tendría nada que disfrutar. Jesse tomaba prioridad. 

Estaba decidido, Heather y Demian habían oficialmente desaparecido, ni siquiera se encontraban en sus habitaciones, su camas estaban perfectamente tendidas, retratando una escena donde ninguno se hubiera presentado a dormir. Una vez más, había llegado tarde, sin ser capaz de proteger a sus alumnos de los riesgos y sin tener rastro alguno del paradero de Jesse. Fue entonces que pese a todas sus convicciones, pasó directamente del doctor Templeton, puesto que Jesse excedía por completo cualquier ayuda que aquel fuera capaz de brindarle, lo que necesitaría, era a alguien que pudiera acercarse lo suficiente a él como para atravesar un puñal en su pecho sin que Jesse tuviera sospecha alguna ni forma de actuar. 

▬ Bartolomé. ▬ Llamó la hermana Latea, logrando detener el paso del castaño, quien se dirigía a su oficina para comenzar el día escolar y hacer seguimiento de sus deberes. La hermana lo escoltó, hasta adentrarse junto a él en aquella pequeña oficina de aroma peculiar. De hecho, era el olor de oficina, aquel extraño olor a encierro, junto con papeles y tinta, nada especial, pero diferente al resto de la academia. 

Poco a poco, comenzó a relatar tanto como haya hecho y sufrido en la academia, logrando que el rostro de Bartolomé palideciera al jamás haber tenido siquiera un indicio de sospecha sobre los asuntos que Latea manejaba. Incluso peor, ella sabía que había sido él quien asesinó a Ryuss, pero con el resto de la historia completa, no le quedó duda alguna al menor. Aquel de quien debían preocuparse y quien había estado jalando las tiras del destino desde las sombras, había sido siempre el mismo: Jesse Valentine, su viejo amigo, su ex compañero de habitación en la academia, ahora presentándose como un demonio. 
 Juntos trazaron un plan, era de lo más sencillo y aún así, las posibilidades de éxito eran de lo más escasas. Pero ellos, como adultos, eran responsables de asegurar el bienestar de todos y cada uno de los estudiantes y asegurarse de que ya no hubiera más muertes que lamentar, acabando con todo el mal desde raíz. Pero al ser Jesse tan poderoso, ¿realmente sería Bartolomé capaz de hacer algo en su contra? La balanza se tornaba más desfavorable a medida que iba añadiendo el peso de sus pensamientos al esquema de aquel plan. 

De todas formas, incluso aunque su plan funcionara a la perfección, realmente no había rastro alguno del actualmente desaparecido Jesse. Aquel no había vuelto a poner un pie en la academia desde que intentó incinerar a Latea en la hoguera, solamente apareció en los páramos para encargarse de los dos estudiantes que recientemente habían ingresado a la academia y nuevamente desapareció como si jamás hubiera existido. 

▬ Templeton, necesito tu ayuda en algo. ▬ Demandó John de forma imperativa, quien había terminado por asistir por su cuenta y en soledad a su pequeña visita a la enfermería, puesto que Luciella había preferido ir a arreglarse debidamente para llevar a cabo sus preparativos. Tal parece, debía vestir de forma elegante a la hora de contactar con Vetala, por algún motivo, es por esto mismo que el pelirrojo se adelantó a conseguir el cadáver necesario para el resto del ritual. 

▬ Lo que necesites, con tal de que te marches pronto. ▬ Respondió el doctor no tan desgastado con la visita del pelirrojo, ya que se encontraba en posición de hablar de par a par con el menor, puesto que sus experimentos eran conocidos por aquel y no tenía absolutamente nada que ocultar. Al menos nada dentro de lo que el estudiante probablemente preguntaría. 

▬ Necesitaré un cadáver. ▬ Soltó finalmente el menor, sin ningún escrúpulo, ya habían pasado aquello hace largo tiempo cuando de forma cínica el doctor se regodeaba con la gloria de haber sido capaz de revivir a Luciella. 

▬ No es que me interese, ¿pero acaso planeas hacer algún experimento? ▬ Interrogó el canoso doctor, de hecho llegaría incluso a asistirlo en caso de que efectivamente fuera a emplear un cadáver para experimentar. Esperó por una respuesta mientras que acomodaba nuevamente sus anteojos sobre su nariz para prestar mayor atención a aquel estudiante, posando sus ojos de verde opaco directamente sobre él. 

▬ No. Y ya que no te interesa, supongo que no querrás más detalles. ▬ Sentenció finalmente John, quien parecía haber cambiado un poco en aquellos meses, ahora tomando posturas más frívolas en situaciones que en un principio lo habrían petrificado en su sitio. Aquella madurez que ahora ostentaba, era una que solamente en Deus Magnus podría haber sido forjada. 

▬ Lamentablemente no tengo ningún cadáver, lo lamento. ▬ Respondió el doctor encogiéndose de hombros para regresar a sus propios asuntos. Ahora simplemente pasaría por completo del pelirrojo hasta que este se retirara y lo regresara a su tan añorada soledad, puesto que no le ofrecía ningún entretenimiento. 

La hermana Latea fue incapaz de ignorar a John cuando este pasó frente a la oficina de Bartolomé. Por su vestimenta, era más que evidente que el pelirrojo no pensaba idear algún pretexto para estar fuera de clases, puesto que ni siquiera vestía su uniforme. Tras ver como John simplemente continuaba con su camino, logró sentir una leve inquietud, por lo cual lo siguió. O más bien, se dirigió por un camino completamente diferente al sitio en que sospechaba que este se encontraría luego de su recorrido: Los dormitorios femeninos. Su sobrina tampoco se encontraba en clases, por lo cual Latea supuso que iría a su encuentro. Y así fue, la hermana Latea miró desde las lejanías de los páramos como John terminaba por adentrarse en la habitación de Luciella por su ventana. Afortunadamente, ella no necesitaba trepar paredes, puesto que podía entrar y salir de los dormitorios de mujeres tanto como quisiera. La mayor se limitó a oír la conversación que aquellos dos sostuvieron desde el corredor, al otro lado de la puerta; esforzándose tanto como le fuera posible para oír a través de aquella puerta de madera e incluso asomando uno de sus ojos por la cerradura para espiar debidamente la furtiva tertulia. 

▬ Jesse no es alguien de quien ustedes puedan encargarse. ▬ Declaró la hermana Latea, tras adentrarse en la habitación donde ambos estudiantes compartían información y parecían afinar detalles de lo que era un recavado plan. 

▬ Tía... Sé que suena algo descabellado, pero debes confiar en nosotros. ▬ Proclamó Luciella, para ser interrumpida sin opción a continuar con su explicación. Era de esperarse que la hermana Latea enseñara preocupación. 

▬ Sin peros, no dejaré que salgas dañada. Me encargaré yo misma de Jesse. ▬ Inquirió la hermana Latea, antes de que John se uniera a aquella conversación para que dejara de ser bilateral. 

▬ ¿Tía? ▬ Interrogó el pelirrojo sin entender absolutamente nada de lo que ahora sucedía, incluso parecía que la hermana Latea tenía conocimientos sobre Jesse, aparte de tener un parentesco con Luciella. 

▬ Es una larga historia. ▬ Sentenció Luciella, quien deseaba omitir por completo aquella explicación de momento, ya que lo único que haría sería prolongar y desviar el tópico que actualmente se encontraban abarcando. Ahora tomaba mayor importancia conseguir el permiso de su tía para lanzar un ataque a Jesse, por primera vez organizados.

▬ Ustedes no tienen como acercarse a él, asumiendo que al menos saben remotamente lo peligroso que es. ▬ Destacó la hermana Latea, manteniéndose apoyada contra la puerta de la habitación que ella misma había cerrado con el fin de mantener a los extraños afuera. Todo en aquella academia parecía tener oídos últimamente. 

▬ Es cierto, Latea, él no se fiara lo suficiente de nosotros como para que tengamos una oportunidad. ▬ Admitió John, tomando un paso al frente para solucionar el problema que se había planteado. No podían perder el tiempo debatiendo entre ellos mientras que Jesse andaba libre por ahí y el pelirrojo podría tener una solución satisfactoria para ambas partes. 

▬ Tú tienes algo que necesitamos, y nosotros algo que tú necesitas. Sabemos dónde encontrar a Jesse, pero deberemos trabajar todos juntos. ▬ Explicó John. Y entonces, la hermana Latea finalmente prestó atención a la conversación. 

Se mantuvieron durante más de dos horas debatiendo posibles escenarios, poniendo cada arma que tuvieran a su favor en el argumento y planteando múltiples escenarios para su encuentro con Jesse. Si el profesor Ryuss era de temer, tanto que incluso tomó de Bartolomé, Latea y Luciella para acabar con él, Jesse no sería más fácil.
 Era la convicción de John lo que terminaba por convencer a Latea, puesto que compartían un mismo interés de mantener a salvo a Luciella, por lo que por una última vez, deberían trabajar en conjunto. Esta vez de una forma planificada con anticipación, acomodando estratégicamente cada situación a su favor para obtener una oportunidad de acabar de manera efectiva con aquel que amenazaba el bienestar de todos en la academia. 

Con pesadez, la hermana Latea aceptó a las condiciones del plan que John había planteado, honestamente era suicida. Aunque su sobrina se encontrara teóricamente a salvo, se trataba de un trabajo suicida para cada una de las otras partes implicadas.

▬ Lo hablaré con Bartolomé y les diré si hemos de continuar con el plan, pero es demasiado arriesgado. Por favor, manténganse a salvo hasta entonces. ▬ Inquirió la hermana Latea, con un deje de algo en su semblante. Probablemente era el semblante de la preocupación, John ya lo había visto en miradas ajenas, incluso en la propia. Aún así, era realmente difícil identificar algo en el pulcro e inexpresivo semblante de la hermana Latea.

Hubo demasiadas explicaciones, más de las que nadie hubiera sido capaz de imaginar, pero finalmente todos se encontraban en la misma página, incluso John ahora conocía la relación entre Latea y Luciella. Solamente faltaba que la hermana fuera a comunicar todo a Bartolomé, quien estaba recibiendo demasiadas noticias en  un sólo día como para ahora lidiar con una estrategia contrarreloj. 

La hermana Latea partió, caminando por entre los páramos nuevamente mientras que intentaba repasar en su cabeza paso por paso cada instancia que los llevaría hasta la victoria. Aquellos dos jóvenes eran demasiado intrépidos, actuaban por voluntad propia sin pensar en las consecuencias de sus actos. John tenía una familia que lo extrañaría demasiado en caso de que algo le sucediera, lo mismo iba ahora para Luciella, su propia sobrina, a quien procuraba proteger incluso con más devoción que a los alumnos de la academia, pero era una tarea compleja cuanto todo sucedía en las penumbras, haciéndola sentir impotente. 

Su sobrina, tal como Ryuss lo había mencionado, era una auténtica bruja, una con el poder suficiente para encontrar a Jesse donde sea que este se escondiera. Pensar en el simple hecho de tener a Luciella practicando ocultismo, era algo que iba directamente en contra de todas y cada una de sus creencias. Pero no era una hechicera endemoniada, una hereje impía que se limitaba a sembrar caos y terror, era una simple muchacha que asistía a clases como cualquier otra, hacía travesuras y se preocupaba por que vestir cada día; no era la típica imagen de mujer satánica que era descrita con malicia entre las líneas de la sagrada biblia, pese a que al parecer, otorgaba su devoción a otra deidad incluso más antigua que dios mismo.

Al adentrarse en la academia miró a todos sus alrededores, ya no era capaz de sentirse segura al caminar en solitario por aquel lugar tan teñido de sangre. Pero como era de esperarse, nada sucedió en plena luz del día, o al menos no mientras que ella se lo esperara con antelación; solamente una que otra monja se cruzo en su camino y algún estudiante emprendiendo rumbo al baño, pero finalmente llegó hasta la oficina de Bartolomé sana y salva. Debería comenzar a mantener la calma, esa misma noche debería tener más fortaleza mental de la que podría considerar posible en ella, todo para conseguirse una única oportunidad de acabar con Jesse y salir con vida del intento. 

Bartolomé oyó atentamente parte por parte la situación planteada por la hermana Latea, siendo incrédulo en algunas partes al principio, pero terminando convencido por la mirada de la contraria. Su semblante nuevamente cambió, el menor se enseñó sorprendido, triste, feliz y finalmente serio por unos instantes ante las revelaciones de la hermana Latea quien para él, era casi como una figura de autoridad, puesto que se había graduado hace unos pocos años de la academia. Luego de pensarlo todo en detalle, temiendo incluso por su propia muerte ante aquel plan suicida, el castaño suspiró e intentó sonreír con cierto optimismo ante las adversidades. Ya había asesinado una vez, o al menos eso creyó, esta segunda vez planeaba dar una mejor demostración. 

▬ Parece que me llevaré la peor parte. ▬ Bromeó el castaño, aunque honestamente sólo deseaba convencerse a él mismo de que era algo acerca de lo cual bromear, que pese a todo pronóstico, las cosas saldrían bien y a lo mejor, llegarían a alegrarse de haber acabado con todo una vez que la adrenalina se dispersara. 

▬ Puedes morir, también yo. Y John y Luciella. ▬ Aseveró la hermana, mientras que ella en cambio se mantenía perfectamente pulcra y casi inexpresiva como siempre, aunque a decir verdad, eso ya era costumbre en ella y pese a su superficie calma, podría ser quien más sufriera con las posibles consecuencias de los actos que se encontraban próximos a suceder. 

▬ Es por eso que preciso que me prometas, me des tu palabra, de que llegados a ese punto haremos todo lo posible para permitirles escapar. ▬ Suplicó ahora la hermana Latea, extendiendo sus brazos a lo largo del escritorio de Bartolomé para sujetar las manos de este. Aunque fuera torturada y desmembrada, preparada para lo peor, ya se encontraba en sus planes de respaldo el dar su propia vida para que la juventud fuera capaz de ver un nuevo día.

▬ ¿Sabes? Ella se parece demasiado a Violet, es una completa testaruda. No creas que si nos ve en aprietos simplemente huirá del lugar. ▬ Aclaró Bartolomé. Y era cierto, tal y como Violet lo habría hecho, Luciella se quedaría por su propio orgullo en medio de la encarnizada batalla, hasta que solamente uno de los dos bandos quede de pie. 

Recordar a Violet de aquella forma y verla tan reflejada en su propia hija, traían recuerdos de antaño a Bartolomé. Él era bastante pequeño en el momento en que Violet se marchó, pero recordaba a la perfección sus actitudes, la conocía lo suficiente como para ahora luchar y dar su vida por el bienestar de su hija. En cuanto a John, realmente era difícil conocer a ciencia cierta sus razones para alzarse en semejante carnicería, puesto que jamás parecía dar indicio alguno de lo que auténticamente sentía. Solía ser demasiado reservado con sus asuntos. Al menos ahora, con la aprobación del último de los miembros de aquel grupo secreto, Latea podría ir a darle las noticias a su sobrina y al joven Vasterra, finalmente había llegado la hora de que fueran ellos quienes dieran un ataque. 

▬ ¿Cuándo comenzamos? ▬ Interrogó Bartolomé, preparado para aceptar incluso su muerte.

▬ Debo hacer unos preparativos para mi participación, pero nos reuniremos en la vieja capilla del ala este cuando finalice el horario escolar. ▬ Indicó la hermana Latea, quien luego de esto terminó por repasar una vez más los planes junto con el castaño antes de retirarse de su oficina.    
Ahora faltaban únicamente doce horas para que se dirigieran al sitio acordado y finalmente, dieran caza al demonio que encanta a la academia con su sonrisa. Era finalmente hora de despedirse de Jesse Valentine. 

 

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