Capítulo VII

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Salgo de la cafetería y veo a Chris, su espalda está apoyada en la pared y tiene los brazos los brazos cruzados, me está esperando. Me detengo justo frente a él, cruzando mis brazos y mirándolo fijamente, sus ojos han cambiado de tono a un azul oscuro.

Se levanta de la pared, pero no cambia de posición sus brazos.

—Robert me dijo lo que pasó.

—Uhm, está bien —supongo que su promesa de no decirle nada a nadie excluye a su mejor amigo.

—Bueno, todavía estás aquí, así que es más que obvio que sobreviviste.

—Estoy bien. Gracias por la conmovedora preocupación.

—Realmente deberías vigilar a dónde vas en el pasillo, especialmente si vas caminar tan rápido.

—¿Hay alguna razón por la que quisiste hablar conmigo? Porque tenía muchas ganas de almorzar todo el día, y ahora lo arruinas sin tener un punto.

Si él me llamó aquí esperando que me disculpe por lo que le dije en el pasillo el otro día, tendrá otra cosa por venir. No había manera en el infierno de que me disculpara; en mi opinión, necesitaba escuchar lo que Robert le había dicho.

Él entrecierra los ojos: —¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil y complicado?

—No. En serio, quedan siete minutos de almuerzo y todavía tengo hambre, así que...

—No sabía que te había lastimado. Esa no fue mi intención —se apresura a decir, pareciendo incómodo.

Oh. Santo Dios. ¿Chris se sintió mal por mis fracturas? ¿Fue este su intento de ofrecer una disculpa?

—Estuviste bien al despedirte de manera muy grosera cuando fuiste tú el que se topó conmigo. Las palabras también pueden doler.

—Quiero decir físicamente. No quise enviarte al hospital —él estaba cada vez más frustrado—; además, la mierda que me dijiste fue diez veces peor que lo que te dije.

—Estoy asombrada, esa es la cosa más bonita que me has dicho hasta ahora —le digo con una voz exagerada y amorosa, poniendo mi mano derecha sobre mi corazón.

Él pone los ojos en blanco en mi dirección. Debo decir que él realmente apesta cuando intenta disculparse. Hasta ahora no ha dicho nada que no me hiciera querer darle un puñetazo en la cara por ser tan agravante.

—¿Puedes dejar de ser tan perra? Estoy tratando de disculparme aquí, pero lo estás haciendo extremadamente trabajoso.

—¿Puedes dejar de ser tan gilipollas? —esa es probablemente la peor disculpa que he escuchado. Ni siquiera merece estar en la categoría de 'intento de disculpa'. Fue más bien un insulto sutil con algunos tonos subyacentes de muy escasa preocupación.

Ella está conmigo © - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora