Capítulo 24: Competencia de cuerda [Borrador]

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El paso de las personas al acercarse cada vez más hasta convertirse en un tumulto alrededor del cuerpo inconsciente de su tía comenzaba a dificultarle la respiración a Luciella. El ver allí tendida al último rastro de familia restante que aún conservaba, el hecho de ver que demoraran tanto en llamar a una ambulancia e incluso el vuelo de los pájaros en el cielo, todo lograba impacientarla y dejar en segundo plano por completo la presencia de Jesse. Finalmente, luego de un buen rato y entre desesperación mientras que chequeaba constantemente que su tía se encontrara respirando debidamente, llegó una ambulancia a socorrerla. Solamente viajó ella, en la cabina trasera y junto a Latea inconsciente mientras que intentaba apartar la mirada de la fuerte imagen de ver como le colocaban suero y hacían el resto de procedimientos necesarios, no podía permitirse el perderla a ella también. 

"No sabes cuánto me alegra verte, incluso en este estado." Vociferó Violet, casi flotando entre la multitud de pequeños espectros que se alegraban ante su presencia y comenzaban a intentar llamar su atención de alguna forma para que jugara con ellos, algunos otros comprendían y respetaban por completo la situación, por lo cual solamente se refugiaban detrás de ella o de Bartolomé en busca de presenciar lo que para ellos era una conversación de adultos. 

▬ Violet, ¡Violet! ▬ Exclamó Bartolomé, sintiendo la presencia de la contraria, oyendo sus palabras e intentando alcanzarla con sus manos, hasta que fue ella quien le indicó el camino, entrelazando sus dedos con los del castaño. Fue extraño para él, que incluso estando muerta fuera capaz de transmitirle la calidez de antaño, ese calor que solamente un cuerpo vivo podría otorgar. Pero así era mejor, habiendo perdido la vista era capaz de tenerla de aquella forma, aunque no fuera capaz de verla. 

"Hay muchas cosas que debes saber, Bartolomé. Y no tenemos mucho tiempo." Explicó la rubia, mientras que con sus manos invitaba al contrario a acompañarla hasta las entrañas mismas del subsuelo de la academia, un hábitat incluso más desconocido para aquel que por ahí vagaba, un recinto donde solamente los espíritus de los difuntos parecían ser capaces de penetrar.

▬ Necesito saber quién es, solamente así podré detenerlo. ▬ Inquirió con reticencia Bartolomé, deseando ser capaz de poder aprovechar el tiempo con Violet, pero sabía que de momento no sería posible, se encontraba en aquel sitio solamente para descubrir la identidad de aquel que se refugiaba en plena vista, o entre las sombras, aquel que jamás habían alcanzado a conocer pese a sus intentos.  

"Deberás ser fuerte una vez que te cuente sus intenciones, pero sígueme, aquí no es seguro hablar." Respondió Violet, aún acompañando y escoltando a Bartolomé junto a los fantasmagóricos niños que rodeaban a ambos en busca de no quedarse completamente solos en aquel lugar.   

Las horas pasaron en el hospital de forma lenta, la situación de su tía empeoraba cada vez más y en aquel momento, los doctores solamente le habían pasado a informar que su condición era reservada. Pero algo no estaba bien, de eso se encontraba segura y empeorando el panorama se encontraba el hecho de que no podía hacer absolutamente nada al respecto. 
 Para el momento en que creyó que las cosas no podrían empeorar incluso más, luego de haber robado píldoras de la descuidada farmacia del hospital para calmar sus nervios, Jesse apareció frente a ella, cuidadoso de no espantarla con su presencia. Pero era un poco tarde, el simple hecho de verlo a los ojos le provocaba un inmediato rechazo tras todo por lo que los hizo pasar a ella y a sus allegados.

▬ Luciella. ▬ Sentenció Jesse con calma, luego terminó por tragar saliva con cierto nerviosismo, definitivamente no se encontraba preparado para abarcar aquella conversación que esperaba no tener que llevar a cabo, no era realmente capaz de dirigirle la palabra.

▬ ¿Qué quieres tú? ▬ Interrogó Luciella esquiva, con su característico semblante de amargura generalmente provocado por situaciones que escapaban de sus manos, cuando se encontraba lo suficientemente cansada de todo como para perder incluso la voluntad de ser cruel con alguien que le desagradara. 

▬ Realmente lamento todo lo que sucedió en la academia...▬ Comenzó por disculparse el azabache, siendo lo más cuidadoso posible con sus palabras solamente para no hacer enfadar a la contraria. Ahora poco restaba del carismático y agraciado Jesse que todos habían conocido cuando era solamente un demonio intentando pasar desapercibido, solamente mantenía su misma belleza masculina. Ahora era un simple hombre de personalidad insegura, incapaz de siquiera enfrentar hechos pasados.

▬ No te preocupes, apenas me acerqué lo suficiente a ti, me di cuenta de que ya no eres aquel que nos atormentó. No eres el ser que asesinó a Heather y Demian e intentó incinerar a mi tía. ▬ Respondió vagamente Luciella, como si el simple hecho de sostener una conversación le costara horrores, atosigando los estragos del sentimiento de pérdida inminente. 

▬ Entonces supongo que sabes quién es el único que puede ayudar a Latea. ▬ Inquirió Jesse, quien pese a su inseguridad y rodeos, la única cosa que tenía en claro era que solamente el doctor Joseph Templeton contaba con las capacidades necesarias para llevar a cabo la cirugía que sería capaz de salvar la vida de Latea, ya que había sido él quien lo trajo nuevamente a la vida y posteriormente lo echó de su enfermería como si se tratase de un perro. Un perro confundido y callejero. 

▬ Lo único que no comprendo es cómo logró traerte tan... Bien. ▬ Finalizó Luciella dubitativa, puesto que comprendía que según el doctor, ella misma había sido la "obra de su vida", y tal parece que fue capaz de repetir el milagro una vez más. Incluso había logrado unir la mano de Jesse efectivamente, como si jamás hubiera sido cortada desde un principio. 

Jesse se encogió de hombros, aquella respuesta era realmente desconocida para él puesto que contaba con un casi nulo conocimiento acerca de los experimentos del doctor. A diferencia de Luciella, no recibió ningún halago o interrogatorio por parte de Joseph Templeton al despertar, pero luego podrían preguntarle, ahora debían encontrar la forma de ayudar a Latea, a quien él había conocido como una hermana en sus días de estudiante. 

▬ ¿Estás conmigo entonces? Debemos sacarla de aquí de inmediato y llevarla a la academia. ▬ Vociferó el mayor, pero pese al entusiasmo de este, Luciella no se encontraba tan convencida. A su parecer sería imposible simplemente robar a un paciente que se encontraba en tal estado del hospital. 

▬ Mira, al fondo de aquel pasillo está la morgue. Si ambos hacemos nuestro trabajo, podremos hacerlo... Solamente debemos tener esperanza. ▬ Señaló Jesse casi rendido, buscando en el rostro ajeno un poco de aceptación con un semblante derrotado y lastimero. Y de hecho funcionó, Luciella lo comprendió y tal como había explicado el ojiazul, solamente el doctor Templeton sería capaz de salvar a su tía. 

▬ Está bien, iré hacia la morgue, ¿pero qué harás tú? ▬ Interrogó Luciella, puesto que sería necesario que se encontraran completamente sincronizados y en el mismo plano si deseaban llevar a cabo semejante hazaña. 

▬ Iré a conseguirme una bata de doctor, en cuanto la distracción esté lista, nos la llevaremos. ▬ Respondió Jesse con convicción por primera vez desde que se atrevió a dirigirle la palabra a Luciella, y entonces simplemente partió en busca de alguna oficina que se encontrara vacía de donde pudiera robar el uniforme necesario para entrar a la sala de emergencias sin mayor problema.

Luciella antes de ir hasta la morgue, debió tomar un desvío hacia la capilla del hospital en busca de unas velas que pudiera utilizar. Llegaba incluso a ofenderla el hecho de que Jesse trazara todo aquel plan como si su propia participación fuera cosa sencilla, cuando en realidad necesitaba de varios elementos para llevarlo a cabo, por fortuna, ya contaba con varios en su bolso y fue cuestión de recorrer algunas habitaciones del hospital para encontrar el resto de ellos. 
 Una vez que se encontró en la morgue, fue capaz de presentir la esencia de la muerte de aquel lugar. De hecho, aquella misma esencia se encontraba por absolutamente todo el hospital debido a las personas que allí morían a diario, pero se intensificaba aún más en aquella fría habitación donde se encontraban los cadáveres de los difuntos. Uno por uno comenzó a buscar al espécimen perfecto, uno que no contara con ninguna herida de relevancia que entorpeciera sus movimientos. El indicado terminó por ser un joven muchacho, probablemente de su edad o con uno o dos años más, bastante similar a John en apariencia. Por un momento titubeó, realmente no le agradaba aquello de andar jugando con cadáveres, pero era lo único que podía hacer si deseaba salvar la vida de su tía. Echó un último vistazo al cadáver que emplearía, casi disculpándose por sus próximos actos e intentando al menos abrocharle debidamente la bata que se encontraba cubriendo su cuerpo.

Bartolomé siguió debidamente a Violet, aunque más bien, era guiado por las cálidas manos de muerta de ella. Incluso si llegara a soltarlo, sería capaz de seguir a ciegas el olor a rosas que la contraria desprendía, por lo que no significaba realmente algún inconveniente, pero se impacientaba con la caminata que cada vez lograba prolongarse más, o eso deseaba pensar. Honestamente le sentaba bien la caminata, a sabiendas de que una vez que terminara, deberían hablar de asuntos desagradables y posteriormente, se despediría forzosamente de su vieja amiga Violet.  

"Ya estamos cerca." Advirtió Violet con calma y carisma, con la misma personalidad fuerte y amigable que poseía cuando se encontraba con vida. De sólo pensarlo, Bartolomé comenzaba a sumirse en una oscuridad más profunda que la de la falta de vista, la depresión y tristeza de saber que solamente podría estar junto a ella perdiendo sus ojos y aún así, no sería capaz de verla. 

▬ No te preocupes, tengo todo el tiempo del mundo. ▬ Replicó a modo de broma el castaño, a lo mejor había conseguido tener aquel retorcido sentido del humor sarcástico en las situaciones más complicadas gracias a la influencia de Violet durante su adolescencia. 

"No quiero que estés triste, Bartolomé."  Inquirió Violet con sabiduría, mientras que sus pasos comenzaban a ralentizarse hasta finalmente detenerse. Habían llegado al final de su camino. 

▬ No lo estoy Violet... ▬ Respondió Bartolomé, intentando recobrar fuerza y valor para no verse mal ante Violet, puesto que no deseaba preocuparla, pero era notorio que después de tantos años aún no era capaz de mentirle. 

"¿Recuerdas aquella vez cuando tenías diez años?" Interrogó Violet, entonces finalmente Bartolomé fue capaz de sonreír incluso en medio de aquella desesperanzante situación ante el recuerdo de épocas pasadas. 

▬ Tenía mis manos llenas de espinas, no dejaban de sangrar. ▬ Comentó Bartolomé, estando sin vista era capaz de inclusive revivir aquel momento como si hubiera sido apenas hace unos pocos días atrás. A lo mejor se trataba también del hecho de ser capaz de sentir el pronunciado aroma de las rosas como en aquel entonces. 

"Los brazos también, hundiste por completo tus pequeñas manos en el rosedal para tomar la rosa más bella y regalármela. Luego lloraste durante toda una hora mientras que Latea removía las espinas una por una de tu piel, pero te detuviste cuando te dije que debías ser valiente." Continuó relatando la mayor, mientras que ahora comenzaba a acariciar los brazos del contrario. Ya no eran los brazos de aquel pequeño, eran los brazos de un hombre, a lo mejor el haberlo visto crecer tan rápido también le provocaba cierta tristeza, se había perdido de mucho con su propia hija. 

▬ Y luego juré que cuando fuera más grande me casaría contigo, entonces te entregué tu rosa.▬ Finalizó el castaño, luego su mente dejó de divagar entre recuerdos de antaño y regresó a la situación en la cual se encontraban actualmente. 

"Y tal como lo hiciste en aquel entonces, debes prometerme que serás valiente, Bartolomé." Aclaró Violet, para afianzar su sonrisa una vez que notó la renovada convicción en el castaño tras sus palabras. Ahora era el momento, ya se encontraba preparado para dar el siguiente y último paso hacia la verdad del mal que asecha a la academia. 

Varios pacientes que se encontraban esperando a ser llamados en la pantalla del hospital con su número en mano, algunas enfermeras, otros doctores e incluso visitantes que habían ido solamente a echar un vistazo a sus parientes internados en las instalaciones se espantaron por completo. Algunos se alejaron con algo de asco, unos otros aún husmeaban en busca de comprender qué era lo que sucedía y finalmente, una enfermera que había sentido lástima por la muerte de aquel joven simplemente se desmayó por la impresión de verlo nuevamente de pie por cuenta propia. 

Luciella aprovechó para acercarse hasta la habitación donde su tía se encontraba internada, entonces Vetala prosiguió con su camino como si se tratara de un animal salvaje y desorientado en aquel ámbito, pero lo disfrutaba. Realmente cualquier ocasión que tuviera de ser invocado era todo un sueño ahora que se encontraba confinado a los deseos de Luciella. 
 El único doctor que había en la habitación de Latea salió ante el bullicio que había en la sala de emergencias, palideció y simplemente huyó con cobardía del hospital, aquel cuerpo que Vetala manejaba había sido el mismo que más temprano había muerto en sus manos. 
 Jesse, tal y como había prometido, se encontraba con la bata de doctor robada, por lo cual no tuvieron problema en llevarse a Latea en la camilla, aún conectada a algunos aparatos médicos que podían ser trasladados. 

▬ ¡Debemos trasladarla al hospital de Alpine Town, rápido! ▬ Exclamó Jesse, dejando fascinada a Luciella por unos momentos debido a aquella capacidad de mentir. La rubia reacomodó estratégicamente su escote mientras que intentaba llamar la atención de los paramédicos que no se encontraran asistiendo a Jesse para que estos no oyeran los gritos provenientes del interior del hospital a causa de Vetala, quien disfrutaba de espantar a los vivos y hacerles sentir sus peores pesadillas y temores. 

Una vez que lograron hacerse con la ambulancia necesaria para trasladar a Latea, Jesse solamente debió encargarse de deshacerse del conductor, lo cual fue una maniobra arriesgada puesto que por poco terminó por arrojarlo del vehículo en movimiento, pero finalmente lo hicieron posible y se dirigieron estrictamente a la carretera en dirección a la academia Deus Magnus, mientras que Luciella se mantenía en la parte trasera cuidando de su tía debidamente. 

De momento a otro, la radio de la ambulancia que hasta el momento se mantuvo apagada debido a que el paramédico no demoró en alertar que el vehículo fue robado, se encendió nuevamente por cuenta propia. Esta vez no había ninguna voz del otro lado llamando para amenazar con dar aviso a las autoridades y rastrear el vehículo, solamente una fuerte interferencia ensordecedora. Jesse comenzó a golpear casi desesperado con su diestra la radio, puesto que no se apagaba de forma manual, pero aún así y tras haber despedazado algunos trozos de esta, aquella ensordecedora interferencia mezclada con alaridos irreconocibles aún se mantenía, cada vez más fuerte y molesta. 

▬ ¿Qué sucede, Jesse? ▬ Interrogó Luciella asomándose por la ventanilla que conectaba con la cabina de conductor donde se encontraba el pelinegro, incluso atrás donde ella se encontraba era audible: múltiples voces gritando, soltando alaridos de dolor y lamento entre la interferencia, voces de inframundo. 

▬ No lo sé, ¡pero es insoportable! ▬ Exclamó Jesse comenzando a exasperarse debido a aquella interferencia. Pero no era solamente el sonido en sí lo que lograba arrastrarlo hasta tal estado, sino que también los gritos de inframundo provenientes de el que comenzaban a acumularse en su cabeza. 

Finalmente, Jesse no fue capaz de continuar conduciendo, terminó por pisar el freno a fondo y hacer derrapar la ambulancia, provocando que la camilla de Latea se tambaleara peligrosamente y Luciella casi cayera entre el desastre provocado. Una vez que apagó el motor de la ambulancia, la interferencia se acabó y su cabeza fue capaz de descansar, pero entre su distracción no alcanzó a notar aquello que Luciella vio delante de la ambulancia una vez que salió en busca de ir a asistir a Jesse.
 Allí, en medio del sol y con más rostro de cadáver que el que debería ostentar, se encontraba una encapuchada. Incluso a pesar de la luminosidad del día, era complicado vislumbrar sus facciones a través de la pesada capucha que lograba ensombrecer su semblante, entonces Jesse también salió del vehículo en busca de unirse a aquella pequeña reunión. El pelinegro esperaba ser capaz de acabar con aquella entrañable situación de forma rápida, por el bien de Latea quien no contaba con el tiempo a su disposición. Pero Luciella y aquella extraña se miraban fijamente, sin mencionar palabra alguna, solamente con la brisa entre ellas a medida que se examinaban la una a la otra. 

PurgatoriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora