16.-Otra vez tu?

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Llegamos a Fango inundando de gritos, aullidos y canciones a nuestro alrededor. Muchas personas que se encontraban en la entrada nos saludaron alegres, con la misma emoción que nosotras, y algunas sólo nos miraban de pies a cabeza, algo que hizo que nos sintiéramos aún más hermosas.

Ingresamos a la discoteca y nos asombró la decoración realizada por los alumnos graduados. Estaba extremadamente loca! Colocaron luces en cada rincón, luces fluorescentes en el suelo, las cuales nos alumbraban y cada que pasabas por la entrada te sentías una estrella pop.

Habían carteles y pasa calles que expresaban cariño hacia los futuros graduados y al colegio. En el bar, toda clase de bebidas estaban disponibles y el barman preparo tragos exquisitos, gracias a mi ignorancia, olvide preguntar que fue lo que estábamos bebiendo, así que nos conformamos con el delicioso sabor y la musica.

Todos los chicos de último grado nos miraron de pies a cabeza, algunos enviando guiños o tan sólo pasando por nuestro lado, fue algo extraño, ya que al menos yo no solía recibir ningún tipo de piropo proveniente de otra persona que no fuera Emily o mi madre.

Tomamos nuestras bebidas mientras analizábamos la pista de baile, habían un par de parejas bailando de forma un tanto provocativa, y el resto de las chicas de mi curso. Decidimos unirnos a ellas y empezar a volar al ritmo de la música, pareciendo drogadas y cantando hasta acabar con nuestras cuerdas vocales.

Alicia y Naomi bailaban juntas, hacían el dúo perfecto, ya que su personalidad superficial combinaba, estaba más pendientes de que diría la gente que las vea bailar, debían lucir elegantes y "en la onda".

En cambio, Emily bailaba conmigo sin importar lo que pase, nosotras si que parecíamos un par de enfermas drogadictas, pero realmente pasamos un buen rato.

Después de algo así como 45 minutos bailando, regresamos a la barra a beber algo, lo que fuera para calmar nuestra voraz sed.

Al recuperar el aliento, decidimos esperar un momento antes de volver a bailar, divisamos a mis amigos llegar un poco ebrios. Tan sólo un poco.

Raúl, se acercó a mi y me dio un abrazo, algo demasiado raro en él, y me susurró al oído, creo que tomé un poquito más de la cuenta Kate de mi vida, al que respondí con un empujón y lo aparté muy enojada de mi camino, el sabía demasiado bien que yo detestaba a la gente mimosa y ebria al mismo tiempo.

Me alejé un poco de las butacas donde estaban sentados todos rodeando a Emily, necesitaba un poco de aire, así que salí al balcón que había a un costado de la discoteca. Noté que cada vez había más gente, esta vez, ya no veía a tantos alumnos de mi escuela, ya llegaban mayores y chicos extraños de otras escuelas o universidades. Ignoré a todo el que intentaba acercarse, hasta llegar al balcón.

Cuando estuve sola, ya pude tomar mi medida justa de aire y aclarar mi mente de todo el cansancio y parte de mi rabia hacia Raúl.

Pero algo me asustó. Sentí una mano en mi hombro.

Me di la vuelta rápidamente y casi caigo desmayada.

Leo Castelli.

Pero, cómo podía ser posible?!?!?

Me saludó con dos besos en la mejilla y un me extrañabas baby? Muy amable de su parte.

Sin contestar, le correspondí el abrazo, aún sin entrar en razón, aún sin darme cuenta de lo que realmente sucedía.

Sin decirme nada, jaló de mi mano, y me llevó de nuevo a la discoteca, atravesando todo rincón de ella, dejando que todos nos vieran hasta llegar a la pista de baile. Lo único que podía soltar en esos momentos era una sonrisa. Muchos sentimientos volvieron a mí. Pensé por un momento que podría pasar lo mismo que en Roma, que todo lo que siempre soñé desde entonces iba a repetirse y cumplirse tal y como lo imaginaba.

Bailamos quince minutos la mejor música que pudieron poner, mis canciones favoritas y una especie de emoción se apoderó de mi. Pero no tanta como esperaba. Seguía en ese estúpido estado de shock.

La única pregunta que rondaba mi cabeza, por encima de las mil que me atormentaban era por qué estoy bailando con este imbécil que me hizo sufrir tanto? Porque dejo que me coquetee otra vez? Siento lo mismo? Como es que llego a Milán? Como es que llegó a esta fiesta? Como es que me encontró?

Esta bien, esas son varias preguntas y no sólo una, exactamente ese era el problema.

Pero al mismo tiempo pensaba que estaba consiguiendo todo lo que soñé por estos meses, más vale tarde que nunca, no?

Leo estaba empeñado en que sucediese algo más, un polvo, es claro.

¿Y por qué no?

Todas las noches anhelaba un momento así, hasta lloraba con tal de verlo una vez más! Imaginense, no sólo verlo, sino, volver a sentir todo, todo lo que sucedió en mayo, hace tan sólo cinco eternos meses.
No puedo perder el tiempo de esta manera. Hoy es mi noche!!
Sonreí para mi misma y el lo notó. Se acercó más a mi cuerpo, y me dio un ligero beso en el cuello.
Me estremecí, como nunca antes lo había hecho, Leo también pudo notar eso, tenía que dejar de ser tan predecible.
Después de cansarnos de bailar, al parecer tenía planeado llevarme a algún sitio, ya que al jalarme de la mano, caminaba decidido hacia una sola dirección. Salida.
Sin quejarme, lo seguí feliz, saliendo de Fango, y dejando atrás a mis amigos, que no tenían idea de donde me encontraba.
Pude reconocer su auto estacionado a unos cuantos metros de la discoteca, y un escalofrío de felicidad acudió a mi.
Subimos al coche, y enseguida me dio un rápido beso en los labios, al tiempo que su radio tocaba mi canción favorita, One night-Mattew Koma.
Encendió el motor, y aceleró, a toda velociad, con una sonrisa de oreja a oreja, mirándome a los ojos de vez en cuando, diciéndome todo con su mirada.
Me sorprendía que conozca tan bien las calles de Milán, recién estaba entrando en razón, con la idea de que mi amor de verano, se encontraba en mi ciudad, secuestrandome de la mejor manera.
Estacionó el coche en una esquina, de la calle 23 y 7, relativamente lejos de Fango y de mi casa. Alrededor habían unos pocos almacenes abiertos y un puesto de bebidas justo a lado del lugar en el que nos encontrábamos.
Me tomó de la mano y nos acercamos al puesto de bebidas. Compró dos malteadas de uva, mi sabor favorito.
-A dónde vamos?
-Ya lo veras baby...
Empezó a atacarme la curiosidad. Miré al cielo, encantada por la gran luna llena y las estrellas resplandecientes.
Tomó mi mano de nuevo y empezamos a caminar en dirección contraria al auto. Sacó una llave de su bolsillo y me miró esbozando una sonrisa maliciosa. ¿Debía asustarme?
Si tan sólo era Leo, mi loco y deseado amor, incapaz de lastimarme físicamente. O eso supongo.
Abrió la puerta del departamento, estaba totalmente oscuro.
Subimos por las escaleras atravesando un largo pasillo lleno de puertas, al parecer nadie vivía en esos cuartos.
Sentí un poco de adrenalina al abrir nuestra puerta. Número 343. A pesar de estar un poco demente, a causa de los efectos del alcohol, me encontraba consiente de todo.
-Quién vive aquí, Leo?-mi voz delató mi nerviosismo, lo cual lo hizo soltar una carcajada.
-Nunca te mencioné nada de mi primo Pedro, no es así?
-Mmh..no-titubeé.
-Ya no importa. Pasa princesa.
Me estremecí al escuchar esas dulces palabras, encendí la luz y me senté en el sofá. El ambiente era perfecto, podía jurar que era un apartamento sucio y abandonado, o tal vez lo era, y Leo planeó todo días antes. Seguramente fue eso, fruncí el ceño mientras miraba detenidamente las hermosas rosas rojas que se encontraban encima de la mesa.
Se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo, sentí su envolvente perfume, hacía ya mucho tiempo que no olía ese delicioso aroma.
Empezamos a conversar sobre cosas insignificantes mientras bebíamos nuestras malteadas y me sentía totalmente a gusto. Decidí olvidarme de todo. Estas cosas pasan muy pocas veces y es mi oportunidad.
Lo besé.
Sin embargo él no se sorprendió por mi reacción, ese orgulloso Leo que me tenía loca, estaba de vuelta en mi vida.

Masoquismo emocionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora