Capítulo I

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Un año antes

El estruendo de la tapa del baúl al cerrarse hizo que se despertara de golpe y encontrara a su hermana completamente vestida maldiciendo. Miró hacia la ventana y el cielo aún no se había aclarado por completo. Era aún de madrugada.

—¿Qué haces vestida así a esta hora?

—No es asunto tuyo, Rose, vuelve a dormir —dijo Anne terminando de ponerse los zapatos.

—¿A dónde irás a esta hora? Deben ser como las cinco de la mañana.

—Iré a despedir a Phillip al puerto. Emprenderá un viaje a Norteamérica y la paga como tripulante es muy buena.

—¿Hablas de tu amigo el cual nuestra madre te prohibió ver?

—Phillip Lambert, el mismo.

—Sabes que no dejaré que vayas sola.

—Entonces intenta detenerme, y así tu registro de hija perfecta no quedará manchado.

—Yo estaba pensando en acompañarte —contestó Rose encogiéndose de hombros.

Aquellas palabras tomaron por sorpresa a Anne.

—Vístete lo más rápido que puedas. Debemos irnos cuanto antes.

Rose Mary se levantó y buscó haciendo el menor ruido posible qué ponerse. Ambas chicas tomaron sus abrigos y se dirigieron hacia la salida con sigilo, conteniendo la respiración hasta encontrarse fuera de la casa.

—¿Y ahora qué haremos?

—¿Ves aquel carruaje parado cerca de los Norton? Es un amigo de Phillip. Lo envió para que me buscase y trajera de regreso.

—Sí que pensó en todo.

Subieron al carruaje del amigo de Phillip, el cual resultó llamarse Ronald, y partieron hasta el puerto de Brighton, donde esperaban a su hermana. Podía notar a Anne nerviosa ya que no dejaba de arrugar la tela de la falda del vestido con su puño o cambiarse de posición y había comenzado a sospechar que ese muchacho no era tan solo un amigo. El olor a sal se hizo presente de repente cuando llegaron al puerto donde grandes barcos esperaban a que sus pasajeros terminaran de abordar para emprender el viaje.

—Espérame aquí. No tardaré —dijo Anne bajando de la movilidad antes de que pudiese responder.

Rose contuvo un resoplido y miró cómo su hermana corría hacían un joven de cabello claro que la esperaba cerca del muelle. Ambos se abrazaron y su hermana asentía animadamente como respuesta a cada cosa que Philip decía. El capitán se asomó por cubierta ordenando a todos aquellos que faltaban por abordar que lo hicieran. Anne rodeó a Philip por el cuello y éste a ella por la cintura acortando distancia y confirmando su sospecha con un beso. Lambert se despidió agitando la mano mientras que el barco comenzaba a despegarse de la orilla y Anne regresaba al carruaje a paso apresurado y con los ojos un poco húmedos.

—¿Estás bien, Mary Anne?

—Lo estoy. Ronald, llévanos a casa, por favor.

—Amigos —susurró con una mueca Rose mientras miraba por la pequeña ventana.

El regreso transcurrió rápido y en menos de lo que pensaban ya estaban del lado opuesto de la calle frente a su casa. Rose podía notar que aunque lo que acaba de vivir su hermana era una despedida el rostro de Anne reflejaba felicidad. Cruzaron la calle adoquinada apresuradamente y abrieron la puerta con el mayor sigilo posible, intentando cruzar de igual manera el pasillo que las llevaría hasta la escalera, todo en un intento fallido.

—Espero que tengan una muy buena explicación para justificar por qué se marcharon tan temprano —las sorprendió la voz de su madre desde la sala haciendo que ambas se detuvieran en seco y se volvieran hacia donde se encontraba la mujer.

—Hemos... —empezó a hablar Anne buscando una excusa en el aire.

La cara de su madre cada vez empeoraba más y los nervios en ella crecían, jamás había sido capaz de desobedecerla, sin mencionar que no sabía qué clase de disparate podría inventar su hermana.

—Hemos ido a despedir a Phillip Lambert al puerto —dijo antes de que pudiese pensar en lo que acababa de decir, llevándose la mano hacia la boca para evitar seguir hablando.

Las facciones de Elizabeth terminaron por desfigurarse y ahora podía sentir la mirada de odio y furia de su hermana hacia ella. Lo había arruinado.

—Te dije que no quería que vieras a ese joven de nuevo, Mary Anne. Cómo crees que voy a poder casarte con alguien digno si te están viendo que andas a hurtadillas como si fueras una mujerzuela con un joven de clase baja, pobre.

—Pues quizás no quiero casarme...

—Tonterías, tanto tú como tu hermana se casarán y para ello con su padre ya tenemos futuros pretendientes —la interrumpió su madre—. Y tú, jovencita, no arruinarás nuestros planes por un sucio marino.

—Madre, en verdad sólo fue una despedida. Yo los vi —intervino Rose con la esperanza de remendar lo que había hecho.

—No es necesario que mientas por ella, sé que clase de relación vienen teniendo éstos dos. Espero que te hayas sacado las ganas de verlo, Anne, y que conozca a una joven de su estirpe donde sea que vaya así te olvida y no regresa.

Las lágrimas contenidas bordeaban los ojos de Anne, quien estaba intentando con toda su fuerza no llorar ante las ofensivas palabras de su madre. Salió de la sala y se aproximó a la escalera casi corriendo. Rose la siguió y la tomó por el antebrazo para que ésta se detuviera.

—Anne, yo lo siento, no...

—Suéltame —gritó su hermana mientras intentaba zafarse de su agarre—. Tenías que hablar y arruinarlo. No podías callarte y simplemente aceptar una culpa compartida.

Rose Mary la soltó dejándola ir y sin saber qué responder se quedó allí, escuchando los pasos de su hermana por las escaleras y luego la puerta cerrarse de un golpe. En ese instante su padre ingresó por la puerta principal colgando su sombrero en el perchero.

—¿Qué eran esos gritos? Cada día está casa parece más un internado de dementes —se quejó.

—Era tu hija, a la cual no le vendría nada mal asistir a un internado pero de modales —contestó su madre, aún sentada en la sala.

No podía seguir escuchando a sus padres hablando así de su hermana. Necesitaba contarle lo sucedido a Thomas. Sabía que él la ayudaría a solucionar las cosas con Anne. Los buscó por toda la casa pero ya había partido hacia la casa del señor Thomson, su profesor de dibujo. Iría a buscarlo y le pediría por favor que por esta vez no asistiera a su clase.

—¿Necesitan que compre algo? —preguntó antes de salir nuevamente.

—Querida, sabes muy bien que de las compras se encarga Alice. ¿A dónde irás ahora?

—Solo a dar un paseo. Estaré de regreso antes del mediodía, madre —respondió mientras se dirigía a la salida.

Al salir el viento le alborotó el cabello e hizo que un leve escalofrío le recorriera el cuerpo. Acomodó su falda y los mechones sueltos detrás de la oreja mientras se ponía en marchar en busca de Thomas y de su ayuda, calle arriba.

 Acomodó su falda y los mechones sueltos detrás de la oreja mientras se ponía en marchar en busca de Thomas y de su ayuda, calle arriba

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