14. El castigo en el Bosque Prohibido.

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Las cosas no podían haber salido peor.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar; sin decir una palabra. Hermione temblaba y Cassiopeía rezaba a Merlín para que su guardián no sé enterase.
Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Harry, cada una más
débil que la otra. No podía imaginar cómo se iban a librar del problema aquella
vez. Estaban atrapados. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidos para olvidar la capa? No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara
que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más
alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.
¿Harry pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocado.
Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

—¡Harry! —estalló Neville en cuanto los vio—. Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Harry negó violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más,
pero la profesora
McGonagall lo vio. Lo miró como si echara fuego igual que
Norberto y se irguió, amenazadora, sobre los tres.

—Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que
estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una
explicación.

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un profesor y que Cassiopeía no pudo usar su lengua mordaz para replicar. Miraban fijamente sus zapatillas, ambas tan rígidas como unas estatuas.

—Creo que tengo idea de lo que sucedió —dijo la profesora McGonagall—. No hace falta ser un genio para descubrirlo. Te inventaste una historia sobre un
dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

Harry captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que
aquello no era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido. Pobre metepatas Neville, Harry sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la
oscuridad, para prevenirlos.

—Estoy disgustada
—dijo la profesora McGonagall—. Seis alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así! Tu, Hermione Granger, pensé que tenías más sentido común. Tú, Harry Potter... Creía que
Gryffindor significaba más para ti. Y usted, señorita Orwell Drakonis, su madre estaría realmente decepcionada de su actitud. Los cuatro sufriréis castigos... Sí, tú también,
Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta
puntos de Gryffindor y a Slytherin se les descontará setenta puntos, respectivamente.

—¿Cincuenta? —resopló Harry.

—¿Setenta? —chilló Cassiopeía, al mismo tiempo; casi teniendo un soponcio.

Iban a perder el primer y el segundo puesto, lo que había ganado en el último partido de quidditch y lo que Cassiopeía había ganado en las clases de Pociones, Defensa contra las Artes Oscuras y Transformaciones.

—Cincuenta puntos cada uno
—dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

—Profesora... por favor...

—Usted, usted no...

—Sería un sacrilegio que Slytherin...

—No me digan lo que puedo o no puedo hacer; Harry Potter y Cassiopeía Orwell. Ahora, volved
a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor.
Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último
lugar, junto a Slytherin. Ah, y por cierto, señorita Orwell; su padre sabrá sobre está pequeña excursión nocturna.

Cassiopeia Orwell y la piedra filosofal [Saga: LPDMM #01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora