Capítulo XI

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Oliver no apareció la noche de la cena en casa del Warren, tampoco los días siguientes. Al principio, Rose pensó que podría haber viajado por algún motivo, salido de la ciudad, pero rápidamente se dio cuenta de él le habría avisado. Quizá no la amaba lo suficiente como para esperarla y había decidido ir por alguien más.

Todos esos pensamientos habían estado rondando por días en su cabeza y lo seguían haciendo en ese instante, mientras estaban de camino a la casona de campo de la familia Jones. Tan pronto como pudo, su madre se había reunido con Sarah Jones y organizado un almuerzo para ambas familias. La casona se ubicaba donde éstos tenían una extensa plantación de hierbas para el té.

Al llegar, Sarah los recibió acompañada por una de sus criadas, una joven de baja estatura y cabello rojizo. Ésta última los condujo por la casa hasta llegar a un gran comedor elegante pero a su vez de aire campestre. Allí un hombre de cabello claro entrecano le daba indicaciones a otra criada.

—Es un placer conocerlos por fin en persona. Mi esposa me ha hablado muchas veces de ustedes.

—Es todo un placer también para nosotros, Ronald. Sarah también ha hablado mucho de usted y sus hijos.

Ambos hombres estrecharon sus manos y Rose saludó con una leve reverencia.

—Ella es mi hija Rose Mary. Me temo que mis otros hijos no nos acompañarán en esta ocasión. Ambos se encuentran en Francia —dijo su madre al ver las dos copas sobrantes en la mesa.

—Francia, la ciudad de la revolución, excelente —exclamó el señor Jones. —Hablando de nuestros hijos, Elena, busca a Octavian y a Pauline y diles que estamos a punto de comenzar.

—Sí, señor Jones —asintió la joven de cabello dorado y desapareció por la puerta.

Al cabo de un instante Sarah apareció en la habitación seguida de los quienes efectivamente eran sus hijos.

—Señor Owens, Rose Mary, quiero presentarles a nuestros hijos, Octavian y Pauline. Elizabeth tuvo oportunidad de conocerlos con anterioridad.

Pauline los saludo con una leve reverencia y una sonrisa en el rostro. La joven era el reflejo de como se había visto su madre unos cuantos años atrás y con cabello más rizado. Octavian, igual de apuesto que su padre y un poco más tímido que el resto de su familia se limitó a saludar cortésmente.

El almuerzo fue mucho más placentero de lo que había sido la cena en casa de los Warren. Ambas madres de familia hablaban entusiasmadas sobre el futuro como si ya estuviera más que claro el motivo de la reunión, mientras que su padre la sorprendió hablando de negocios de exportación con el señor Jones. Pauline, unos tres años menor que ella y posiblemente unos cinco que su hermano, la había llenado de preguntas mientras comían.

—Pauline, ya es suficiente —le advirtió Octavian al notar lo forzada que se sentía Rose al tragar lo tenían en la boca para poder responder,

—No voy a espantar a tu futura esposa. Si aún no la has espantado tú ya nada lo hará.

El comentario la hizo esbozar una pequeña sonrisa pero también causo que Octavian negara con desaprobación el comentario de su hermanita.

— ¿Usted tiene hermanos, señorita Owens?

—Tengo dos.

— ¿Y son mayores o menores que usted?

Rose dio un sorbo a su copa de vino.

—Uno de ellos es mayor que yo, mi otra hermana es mi gemela.

Pauline pareció emocionarse de repente.

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