Capítulo 30: Los campos dorados [Borrador]

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"Despierta, cariño." Vociferó la voz de su madre desde las cercanías, en la vaga calma de aquella calidez primaveral que las envolvía. Entonces Luciella comenzó a disfrutar por unos momentos de aquel pacífico sitio, donde los cielos eran celestes, no grises como usualmente lucían día tras día en la academia, ni con pesadas y amenazantes nubes negras que mancillaran la tranquilidad. Todo se encontraba perfectamente en calma y Luciella ya había combatido lo suficiente durante aquel año escolar, se sentía preparada para pasar el resto de la eternidad junto a su madre de una buena vez por todas. 

▬ No, quiero quedarme aquí mamá, contigo. ▬ Replicó Luciella en negativa sin perder su claro semblante, era incapaz de sentir cualquier otra cosa que felicidad, sujetando alegremente las manos de la contraria y poniéndose de pie en el prado dorado que se extendía en la infinidad. En aquel especial lugar, no sentía el dolor de las heridas provocadas por su encarnizada pelea, tampoco había preocupaciones o remordimientos, solamente tiempo y cariño por compartir con aquella madre que jamás tuvo. 

" Debes regresar con los que te aman." Inquirió con reticencia la mayor, tomando a la vez firmemente las manos de su pequeña a la par que daba su mejor intento por persuadirla de sus decisiones.  "Yo te amaré por siempre, como lo hice desde el primer momento en que te sentí en mi vientre, la primera vez que fui capaz de sostenerte en mis manos, tan inocente y bella. Mi hermosa niña, mi propia y valiente hija. " Declaró Violet, comenzando a acariciar los cabellos de su pequeña de forma solemne en lo que sería una última despedida. Su hija se había convertido en toda una mujer: Fuerte, valiente y decidida, pensando en los demás antes de en sí misma. En aquel año había llegado a madurar más de lo que cualquiera creería, y eso de por sí solo, era capaz de otorgar a Violet la calma requerida para dejar marchar a su retoño.

▬ Ya no deseo regresar, he hecho todo lo que necesitaba hacer en mi vida, ahora solamente quiero a mi madre. ▬ Sentenció la menor, con una inocente sonrisa de infante resplandeciendo en su rostro, aquellas sonrisas que de niña le hubiera regalado a su madre de tan sólo haber contado con la oportunidad.  

"No es así como debe funcionar, Luciella. Tienes mucho más por delante, apenas estás comenzando con tu vida. " Inquirió Violet en busca de hacer entrar en razón a su hija, principalmente por el hecho de que no le quedaría mucho tiempo de vida de seguir sosteniendo aquella conversación. Poco a poco el semblante calmo de Violet se agrietó con una mueca de amargura residual, el tiempo era en efecto escaso y el pensamiento de que su niña fuera a perder el resto de su vida era cruel y atroz.

▬ Tú también tenías mucho más por delante, conmigo. Así que estemos juntas, desde ahora y para siempre. ▬ Vociferó la menor convencida, rodeando a su madre con sus brazos para así sujetarla y no dejarla ir.  Su madre la miró, viendo atentamente como mantenía aquella inocente sonrisa en su rostro, perfectamente dibujada y dejando a relucir sus aperlados dientes. En aquel momento, Violet lloró con aceptación la muerte de su hija, quien se negaba a despertar, quien solamente deseaba tener una única oportunidad de ser capaz de corresponder al amor de madre que le era otorgado.

En los campos dorados permanecieron juntas, abrazadas y compartiendo el lazo único de madre e hija. Compartieron un momento robado de tranquilidad en aquellas tierras apartadas de la devastación y calamidad de la academia que había logrado separarlas. Ahora, en aquel momento e instante, finalmente fueron encontradas.   

Aria caminó sin temor entre las llamas de la academia que comenzaba a desmoronarse a su alrededor, siendo envuelta por estas en su incandescente y abrasadora presencia. Continuó con su camino incluso aunque el denso humo dificultara la visión, llegando a tiempo de sujetar a John antes de que este se desvaneciera debido a la cantidad de humo que se encontraba inhalando en medio del caos. Aquel no deseaba marcharse, aún debía encontrar a Luciella indiferentemente de que le llevara la vida el hacerlo, se habían separado hace ya bastantes minutos, eternidades, y la academia no soportaría mucho tiempo más antes de finalmente colapsar. 

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