06. Clases de Pociones [Editado]

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Cassiopeia había empezado su mañana... No tan bien como ella esperaba.

Hermione había ido a buscarla a las mazmorras a las siete en punto y ella, tuvo que levantarse entre tientas y gruñidos; sacar a Parkinson, literalmente, a rastras de su monopolio sobre el cuarto de baño y lavarse los dientes, peinarse sus rebeldes rizos color fuego a ritmo apresurado y ponerse el uniforme completo a la carrera.

Bajo las escaleras de mármol a toda prisa y casi llevándose puesto a su primo Draco, al final de estás. Farfulló una disculpa y gritó a sus espaldas un: «¡Buenos días, Drac!», mientras corría cómo si la estuviera persiguiendo una horda de inferis furiosos.

Ni siquiera saludo a Hermione, cuando la vio; simplemente, la tomó por el brazo y le obligó a correr a su ritmo.

—¡Cassiopeia, tranquila! —gritó Hermione, tratando de sosegar a la otra niña, que parecía a punto de sufrir un ataque nervioso—, ¡Cassiopeia Metis Orwell-Drakonis, tranquilízate ahora mismo!

Cassiopeia paró en seco y tomó varias respiraciones, logrando mitigarse un poco.

Al ver que su amiga se había apaciguado al fin, Hermione sonrió satisfecha y siguieron caminando por unos tramos más, Cassiopeia le estaba contando de lo difícil que iba a ser convivir con Pansy Parkinson, mientras que Hermione le decía lo insoportable que eran Lavender Brown y Pavarti Patil cómo compañeras de cuarto, tan absortas estaban en sus conversación. Que ni notaron que otras personas iban caminando hacía ellas; hasta que hicieron colisión.

Cassiopeia chocó contra unos ojos verdes esmeraldas, cómo el color de su propia casa; ocultos tras unas gafas de montura redonda. Un furioso sonrojo se instaló en los rostros de ambos niños.

—Hola, Cassio—dijo Harry, con tono feliz.

—Hola, Harry —respondió Cassiopeia, sintiendo cómo sus piernas se volvían jalea; a causa del nerviosismo.

—Pero que lindos son —espetó la voz de Matt Burkes, destilando cinismo—. Simplemente, hay que lanzarles miel encima y las abejas vendrían corriendo a posarse sobre ustedes dos.

Cassiopeia volteó con enojo hacía Burkes, ese maldito entrometido y amargado Slytherin de segundo curso, que la miraba con una sonrisa satisfecha plantada en su rostro. A su lado, estaba su inseparable amigo Brian, que solamente puso los ojos en blanco; mientras se ponía delante de él.

— ¿Cómo estás, Cassiopeia? —preguntó Brian, amigable; provocando una sensación rara en el pecho de Harry, que apretó los puños, molesto.

—Bien, quedé en Slytherin —respondió contenta.

—Diría algún comentario inteligente sobre eso, pero el ver a Potter teniendo un irrefrenable ataque de celos, es una satisfacción mucho más grande que hacer enrabietar a ésta niñata.

Cassiopeia estuvo a punto de replicar hacía Burkes, hasta que analizó sus últimas palabras en su cabeza, teniendo cómo resultado un intenso color rojo en sus mejillas, que hacía competencia con su pelo. Harry se encontraba igual de sonrojado, Weasley no entendía nada; por estar pensando que tenía hambre y Hermione no pudo evitar contenerse, al momento de opinar.

—De hecho, Burkes —dijo Hermione, llamando la atención del chico frente a ella—. Yo también he estado analizando el comportamiento de ambos desde que los conozco y he llegado a la conclusión de que las endorfinas en sus cerebros preadolescentes los hace sentir una indiscutible atracción entre sí.

Matt y Brian se miraron entre ellos, para después voltear hacía Hermione, anonadados. Esa niña podría ser parte de la casa Gryffindor, pero tranquilamente también podría haber sido parte de las otras tres restantes.

Cassiopeia Orwell y la piedra filosofal [Saga: LPDMM #01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora