Capítulo VII

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Con el tiempo no solo se hizo habitual la ausencia de sus hermanos. Muchas cosas fueron cambiando con el pasar de las semanas y los meses. Su padre había ido a hablar con su empleador luego de que Thomas y Anne subieron al tren para recuperar su trabajo como contador de la industria, cosa que el señor Thorn le negó.

—Ya que su hijo, señor Owens, no aceptó la oferta, me temo que de igual modo seguiré su consejo. Pondré a mi sobrino en el cargo. —Le dijo.

Su madre al enterarse se puso como loca. Había discutido con su marido por días y reprochado su mala decisión en cada ocasión posible. Y eso no era todo. En los últimos meses tuvieron que ajustar sus gastos y despedir a parte del servicio, cosa que no hacía feliz a Elizabeth en absoluto y no había servido para nada. Henry Owens había tomado el dinero ahorrado, apostándolo al caballo ganador en las carreras finales con la esperanza de duplicar ganancias, y con mucha mala suerte, dejando sin dinero a su familia. Oliver había ayudado a su padre a conseguir un trabajo de medio tiempo, que, si bien era útil para pagar algunos gastos y deudas, y para poder vivir, no era suficiente. Una parte de Rose quería ayudarlos con sus propios ahorros, pero otra parte de sí le dijo que era mejor conservarlos, al menos por un tiempo.

Había informado de lo sucedido a sus hermanos por medio de una carta. Thomas respondió como lo había hecho las veces anteriores que ella o alguno de sus padres les habían escrito. Al parecer Anne se negaba a hacerlo. Su hermano le dijo que en ese momento le era imposible ayudarlos; aun no tenían una economía estable en Francia y seguía sin empleo, viviendo todavía del dinero que habían llevado.

Se encontraba acompañando a su madre en la tienda de antigüedades y joyas de los hermanos Peterson. Elizabeth había decidido deshacerse de algunos colgantes y pendientes valiosos que no usaba desde que había envejecido. Creyó que sería bueno tener un fondo de dinero resguardado de su marido por si hacía falta en un futuro. John Peterson observaba con detalle cada una de las piezas mientras que su hermano, Arthur, las pesaba para finalmente agregar un valor. La campanilla de entrada al local sonó al abrirse la puerta dejando pasar a Oliver con un añejo reloj de madera oscura de buen tamaño.

—Buenas tardes, caballeros—saludó a los dueños.- Señora Owens, Rose, no esperaba encontrarlas aquí.

—Créeme, Oliver, no eres el único—respondió su madre.

Rose hizo una mueca a su amigo.

—Iba a pasar por tu casa después de dejar esto—dijo alzando el reloj- pero ya que te encontré aquí... Quería pedirte que me acompañaras al cumpleaños de mi prima, Lorna. Su fiesta es esta noche.

—No lo sé, es muy anticipado y...

—Lo sé. Quise avisarte antes pero no tuve oportunidad ni tiempo.

Elizabeth, que había estado negociando con los hermanos Peterson, los interrumpió.

—Deberías ir, querida. Hace tiempo que no asistes a un evento y será bueno para que los jóvenes te vean y tengan en cuenta.

— ¡Madre! —exclamó Rose Mary horrorizada. Oliver rio.

—Supongo que eso es un sí.

—Señor Jenks, déjeme ver ese reloj —lo llamó John Peterson.

—Pasaré por ti cerca de las nueve. Hasta luego señora Owens.

La señora Owens lo saludó asintiendo y tomó a su hija del brazo para dirigirse hasta la puerta. Rose saludó al joven con una rápida sacudida de mano,

—Puedes usar uno de los vestidos que compré para Mary Anne si ya has usado los tuyos demasiado. No se llevó ninguno a Francia y dudo que los haya usado aquí,

—También lo dudo. Cuando se los probó lo primero que dijo fue que eran incómodos y que se sentía aprisionada. —Aunque era verdad que Anne se sentía aprisionada por todo.

—Es una lástima que Oliver no pertenezca a una familia con buen poder adquisitivo

— ¿Por qué? —preguntó Rose sorprendida por el cambio repentino de conversación y por lo que acababa de decir su madre.

—Sus padres lo han educado bien, posee buenos modales. También es apuesto y le agradas, pero...

—Pero no tiene dinero— concluyó su hija.

—Exacto, y eso es justo lo que más necesitamos ahora —dijo la mujer palmeando la bolsa que contenía la paga por sus alhajas.   

Rebuscó entre las ropas de su armario apartando un par de prendas que había pensado que estarían acorde para asistir a la fiesta de Lorna, pero una de ellas ya tenía partes de las telas desgatadas y la otra había perdido parcialmente su color por secarse al sol. Optó finalmente por buscar un vestido en la parte que había sido de su hermana, encontrando una serie de éstos inmaculados y sin usar, bordados y con fino encaje. Descolgó uno color salmó con pequeñas piedritas ámbar que adornaban la parte del busto y las mangas. Una vez puesto el vestido se colocó su calzado color crema y se peinó en cabello recogiéndolo en lo alto y adornándolo con un pequeño broche a juego con unos pendientes. Faltaba alrededor de una hora para que Oliver pasara por ella, pero sus ansias no habían podido con la espera.

Su madre había pedido a Alfred que la llevase hasta el nuevo trabajo de su esposo ya que necesitaba hablar con urgencia con él. A Rose no le dijo sobre qué pero tampoco es como si le importara saber o quisiera entrometerse. Aprovechó la ausencia de éstos y salió con cuidado de la casa, evitando hacer ruido para no alertar a Alice quien cocinaba.

Caminó a paso ligero para dirigirse a casa de Oliver. Si bien fueron pocas cuadras algo de sudor se había formado en su espalda. Esperaba estar estar presentable. Acomodó su vestido y llamó a la puerta con un rítmico repiqueteo con el nudillo en vez de utilizar la aldaba que adornaba la puerta. Una par de segundo después esta se abrió dejando ver a un sorprendido joven Jenks.

—Rose, ¿qué haces aquí? Iba a pasar por ti en una hora, ¿recuerdas?

—Sé que lo dijiste, pero se me hizo imposible esperar. ¿Te molesta que hayas venido?

Oliver negó con la cabeza.

—Me sorprende. Pasa, puedes quedarte en la sala hasta que termine de arreglarme.

Rose Mary no había reparado en el aspecto del joven hasta el momento. Vio que su amigo aún vestía ropa casual pero que su cabello estaba húmedo y despeinado. Lo siguió hasta el interior de la casa y luego hasta la sala de la misma. Tomo el pequeño libro que había sobre la mesa para ver de qué trataba.

—Es Hamlet, de Shakespeare —le informó.

—Una buena trama de un buen escritor.

—No tardaré —y Oliver desapareció por el pasillo.

No supo si el tiempo se le pasó rápido por estar sumergida durante un tiempo leyendo el libro o si Oliver en verdad había cumplido lo que dijo y no había tardado.

—Te ves excelente.

—Gracias, pero debo admitir que tú te vez aún mejor con ese vestido.

— ¿Nos vamos? —preguntó poniéndose de pie y caminando hasta él.

Su amigo sacó el pequeño reloj de bolsillo comprobando la hora e hizo una mueca.

—Falta aún media hora.

Rose largó un suspiro con desgano. No tenía ni la más mínima gana de seguir esperando a que el tiempo avanzara.

—Tranquila, hay muchas cosas que se pueden hacer en media hora.

—Tranquila, hay muchas cosas que se pueden hacer en media hora

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