Poema XI Mateo I

6 0 0
                                    


Me sumerjo en una tina,
Llena de agua,
Turbia y pestilente.

Recorro con mis pies hinchados,
Todo el campo obscuro,
Como cada mañana.

Amigo,
Nunca hablé de ti.

Tengo ganas de gritar en el desierto.
Y es que aún me siento como aquella niña,
La que cuidabas tanto
Y protegías de malas manos.

Espantaré a las palomas negras,
Y llenaré con el ruido de mi voz
Aquel espacio vacío.

Quiero oír el timbre que escapa de mi garganta
Y hacerlo llegar al infinito.

Respóndeme.
¿Llegó a tus oídos?

¿Por qué no me llevaste contigo?
Me dejaste en medio de un averno,
Sin encontrar el sentido y el rumbo.

Amigo, te extraño.
Lloré cuando vi tu cuerpo inerte,
Sufrió mi corazón,
No aceptaba oír tu muerte.

Te necesito,
Te quiero.

Te lloro,
Te pienso

Ya no soporto más,
Me duele todo
desde que ya no estas.

Te llamo,
No respondes.

Pido ayuda,
No te apareces.

Ya no estas para defenderme,
Para salvarme de quienes me enloquecen.

Te extraño tanto,

Lloro cada noche.

Me hace falta tus brazos
para poder sostenerme,
Como cuando llegabas a salvarme,
Cada tarde,
En cada clase.

Siempre veo nuestra foto,
Y a mi memoria viene
el precioso instante,
Cuando de pequeña me decías
"Te cuidaré siempre".

Ya no soporto más

Sigo ahogándome más.


Mis pies ya no me importan.
Caminaría miles de kilómetros,

gritando tu nombre.

Me dirijo hacia tu encuentro.

Volveré a verte, Mateo.
Llegó mi hora.

¡Mateo, al fin¡
Volveré a ver tu lindo rostro.

Mi rumbo en esta tierra
Acabará pronto.
Empezaré una nueva,
Una como solíamos hacer antes.

Mateo...


Siempre te he querido.
Nunca se lo he dicho a nadie.

Es nuestro secreto

Aquel que marcó mi existencia,
Donde sólo tú eras el causante
de mis sonrisas puras y sinceras.

GRITOS CANTADOSWhere stories live. Discover now