Capítulo V

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— ¿Cómo puedes si quiera decir eso? Finges un falso pesar pero te estás regocijando con su muerte. —Rose miraba atentamente a su hermana en silencio, intentando casi no respirar —Philip tiene una familia, un padre, una madre y un hermano que lo están llorando y sufren por su pérdida.

Su madre carecía de expresión alguna.

—Y lo lamento por ellos, pero me alegro por ti. Me alegro porque se haya evitado que seas parte de esa familia.

—Te equivocas —soltó Anne.

Ella la miró con asombro y Elizabeth con furia, pero su hermana no pareció notar ninguna de la emociones.

— ¿Qué has dicho? —preguntó su madre. Sabía que había escuchado perfectamente pero aun así desafiaba a su hija a una repetición.

—He dicho que te equivocas, madre. Si soy parte de la familia Lambert. Philip y yo estábamos comprometidos, y aunque ahora él ya no pertenezca a este mundo, jamás me casaré con alguien que tú me impongas.

La distancia entre ellas se cerró con cada palabra que Anne había dicho, dejando a Rose a un costado pero frente a ambas. La mano de Elizabeth chocó con el perfil izquierdo de su hermana como había visto tantas veces cuando ella o Thomas se revelaban, pero su hermana no se movido de su lugar.

—No eres más que una niña malagradecida. Te casarás con quien tu padre y yo dispongamos, te guste o no, lo quieras o no, pero lo harás.

—Podrás ser una bruja en muchos aspectos, Elizabeth, pero careces de magia para que ciertas cosas sucedan.

Vio a su madre alzar la mano nuevamente pero Rose le sostuvo la mano.

—Madre, ya es suficiente.

—Rose, no te metas. No manches tu reputación de hija perfecta —dijo Anne.

—Intento ayudar. Madre, por favor, déjala.

Su madre la miró por un segundo y bajó el brazo, luego se alisó la falda y se aclaró la voz para hablar.

—Tienes razón, Rose Mary, no vale la pena esforzarse con las causas perdidas.

—Yo no... —su madre no había entendido lo que quiso decir y al parecer su hermana también lo había interpretado mal.

Anne salió hecha una furia y subió las escalera con igual intensidad, ella la siguió intentando mantener el paso hasta la planta alta de la casa.

—Anne, espera —pero ésta ya se había encerrado en el cuarto dejándola del otro lado de la puerta.

—No, ve con nuestra madre. Seguro está agotada por haber estado renegando con conmigo, con la causa perdida.

—Escucha, yo no quise decir que no valieras la pena. Yo quise...

—Ya da igual lo que hayas querido decir, Rose. Ya me da igual lo que piense esta familia de mí. El único al que realmente quiero es a Thomas, y ahora lo perderé porque se marcha a Francia.

—Anne, déjame entrar- dijo mientras forcejeaba con el picaporte- Yo te quiero y sé que de alguna tú también me quieres a mí a pesar de todo —el nudo en la garganta iba creciendo con cada palabra —Déjame ayudarte e intentar arreglar las cosas que he hecho mal para contigo.

—Lo mejor que puedes hacer en este momento es dejarme llorar a Philip en paz y desaparecer.

Esa noche Mary Anne no bajó a cenar. Le había contado a solas todo lo sucedido a Thomas en cuanto llegó de su día de trabajo con su padre. Decidieron que es noche Rose dormiría en su habitación y que él hablaría con Anne para tranquilizarla. Su madre, por otra parte, no había tocado el tema y actuaba como si nada hubiera pasado. Incluso al principio de la cena preguntó si su padre lo sabía, cosa que descartó ya que éste no paraba de hablar de lo bueno con los números que era Thomas y que debería llevar las finanzas de la empresa como él, lo cual bien sabía ella que no pasaría. Su hermano aún no mencionaba nada sobre Francia, y Rose estaba segura de que iba a hacerlo cuando detenerlo fuera imposible.

No pudo callar los pensamientos que surgía en su cabeza, no obstante tampoco pudo dormir. Había pensado en si sería posible que la relación de su madre y hermana podría arreglarse después de lo terrible que fue el día anterior. Pensó en que si ahora que Thomas partiría las cosas serían mejor o peor. La imagen que guardaba de Philip Lambert en su memoria el día en que había acompañado a Anne al puerto también había aparecido por la noche. Estaban comprometidos, iban a casarse y ya no podrían. ¿Podría Anne algún día volverse a comprometer con alguien más? El cantar de las aves la había sacado de sus pensamientos cuando notó que ya era de día y el sol se filtraba por la ventana. La casa aún se hallaba calma, todos dormían, pero Rose Mary no pudo evitar ir hacia la habitación que compartía con Anne y abrir lentamente la puerta para mirar. Alguien detuvo la puerta desde el otro lado de repente haciendo que se llevara un susto.

— ¿Qué haces? —dijo Thomas saliendo de la habitación con el cabello enmarañado.

—No lo sé. Quería ver si todo estaba bien.

—No está bien pero pudo dormir, lo que quiere decir que estará mejor.

—Debe estar devastada. Thomas, juro que mis intenciones al intervenir fueron buenas. No quería que se malinterpretara.

—Shhh —su hermano le dio un leve abrazo y le acarició la coronilla. —No fue tu culpa, y sé que tus intenciones no eran malas.

Luego de unos segundos Thomas la apartó de sí y la sostuvo por los hombros, buscando su mirada con los ojos para hablarle.

—Hay algo que debo decirte. Llevaré a Anne a Francia conmigo. Anoche se lo propuse y estuvo más que de acuerdo.

Rose sintió una punzada de dolor. Si le costaba dejar ir a uno de sus hermanos cómo podría dejar ir a los dos.

— ¿Cómo harás para pagar su pasaje? ¿Para encontrar un lugar para ambos? —fue lo único que alcanzo a decir.

Thomas inspiró profundamente.

—Así como yo he estado ahorrando, ella también lo estuvo haciendo junto a Philip. Iban a comprar una casa pequeña cerca del puerto. Anne le va a dar la mitad a los Lambert como corresponde, el resto lo empleará para el viaje.

—Sí, es lo correcto.

Rose no supo qué más decir. No sabía cómo tomarse la decisión de sus hermanos. Su hermano hizo una mueca de pena.

—Puedes venir con nosotros, usar tus ahorros. No tienes por qué quedarte aquí. Nos las arreglaremos entre los tres y las cosas serán diferentes. Tu relación con Mary Anne podría mejorar.

Dudó unos segundos, pero la respuesta al ofrecimiento de su hermano apareció clara en su mente. No. Entendía por qué ellos querían ir a Francia. Thomas estudiaría dibujo y pintura; Anne huiría de su madre. ¿Qué haría ella? Tampoco podía dejar a sus padres, que si bien no eran los mejores para sus hermanos nunca habían sido malos con ella.

—No lo haré. No puedo hacerlo y no estoy segura de querer ir. Ustedes tienen motivos para irse...

— ¿Y tú tienes motivos para quedarte? —soltó secamente Thomas.

—Tal vez los tenga.

Ambos ya se había separado uno del otro. Una mueca amarga había aparecido en el rostro del joven y ella lo miraba directamente con el mentón algo elevando debido a la diferencia de altura.

—Veo que decidiste. Rose Mary siempre fiel a sus padres.

—Thomas...

— ¿Algún día serías capaz de arriesgar algo, dejarlo a manos de la suerte?— Ella no respondió pero él la miro atento.

—Creo que no —dijo éste y se marchó a su propia habitación.

—Creo que no —dijo éste y se marchó a su propia habitación

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