Capitulo 2

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Lamento tardar tanto en subir el siguiente capitulo, la escuela me volvía loca!!!!  TT^TT
Empecé mis practicas profesionales y eso ocupa mi tiempo junto con las tareas xp
Por cierto no acepto adaptaciones de la historia...lo digo de una vez o_o
Ah, y las personas que no les agrada la homosexualidad, les recomiendo que dejen de leer esta historia porque toca un poco el tema y aunque quiero comentarios ^w^no quiero comentarios ofensivos ¬.¬ sobre todo respecto a eso ¬-¬

Todos los demás!! disfruten de la historia!!!!!!!!!! (^w^) 

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Ciriaco tenía una personalidad que lo definía como alguien calculador y tranquilo la mayoría del tiempo pero aun así para los otros dioses no era extraño verlo alterado en alguna que otra ocasión. Era, como su papel lo indica, el dios mas sabio.

Ciriaco estaba caminando un poco después de la reunión y vio que Suplicio estaba parado a unos metros de el, contemplando a un pájaro que se posaba sobre su mano.

-Un pájaro arcoiris lunar, su alcance de vida suele ser 6 años..- dijo Ciriaco a Suplicio mientras se acercaba a el.
Suplicio no dijo nada. Ni siquiera miró o voltio hacia Ciriaco.
-¿Porque no te quitas nunca la mascara? No creo que sea por un complejo físico, o ¿me equivoco?...tu hermana es Zoila después de todo..- Dijo calmadamente Ciriaco.

Suplicio se dirigió hacía el.

-Tengo que irme, Ciriaco.. hasta la próxima reunión..- Dijo Suplicio mientras se iba.

-Bueno, ciertamente. Tu eres el mas ocupado de todos nosotros..- Dijo Ciriaco una vez que estuvo solo.

Suplicio se dirigía a hacer lo que hacia cada día a toda hora: Tomar el alma de las personas.
De repente, Melitón apareció en frente de Suplicio.
-Ah, Suplicio. Que gusto verte otra vez. Casi no hablas en las reuniones, así que dime ¿Como estas hoy?.- Dijo con una sonrisa amigable y amistosa.
Suplicio lo miro unos instantes. -Bien, Melitón. Estoy ocupado, así que....-.
-¡Oh!, entiendo, lo siento, pero me da gusto oírte hablar tanto, hacía tiempo y deberías cambiar la mascara por una menos intimidante...asustaras a los humanos.- Dijo amigable nuevamente. La expresión de suplicio ni siquiera podía intuirse por su quietud y la mascara.
-Adiós.- Dijo Suplicio y siguió su camino dejando solo a Melitón también.

-Vaya....sonreirle a todos es agotador...- Dijo Melitón.

-¡POR FAVOR NO ME LLEVES! ¡Oh, Dios del final! ¡¡Tengo dos hijas sin madre!! ¡Apiadate de mi! ¡Apiadate de mis hijas que aun son unas criaturitas que necesitan de mi cuidado! .- Dijo entre sollozos un hombre  de 36 años de edad que había sido atacado por un oso.
Suplicio mantenía silencio, silencio absoluto. Mientras se acercaba a ese humano, la atemorizante mascara con el sonido del silencio, provoco en el hombre un grito desgarrador antes del eminente final. 

  Suplicio observo como el alma del hombre volvia a ser parte del entorno mientras algo parecia salir rodando por debajo de su mascara hasta que callo sobre su mano extendida. Miro su mano y luego dejo caer la pequeña lagrima hacia el suelo.

Así es. La tristeza invadia sin permiso los ojos, cuerpo y corazón de Suplicio cada vez que tomaba con sus propias manos el alma de algun humano. Pero estaba mal, ¡Estaba prohibido! ,¡Era traicion!, ¡Traicion a su existencia!.
Suplicio, el Dios del Final, no debía tener tales sentimientos al arrebarar el alma de un humano.
Callarlo, el debia callarlo y jamás revelarlo. Revelar que sentia compasión, generosidad, ternura, bondad y amor por las almas suplicantes, por la vida en sí.
Ese era el papel de Melitón. 
Hacer un papel que no era de él, es traición a su existencia como dios, como dios del final.
Este es el gran secreto que estaba matando a Suplicio. La única forma de esconderlo era usando su mascara. La mascara protegía su secreto y era su amiga. Nadie notaría el dolor de Suplicio y hacía mas fácil el llevarse las almas, si le tenían miedo,no tratarían persistentemente de apelar a su lado bueno...porque se supone, el no lo tenía. Su papel lo marcaba así.

Todo era cuestión de equilibrio, el papel de cada dios.

-¿Cuanto tiempo?...¿Cuanto falta para que mi vaga existencia acabe cuando se den cuenta?..- Dijo Suplicio para si mismo, sin darse cuenta que alguien lo escuchó.

-¿Que es eso que murmuras...Suplicio.- Dijo Ciriaco.

-"Navegante, navegante. ¿Acaso no has de confíar en mi?...Sigueme y te guiaré. Tu respuesta esta conmigo, en cada viaje, cada noche. Mientras desnuda este a tu vista, seré la mas resplandeciente para ti. Se mi fiel seguidor, mi amante y mi esposo. Aunque jamás se consume nuestro amor, no pierdas de vista mi corona blanca, mi piel blanca y pelo blanco, que brillaran para ti cada noche que me sigas, mientras mi hermana de los cielos te arrulle entre sus cantos..".- Dijo inteligentemente Suplicio para desviar la atención de Ciriaco.
Funciono porque Ciriaco quedo sin palabra al escuchar las de Suplicio.
-.....¿Que ha sido eso, Suplicio?.-
-..una cita de alguien que nosotros conocemos...- Dijo sin más.
-Bueno, es la primera vez que te escucho hablar tanto...- Dijo calmado Ciriaco mientras se sentaba a lado de Suplicio. -¿La cita ha sido del autor humano, Abed hijo de Jeremías, no es así?..- Pregunto Ciriaco de manera un poco airosa de superioridad por ser el dios de la sabiduría.
-No...no es humano, Ciriaco.- Ciriaco se molestó un poco porque no sabía el autor de aquella cita. Su papel era saberlo todo, no iba a permitirse el lujo de no saber algo cuando tenia la oportunidad.
-¿Te importaría decirme quien es el autor de esa maravillosa cita, Suplicio?.- Dijo Ciriaco con intriga.
-...La estrella del norte.- Se limito a decir.
- ¿Es broma? ¿Una estrella?¿y enamorada de un humano?. Las estrellas son meros seres sin inteligencia Suplicio, dudo que tengan alguna especie de alma y mucho menos que amen.- Dijo de forma objetiva y simple. -¿Quieres decirme el verdadero autor..?-.
   Suplicio dirigió su mirada hacía Ciriaco, lo que lo puso un poco nervioso al no saber siquiera el tipo de expresión de Suplicio.
Hubo silencio. Suplicio se levantó y se fue sin dirigirle la palabra a Ciriaco. Definitivamente, sabía que los demás dioses no pensaban igual que el, ni sabían ver su punto de vista. 
El disfrutaba de observar las diferentes formas de vida, sus sentimientos y pensamientos. Era observador y aprendía cosas sobre otros.
Por ejemplo: el sabía que la estrella del norte estaba enamorada de un marinero solitario que solía viajar en un bote pesquero. La estrella se enamoró al verlo trabajar tan arduamente el solo, sin ayuda de nadie y que semana tras semana viajaba al mar donde pescaba todo el día y la noche, y en la madrugada, usaba a la aun brillante estrella del norte, para volver a su hogar. En las noches nubladas la estrella sufría al no poder ayudar ni saber nada del marinero. Ella solo espera poder verlo la próxima vez y ayudarle a regresar sano y salvo a su hogar. Pero era un amor imposible la estrella jamás llegaría a el, ni le diría sus sentimientos. El destino de ella se llenó de dolor en el momento que se enamoro.
Suplicio admiraba la vida como se supone lo hacía Melitón. Pero era una admiración que mantenía solo para él.

- ¡Suplicio!- Se escuchó a lo lejos. -Hermano mío, siempre es difícil encontrarte.- Dijo Zoila.
-Perdona.- Dijo Suplicio.
-Quería avisarte: el cumpleaños de Sixto y Ciriaco se acerca. Melitón sugirió organizar un banquete en honor a los gemelos. ¿Asistirás? Di que si,la presencia del hermano de la diosa de la belleza es esencial si yo asisto, y asistiré.- Afirmó Zoila algo divertida pero elegante.
-....Lo haré.- Dijo Suplicio resignado y sin decir más, se fue.
- Bien hecho Zoila, eres la única a la que Suplicio no se niega.- Dijo Melitón al salir de su escondite.
-¡Claro! soy la belleza misma, nadie me diría que no a nada.- Dijo calmada, Zoila.
-Eso no esta bien, Zoila....tienes que ser mas humilde.- Sugirió amable Melitón.
-...Supongo que de esa forma los humanos dejarían de llenar mis templos de espejos.-Dijo preocupada.
-Jeje...deberías perdonar a los humanos...son criaturas de buenas intenciones.- Dijo risueño.
-Es fácil para ti decirlo, tu eres el dios de la bondad, generosidad y el amor, ellos siempre te llevan flores y riquezas.-Dijo Zoila algo molesta por la envidia, aunque su rostro no lo demostrara. Ella trataba de lucir siempre elegante.
-Bueno de todas formas, nos vemos después querida..-Se despidió Melitón.
-Adiós, "Señor dios amoroso".- Se despidió ella de forma burlona y se fue, dejando solo a Melitón.

-....Agh..ya no lo soporto......- Se limito a decir Melitón, molesto.

El dios del final  - Suplicio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora