He subido y bajado de autos, visto el sol y la lluvia, hablado con tres desconocidos, despedido de uno que bien conocía, cambiado de ropa y ofrecido explicaciones, en un mismo día.
Dar otras, no es molestia.
Yetro me dio un vaso con agua, como le pedí de favor. Me pasaba cobro el no haber comido temprano ni bebido. Nos podíamos comparar, a él le pasaba cobro las ojeras, frotarse las cejas y sentarse derecho. Tenemos deudas que pagar.
Al acabar de beber, empaticé con él.
—Lo siento mucho, señor.
—Gracias. También lo siento. —Aclara su garganta y acomoda la corbata en su cuello—. Supe que estuvo con Felipe y lo encontraron.
Asentí confirmando.
—No le quitaré demasiado tiempo —cambió el tema, inclinándose a un costado y sacando un sobre de debajo de la mesa—. ¿Está usted al tanto de que se dará lectura a un testamento?
—Lo estoy.
—¿Y sabe por qué vino? No la quiero ofender, pero no pertecene a mi familia.
—Le tenía muchísimo afecto a Estéfano —digo expresando lo que siento—, tanto para llamarlo abuelo aunque no compartieramos lazos sanguíneos, señor Yetro.
—Lo respeto, no piense que no. —Una máscara de inamovilidad—. Aun sabiendo eso, debo velar porque no me estén tomando el pelo, señorita. No tengo tiempo ni humor para chistes.
Di gracias a los zapatitos pues me ayudaron a ponerme en pie y agradecer por el agua.
—Seguro lo sabremos pronto. ¿Me puedo ir?
No osó decir palabra, pero lo tomé como un sí y regresé a las prisas, como si tengo pendientes que tratar fuera de aquel despacho. Al ir por la perilla, la puerta se abrió de golpe y me eché atrás, evitando colisionar con ella.
—Papá...
Mis ojos encontraron los de un hombre; de un azul un tanto extraño, mezclando ese color con el verde, en motas. Moví los mechones que se soltaron de mi coleta y aparté la vista de otro sujeto al que su cara me suena y la enfoqué en la puerta, soltando un «Con permiso» bajo para salir definitivamente de allí.
¿Dónde estoy? ¿Por qué esa pared se parece a la pared que ya pasé?
—¿Quieren que vayamos por ustedes? —dijo Owen. No saludó, fue directo a preguntar lo que le conviene: estar al corriente de mí sin que se lo cuenten.
—Estoy entera. —No estaba segura de si crucé un pasillo que me sacara de la casa o si, al contrario, estoy más adentro—. Y en una fiesta, además.
—¿En una fiesta? ¿Qué haces en una fiesta?
—Quisiera saberlo —musité y por fin di con la puerta del jardín—. Quisiera saber muchas cosas, pero quién dice que sea bueno enterarme.
—Suenas melancólica, pásame la dirección —digo urgido. Reí por su actitud.
—Al volver serás el primero al que acuda.
Finalicé la llamada y Presley levantaba las manos, atrayendo mi atención. Seguía acompañada por este chico, no sé su nombre, pero se le ve a gusto. Y comiendo. Aun mejor.
El jardín es gigante, con muchas personas, una banda, comida y meseros que sirven.
Una verdadera fiesta.
—¿Todo bien? —me ofrece de su plato y tomo un par de galletas, metiendo una entera en mi boca—. Estás hambrienta, come sin pena. Adivina. —terminé de masticar y fui por la segunda galleta. Presley siguió hablando—. Él cree que eres mas linda que yo. ¿Ves que no soy la única que lo piensa?
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Si el Vestido te queda
RomancePrimera parte de la Trilogía "Si te queda". Una mujer enamorada, ilusionada y con un bello vestido puede ser todo un sueño. Brillas, idealizas y apruebas lo que no. Lastimosamente, no es el sueño de Monilley. Nunca tuvo oportunidad de decir que sí...