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Estoy parado en la puerta y no sé porque no puedo tocar. El timbre me parece lejano y siento que la puerta se va a abrir con mil horrores.

Estoy afuera de la casa de Parker, son las 3:55 y esta lloviendo desde las 2. Traigo un paraguas y una mochila con los apuntes que me pidió, después de todo si quería algo más. Me decido a poner mi dedo en el timbre y hago presión, siento que el sonido que hace me indica que salga corriendo, pero evito pensar en ello.

Veo la sombra de Parker en el umbral de la puerta, está bajando las escaleras y a mí se me está bajando la respiración y la valentía. Sé que no tendría que haber aceptado, no fue del todo una buena idea.

No me importó. Aquí estoy.

Abre la puerta y me recibe con una sonrisa. Yo le devuelvo una expresión parecida.

Me invita a entrar y yo siento como si jamás hubiese estado en este lugar antes, incluso cuando lo conozco muy bien, casi de memoria.

No presto demasiada atención y subo con él hacia su habitación. Cierra la puerta y todo el frío se acumula en estas 4 paredes y me estoy congelando. Mis huesos son de agua.

Parker se acerca, se coloca en frente de mí y me sonríe tranquilamente.

—Estás empapado—dice, acercando su mano para tocar mi abrigo.

No quiero responder nada y tampoco quiero que deje de tocarme.

—Llueve mucho—es lo único que digo. Parker asiente y se levanta hacia su armario, saca una sudadera vieja del equipo y me la pasa.

—Ten, ponte esto—me dice, y yo me pongo un poco rojo de la vergüenza. Han pasado varios años desde que compartimos ropa, estas cosas ya no solían suceder.

—Gracias—le digo mientras me dirijo al baño para cambiarme. Lo escucho reírse detrás de mí.

—No me digas que te da vergüenza que te vea, enano—dice con un tono de burla—No es como si no te hubiese visto así antes.

Sé que me sonrojo porque Parker comienza a reír sonoramente.

Llego al baño y me cambio para volver donde él. Me mira con curiosidad.

—Te queda bien, deberías considerar entrar al equipo—dice él.

Yo intento disimular una risa.

—Por supuesto, es uno de mis planes para el futuro—digo con sarcasmo.

Parker ríe. Y algo dentro de mí se mueve.

—Sé que no hablas en serio. Los chicos del equipo acabarían contigo en dos segundos—dice, y sé que tiene toda la razón y yo tengo todo el miedo.

No respondo nada y él habla de nuevo.

—¿Tienes los apuntes? —me pregunta.

Yo agarro mi mochila y sacó varios de mis cuadernos de estudio, se los entrego y él los recibe con una sonrisa.

—Gracias hermano, eres el mejor—dice.

La palabra hermano se me clava en las costillas.

Parker coloca el videojuego que solemos jugar siempre, empezamos una partida y el tiempo comienza a correr más rápido. Nos detenemos en algún momento para ordenar pizza.

Cuando suena el timbre, Parker me pide que baje a recibir la comida y yo camino sin hacer ruido incluso aunque sé que no hay nadie.

Abro la puerta sin levantar la mirada lo suficientemente rápido, pero me sorprendo al ver una cara conocida para mí, o al menos una que puedo reconocer.

La generación del odio. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora