31 de Octubre de 1991. Halloween y el cumpleaños número 14 de Natasha Bagshot.
La torre de Gryffindor siempre parecía ser pacífica en esa época del año. Y la verdad, Natasha lo prefería así, no quería que hicieran tanto espamento por una simple fecha del mes. Pero, pedirle discreción a Lucille, era cómo tratar de domesticar a un dragón adulto.
Ella siempre le organizaba una fiesta de disfraces, en un lugar neutral, para que varios miembros de diferentes casas pudieran olvidar las rivalidades por una noche y divertirse. Ya era una tradición para ellas hacerlo así; era la forma más efectiva que tenían para tratar de amortiguar el dolor de la pérdida. Porque, el 31 de Octubre; no sólo Cassiopeía Orwell y Harry Potter se habían quedado sin padres, las primas Bagshot, Matt Burkes, Niko Dolohv, Karen Yaxley, Brian Lestrange, Walter Scamander y Alex Mulcillber también los habían perdido. Sus padres, aunque estaban vivos, se encontraban confinados en Azkaban; cumpliendo una condena por seguir a un charlatán, que les prometió cosas. Demasiadas cosas, que jamás fue capaz de cumplir.
Dejó a muchos niños huérfanos y enojados, casi resentidos con la idea de lord Voldemort y de los magos oscuros. Y a veces, esos niños pueden llegar a tomar venganza por todo lo que han pasado. Los niños heridos emocionalmente, suelen ser más peligrosos que los otros que no han sufrido.
Eso era lo que el ministro Fudge temía, pero tampoco era algo que él pudiera prevenir. Sólo podía albergar esperanzas de que los profesores de Hogwarts y Dumbledore lograrán erradicar todos los deseos de venganza que estuvieran germinando en ellos.—¿Vamos, prima? —le preguntó Lucille, disfrazada como Rowena Ravenclaw, haciendo honor a su casa.
Natasha Bagshot se veía demasiado hermosa. Disfrazada como una heroína de un cómic muggle —a dicho personaje se lo conocía como la viuda negra—, parecía más mortífera y bella al mismo tiempo. Se acomodó su cabello rizado hacia atrás, dejando que este cayera sobre su espalda como una fina cascada rojiza. Esperaba que si Matt la viera así, por lo menos olvidará la absurda pelea que habían tenido.
“Todas las parejas pelean, hija; es tú deber como futura señora de Burkes Manor, ver que es lo que has hecho mal y pedir disculpas. Recuerda que una alianza así, nos traería mucho honor y prestigioˮ. Fue la fría respuesta que le dio su madre, quién se había escapado a Francia hacía ya casi una década, alegando que «ella también había sufrido un daño muy grande, por la muerte de su marido y necesitaba unas cortas vacaciones», pero esas “cortas vacacionesˮ, pasaron a ser un mes, y después seis meses; hasta que se convirtieron en años. Una década, para ser más precisos.Natasha se vio al espejo por última vez y le dijo a Lucille, en un tono frío:
—Vamos.
Salieron de la habitación y caminaron hacia el balcón, que se había construido a base de diversos hechizos mágicos. Claramente, ningún profesor tenía idea de ésta fiesta clandestina, ya que ocasionaría una fuerte reprimenda. Pero, mientraslos profesores y Dumbledore, vivieran en una autoimpuesta ignorancia, Matt Burkes y su pandilla seguirian moviéndose a su antojo por el castillo. Matt era el rey de Slytherin, Natasha era la reina de Gryffindor. Un rey y una reina debían estar siempre unidos, ¿verdad? Además, la pelirroja le daba todo lo que le pedía. Hasta las pequeñas incursiones en el tema sexual, todo eso le había otorgado. Él jamás se atrevería a desecharla, de eso estaba por completo segura. Se casaría con él y sería la señora de Burkes Manor, nadie podría sacarle ese derecho.
A su mente, vino el rostro de Hermione Granger de forma repentina, pero sacudió su cabeza, regañandose por pensar semejante cosa. Esa niña era simplemente fea, con esos dientes de conejo y esos cabellos inflados. Parecía más un gato electrocutado, que una niña. Además, era una insulsa nacida de muggles, el abuelo de Matt, Giovanni Burkes; jamás la aceptaría. Él estaba a favor de la pureza de sangre, y que su nieto se casará con ella, sería una afrenta para el anciano y para su ilustre linaje. Natasha estaba destinada a ser la esposa de Matt desde que ambos eran unos bebés, el acuerdo de matrimonio firmado así lo decía y ellos estaban más que dispuestos a cumplirlo.
—Qué bella estas, Nat—la elogió Alex Mullcilber, con una sonrisa, vestido de Cerebro.
—Te has pasado con el disfraz, Bagshot —corroboró Walter Scamander, caracterizando a la otra parte del dúo dinámico de ese programa muggle, Pinky.
Nat había escuchado de Pinky y Cerebro por causa de Niko Dolohv, que decía que debían rebelarse contra sus familias y ver cosas muggles, para comprender el porqué de su animadversión. Así que, con varios hechizos —y algunos sobornos a los gemelos Weasley—, habían conseguido meter un aparato muggle llamado televisor a Hogwarts. Nadie en todo el castillo sabía lo que estaba ocurriendo y extrañamente, todo les salió bien... Hasta que Cassiopeía se chivo con Hermione y a su vez, Granger los acusó con la profesora McGonagall.
Matt se molestó tanto, que amenazó con quemar toda la sala común con simples bolas de fuego salida de sus palmas desnudas, lo que le acarreó un castigo aún mayor por parte de Snape, que le dijo:
-Un auténtico hombre admite sus faltas, señor Burkes; no se escuda en excusas sin sentido -le espeto el profesor de Pociones y Jefe de la Casa Slytherin, evidentemente decepcionado.
Natasha se alejó de los nuevos Pinky y Cerebro, yendo hacia la mesa donde se encontraba el ponche de frutas. Ahí estaban Niko y Karen, vestidos como dos espías muggles, mientras comían porciones de pastel de calabaza.
—¿Se están divirtiendo? —les preguntó Nat, con una sonrisa dulce, rodeando a su amiga con su brazo.
―¡Sí! ―ríe Niko con suavidad, mientras toma de su ponche.
―¿Están ebrios? ―preguntó Nat, arqueando demasiado las cejas.
La única respuesta que recibió, fue una gran carcajada conjunta por parte de los dos involucrados. La pelirrojo rodó los ojos, y fue hasta el rincón dónde se encontraba Matt Burkes, su amigo-novio-prometido; que miraba a todos los asistentes a la fiesta con cierto gesto aburrido.
―Parece que no te estás divirtiendo ―le sonríe con suavidad, besando sus labios; pero este se aparta de forma inmediata.
―Sí. Lucille no sabe organizar fiestas. ―le dice con una mueca.
Natasha suspira un poco y encoge los hombros, tratando de ignorar su actitud. Esperaba que cuando se casarán, todo fuera diferente.
―¿Bailamos? ―pregunta un poco tímida.
La frialdad de Matt la pone demasiado nerviosa. Baila un poco con ella, pero se nota lo incómodo que esta.
¿Por qué se perdió tantos años en una relación que no iba a progresar? ¿Solamente por complacer a su familia?
«Nadie va a quererte cómo él», Nat sonríe un poco forzada y siguió bailando con Matt. Era verdad, nadie le querría cómo él lo hacía.
¿Quién aceptaría a la sobrina de un mortífago?
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Authors note:
Holi, ¿cómo están? Espero que tengan un precioso día. Les dejó este capítulo cortito, mientras que escribo el siguiente episodio del prisionero de Azkaban. Trataré de terminarlo lo más pronto posible. Lxs quiero a todxs.
All the fucking love, Princess xxx.
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Cassiopeia Orwell y la piedra filosofal [Saga: LPDMM #01]
Hayran KurguCassiopeia Orwell puede ser que, a primera vista aparente ser una chica tranquila y normal, pero eso cambia completamente cuando a sus once años de edad, la verdad oculta del mundo mágico sale a la luz. Ella, la última del linaje sangre pura real, t...