11.-Gracias Roma

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Escuchaba su voz. Era su voz yo lo sabía. Era incapaz de abrir los ojos, o realizar cualquier tipo de movimiento.
-Que chica más dormilona...-esa voz aterciopelada y sexy, era música para mis oídos.
-Despiértala con un beso, galán.
Me sobresalté, y aún así no abrí mis ojos, estaba viviendo un sueño,mitad realidad y mitad sueño.
Cuando mi sentido común empezó a funcionar con normalidad, pude darme cuenta que me encontraba sobre una cama, obviamente. Y habían dos hombres hablando cerca de mi. Maravilloso.
Abrí los ojos lentamente y para mi mejor suerte, era la habitación de Martina, pero aún no sabía que hacia ahí LEO, y Giacomo. Oh mierda estaba en graves problemas.
-Al parecer tu novia despertó-Giacomo se dirigió a Leo, que puso su mirada en mi.
-Baby, Baby, Baby...traviesa...-miró con seriedad pero sonreía con picardía.
-Oye, lo siento, olvidé todo, me sobrepasé un poco pe..
-Tuve que salir de mi cómoda cama para ir a verte, Gio me llamó, y claro, no me avisas que te vas de fiesta y todavía yo vengo a rescatarte? No puedo creerlo...
-Leo, Martina fue a secuestrarme al departamento y tú me dijiste que no podrías salir.
Sonrió con orgullo y al momento soltó una carcajada.
-Es broma baby, sólo juego y los dos somos libres de hacer lo que nos plazca.
Eso me dolió. Porque por un momento, a pesar de la falsa reprimenda, creí que se sentía celoso, es decir, me estaba protegiendo, porque me quiere, ¿no es así?
Pero es broma, Kate, no puedes olvidar que son sólo amigos de un rato, y que no vives en Roma.
-Si, si-reí falsamente. Espero que no se haya dado cuenta de mi sarcasmo.
-Bueno, ya te sientes mejor? Puedo irme ya?
No dejaría de ser un arrogante de mierda ni aunque me estuviera muriendo. Este chico si que era bipolar, primero la mejor noche de mi vida, muy romántico y ahora esto? Imbécil.
-Puedes irte, estoy bien-le contesté cortantemente.
-Esta bien-se acercó a mi y me besó en los labios dejándome petrificada.
Y luego decían que las mujeres somos las bipolares.
Salió de la habitación dejándome a Gio y a mi boquiabiertos, me quedé un momento en estado de shock. Luego recordé que tengo una amiga llamada Martina que vive en esta casa.
Me paré de golpe y sentí el alcohol descender de mi cabeza a los pies, haciendo que me mareara más, me tambaleé un poco y miré el reloj de mi móvil. 3:20 am
Mierda. Tenía que llegar a mi departamento a la 1:00 am. Mierda mierda mierda. Rosa va a matarme.
-Gio, y Martina?-le pregunté asustada.
-Está con Luca haciendo, no tengo idea que, pero están en la habitación de su madre. Que no está. Tranquila, ya hablo con Rosa y se inventó una excusa para que te quedases a dormir.
- ¿Estas seguro?-mi voz se oía dudosa, igual que mis pensamientos y mi preocupación era inevitable. Nunca había tenido tanta libertad en mi vida. Se supone que Kate Jones es una chica bien cuidada, que nunca sale de su casa en las noches!!!
Gio notó mi preocupación constante, se acercó a mi, y me invitó a sentarme a su lado, en la cama.
-Tranquila Kate, todo está bien.
Sus ojos me miraban con ternura y cariño, definitivamente este chico me caía de maravilla.
Encendí la televisión y nos acostamos a ver una película, no recuerdo el nombre, sólo que el sueño invadió todo mi ser y quedé profundamente dormida, en un mar de sueños mezclados. Me encontraba en una situación extraña. Sentía que todo este viaje era tan sólo un sueño.
Y si, es un sueño, que se hizo realidad.

Me desperté de un almohadazo en la cara. Si, me pegaron con una almohada.
Martina llevaba una sonrisa de oreja a oreja, estaba sentada encima de mi, no fue nada cómodo a decir verdad. Seguía somnolienta y entre sueños, le devolví la almohada con un poco más de fuerza, lo que hizo que resbalara y cayera al suelo.
-Oye idiota dormilona, despierta, llamó tu abuela hace un momento.
Me paré de un salto.
-Mierda, qué dijo? Esta molesta??
-Para nada, me agradeció que te quedarás, de seguro piensa que tienes una vida aburrida en Milán.
-De hecho, si la tengo-conteste con indiferencia.
Martina se rió y me jaló del brazo, por poco arrastrándome por la habitación.
-¡Desayuno listo!-gritó su madre muy feliz.
Aún no sabía que había pasado con Luca, Gio, y en qué momento apareció la madre de Martina.
Acudimos al comedor, me senté en una de las tres sillas ordenadas cada una con una taza de leche, y un sandwich de jamón y queso, a parte del licuado de naranja. Mejor desayuno no podía haber. Sonreí ampliamente. Me sentía como en casa. Martina se dio cuenta y sonrió también, mirándome con amor.
Comimos, conversando sobre la noche anterior. Resulta que, al beber tanto, fui con Gio a sentarme a unas butacas de la discoteca, y me dormí en sus brazos. No sabía como ese chico podía ser tan honesto y bueno de no haberse aprovechado de mí, realmente tuve suerte, y la gran razón por la que Gio fue así conmigo era simple.
Es gay. Y nadie me lo dijo antes.
También me contó que Luca y ella estaban en la habitación de su madre, viendo una película y que "nada sucedió entre ellos".
Si, claro. En fin no me apetecía en esos momentos discutir ese tema.
Hoy era mi último día. Que triste. Alisté mis cosas y me despedí de Martina, la extrañaré mucho y no se en cuanto tiempo la volveré a ver.
Salí de su departamento y llegué al mío disfrutando de los rayos del sol. Rosa seguía en cama, muy feliz al verme, me invitó a que me echase a su lado y miremos su novela. Adoraba hacerme la burla de los personajes y reír a causa del drama que armaban en una escena insignificante.
La hora pasó volando y lo único que rondaba por mi cabeza era Leo. Necesitaba verlo.
Miré su perfil una vez. No estaba en línea. Pasaron cinco minutos y volví a inspeccionarlo. Nada de nada. Empecé a fantasear sobre donde de habra metido y mis ganas de volver a verlo aumentaban más. Mi vuelo salía a las siete de la noche y recién eran las 3:06 pm.
¿Y si ya no lo vuelvo a ver? Yo lo amo. Lo adoro!! Es mi Leo...
Sólo es un amigo, no significa nada, están tan sólo jugando Kate...
Esa voz dentro de mi salió a flote.
Me quedé colgada mirando al suelo, mientras Rosa dormía profundamente emitiendo ronquidos que interrumpían mis tristes pensamientos. Una lágrima resbaló por mi mejilla, y sentí un pequeño dolor de necesidad.
No. No. No. Kate no empieces por favor...
Mi mini-depresión estaba empezando y eso no era bueno.
Decidí levantarme a lavarme la cara y hacer algo de mi vida.
Hice mi maleta y la dejé lista casi en la entrada del departamento, me fui al salón vacío, donde habían preciosos adornos de porcelana en muebles de madera. Habían portarretratos y recordé el trabajo secreto de Leo, me reí un poco, dudando si decirle algo sobre ese encuentro o dejarlo pasar. No podía salir de mi mente.
Saqué un libro que me llamó la atención del pequeño librero. Todos los libros encontrados ahí estaban viejos y desprendían un delicioso aroma a ese papel antiguo, ya me entienden.
Me puse a hojear el libro "Fango" de un autor anónimo, estuve leyendo un par de páginas hasta casi dormirme en esa cómoda butaca.
Fui para la cocina a prepararme algo de comer, me bebí un vaso de leche y volví a recostarme en mi cama. Caí en un profundo sueño lleno de tristeza y angustia, aún no sabía porque me sentía así si la pase tan bien y mi sueño de cumplió. Quien me entiende?
No tenía idea de cuanto tiempo pasó, hasta que sentí el brazo de Rosa al despertarme.
Ya era hora de irnos. Irnos de Roma. Que triste. ¡Sin Leo!
Decidí ahorrarme mis penas para otro momento, debía disfrutar mis últimos momentos en Roma, sí o sí.
Me lavé la cara y en ese instante fuimos al aeropuerto.
Estaba anocheciendo, miré las cosas por el lado bueno, ya había tenido mi diversión y a pesar que fue corta, mi sueño con Leo de todas las noches se hizo realidad. Yo no creía en ese asunto de los deseos y sueños pero esta es una prueba, no muy grande pero muy importante para mí.
Llegamos directamente a dejar nuestro equipaje a nuestra aerolínea, y nos hicieron esperar media hora en esa horrenda fila.
Luego había que esperar a que llegase el avión para recién partir, es claro.
Mientras esperaba me puse mis audífonos y mi playlist masoquista, observando a toda la gente que pasaba por mi lado, niños ancianos y adultos de toda clase, latinos, caucásicos, absolutamente de todo.
Tenía sed y decidí ir a por una gaseosa, al pequeño quiosco que se encontraba en el lugar.
Acabe comprándome dos bolsas de gomitas, una barra de chocolate y mi gaseosa. Algún día rodaré, yo sé que si!!!
Al salir no pude creer que Leo estaba al frente mío, observándome fijamente, con esa mirada matadora que me enamoró tanto.
Sacudí la cabeza y cerré los ojos un segundo para ver si era otra de mis alucinaciones.
Pero no.
Estaba al frente de Leo.
Me acerqué con una sonrisa de oreja a oreja hacia él.
-¿Qué haces aquí?
Que pregunta más obvia. Estúpida, estúpida Kate.
-No podía dejar que te fueses sin despedirme de ti.
Iba a desmayarme, me faltaba el aire en ese momento, ¡ayuda!
-Que lindo de tu parte...
No sabía que mierdas decir, estaba algo así como en piloto automático intentando actuar con naturalidad, mientras que estaba en mi quinta nube en el cielo.
Sonrió con naturalidad, me dió un abrazo.
-Voy a extrañarte...mucho-al fin, tenía que decírselo.
-Aww, y yo a ti baby.
Sin decir nada más, me agarró la mano, y me jaló hasta a fuera del aeropuerto, para estar con más privacidad.
Sencillamente y sin ningún preámbulo, me agarró de la cintura y me besó apasionadamente.
Eso. Eso era lo que necesitaba. Estaba segura que si me iba de Roma sin mi último beso, mi última diversión, no sería lo mismo.
Esta vez me sentí más viva, disfruté ese beso como nunca antes, era mi momento de gloria, de satisfacción y bueno, no de amor, porque la relación entre Leo y yo nunca sería amor mutuo.
Una fuerte voz nos interrumpió, era la llamada hacia pre-embarque, ya era hora. Agradecí que esa fue la voz que nos interrumpió y no la de Rosa o madre de Martina. También me ahorré de una conversación incómoda sin dejar de mirar los labios de Leo. Nos despedimos al vuelo, y corrí de nuevo al asiento de Rosa, que feliz y tranquila, abordó al avión conmigo. Una noche hermosa, estrellada y con luna llena. Clásico.
Siempre que algo pasaba, ya sea bueno, malo o simplemente interesante, pasaba exactamente cuando había luna llena entre esos días. Era algo muy mío.
Subimos al avión, me tocó ventanilla (otra vez) y disfrute mi viaje feliz, con mi playlist masoquista y acompañada de esa hermosa luna y una estrella brillante a su lado.

Masoquismo emocionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora