Zorompiendo el Hielo

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Notas Iniciales: Solo les daré un par de consejos para este capítulo, presten mucha atención, no salten a conclusiones y, que lo disfruten :) nos leemos.

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Llego lo más rápido que puedo al escondite de Zorela, por suerte casi no lo usa durante el invierno, o por lo menos no para esconder comida. Siempre durante esta estación viene de visita un Beartic amigo de ella que le hace el favor de congelarle el lago ya que le encanta patinar sobre él, es de hecho algo muy divertido, me enseñó a hacerlo (principalmente para ver cómo me resbalaba), ambos nos volvimos muy buenos con el tiempo, se me ocurrió que sería un buen lugar para divertirme con Cristal, además de que me servía para poner a prueba una idea que se me ocurrió con el consejo de Lina sobre el miedo, pero tenía que asegurarme de que no hubiera nadie cerca.

— ¡ROOOAAAAARRRRRR! — lanzo un enorme rugido transformado en un Salamence mientras arrojo fuego azul en todas direcciones.

Apunto a los árboles, arbustos y básicamente cualquier lugar en el que se pudiera esconder un pokemon, pero al parecer todos se habían ido ya que hacía entre lo escondido del lugar y el extraordinario frío que hacía gracias al lago de hielo del cual no paraba de emanar un vapor gélido en todas direcciones, incluso para mí que estoy acostumbrado a cruzarlo tranquilamente me resulto un poco doloroso colocar mi pata encima de la helada superficie.

— Wow, ese oso sí que se esmeró esta vez — vuelvo a ser un Zorua mientras me lamo la pata para limpiar los cristales de hielo que se me habían pegado a ella — voy a necesitar algo para protegerme...

Al salir del lugar cubro la entrada con una segunda ilusión además de la de mi hermana, solo por si acaso, necesitaba asegurarme de que nadie volviera mientras iba con Trevenant por algo de ayuda; ya lo había visto fabricar toda clase de objetos de madera antes (sillas, estatuas, unas ramas extrañas que usaban los humanos para hacer "doportes" o algo así) y confiaba en que un par de zapatos para andar en el hielo no le serían un problema.

— Aquí tienes joven Zorel — me extiende algo dentro de una bolsa hecha con hojas — y otro par para tu dama, no te preocupes por qué sean de su talla, estos se ajustaran cómodamente alrededor de su portador.

— Muchas gracias — tomo la bolsa y al abrirla veo en su interior un par de zapatillas extrañas con una larga rama afilada brotando desde abajo — oye ¿Cómo-?

— Con el tiempo se van aprendiendo muchas cosas muchacho — me interrumpe lanzándome una mirada suficiente, pero yo le devuelvo una incrédula.

— ¿Cuántos años tardaste en aprender a hacer zapatos para que los humanos se deslicen en hielo? — le pregunto atravesando su falsa confianza, literalmente puedo ver una gota de sudor bajando por su corteza, sabía que estaba ocultándome algo — hiciste aparecer una casa de la nada, de acuerdo, hay muchas casas humanas, seguro las has visto antes, pero ¿Cómo eres capaz de hacer cosas como esta, quien te las enseño, por qué las aprendiste? Dudo que haya sido como truco de fiestas, aunque si fue por eso, sin duda funcionó.

— *cof* *cof* Mira lo tarde que es — hace aparecer un reloj de madera sobre su brazo, cuando me fijo bien, el reloj de hecho funciona — creo que será mejor que te vayas.

— Oye, pero-

— ¿Seguirá todavía tu ilusión? No sé cuánto duren, pero sé que no puede ser para siempre ¿cierto? — la verdad es que ya había pasado un rato, gruño molesto ya que quería saber qué clase de humano o tronco aún más viejo y sabio que él le había enseñado sus trucos, pero me marcho apresurado con la bolsa en el hocico.

Con todo preparado, corro lo más rápido que puedo hasta al lugar donde deje a mi amada, al llegar descubro que el Clark falso que deje había desaparecido, me preocupo un poco así que me transformo lo más rápido posible tratando de fingir que había ido a buscar los "patines de hielo" (suerte que aprendí a leer y Trevenant me anoto ese nombre en el saco donde los llevaba, aunque ¿Dónde aprendió a leer él?) pero para mi sorpresa en cuanto salgo de los arbustos tratando de llamar su atención ella se encontraba totalmente sumida en su cuaderno, me le acerco por la espalda para ver que está dibujando y al parecer se trataba de un retrato bastante fidedigno del lugar que estaba frente a ella; le faltaba color, pero salvo por eso, era idéntico.

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