Capítulo VI

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El día había llegado. Dos semanas después de enterarse de la muerte de Philip Lambert se encontraban en la estación de tren de Londres esperando a que el tren a Francia tomara su rumbo. La gente iba de un lado a otro con su equipaje subiendo a su tren correspondiente y despidiendo a sus familiares o amigos con abrazos u apretones de manos. Nada de eso ocurriría en su familia. Aún no sabía cómo era posible que sus padres estuvieran allí despidiendo a sus hermanos. Quizás la preocupación por lo hijos siempre estaba presente por más mala relación que tuvieses con ellos. Las cosas habían pasado rápido esas semanas. La primera semana nadie emitió ninguna palabra sobre el viaje o la discusión. Todo salió a la luz recién en la segunda semana cuando el señor Owens anunció que había renunciado a su trabajo como contador para cederle el puesto a Thomas.

—Deberías haber consultado con nosotros. No puedes tomar una decisión tan riesgosa que puede afectar a la familia. —Dijo furiosa su madres —Ni siquiera sabes si el señor Thorn le guardará el lugar a nuestro hijo.

—Tranquilízate, he previsto eso y el señor Thorn me dio su palabra.

Rose esperaba que su hermano hablar y les contara sobre Francia, pero fue Anne quién habló.

—Thomas tiene algo que decirles —dijo dando pie al anuncio de su hermano. Éste dejó de comer y se aclaró la garganta.

—No tomaré el puesto. La semana entrante estaré viajando en un tren a Francia. Conseguí una beca en uno de los mayores estudios de arte de París y aprovechar esta oportunidad es lo que quiero hacer.

Sus padres intercambiaron un par de miradas. Su padre permaneció serio mientras que su madre lo miraba como si acabara de decir una gran estupidez.

— ¿Y cómo se supone que pagarás el viaje? ¿Cómo piensas mantenerte?

—Lo haremos con nuestros ahorros. —Respondió Anne— Viajaré junto a Thomas. No tengo nada que hacer aquí.

Esa noche la cena no acabo bien pero tampoco tan mal como esperaba. Su madre parecía más enfadada por el hecho de que su esposo hubiera renunciado a su trabajo que porque sus hijos se fueran a otro país sin más.

Entre el gentío que circulaba en la estación divisó a Oliver a travesar la multitud hacia ellos. Había ido a despedirse de su amiga.

—Cuando lleguen y se establezcan en París envíen una carta. Sería bueno saber dónde van a quedarse y cómo es la ciudad —escuchó decir a su madre a Thomas y a una distraída Anne mientras ella saludaba a Oliver.

—Lo haremos, madre. No te preocupes. Padre, espero que sepas comprender mi decisión y que el señor Thorn te reincorpore.

El hombre simplemente asintió.

—Buenos días, señor Owens, Elizabeth. —Saludó Oliver —He venido a despedirme.

—Pues despedido —dijo Thomas.

— ¡Thomas! —Lo regañó Anne y fue lo primero que había dicho desde que llegaron —Gracias por venir, Oliver.

—No iba a dejarte ir sin antes despedirme.

Si bien no hubieron abrazos ni apretones de manos por parte de sus padres como lo había supuesto, si lo hubo por parte de su amigo y de ella. Era cierto que después de la muerte de su prometido Mary Anne se había mantenido distante durante todo ese tiempo pero sin embargo le devolvió el abrazo que ella había iniciado.

—Cuídate —le dijo mientras la abrazaba.

—Lo haré, Rose.

En cuanto sus hermanos abordaron el tren, Elizabeth se apresuró a salir de la estación seguida de su esposo. Sabía que su madre sufría aquella partida pero no dejaría que sus hijos la vieran. No daría el brazo a torcer. Rose se quedó acompañada de Oliver hasta que el humo comenzó a salir de la tronera del tren y avanzaba por las vías hacia el túnel. Soltó un suspiro con pesar.

Mary's IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora