four

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Suspiro y miro a través de la ventana. No puedo creer que después de tanto tiempo, tenga que volver a esta mierda. Pero tengo que hacerlo, mis pensamientos no son sanos, necesito ayuda. El taxi se detiene y el mayor me pide sus cincuenta dólares para así yo poder bajar de su auto. Una vez fuera de este me tomo un segundo para mirar a mi alrededor.

Todo es completamente diferente al lado de Chicago que estoy acostumbrado a ver. Las tiendas son pequeñas, puedo incluso escuchar música de rap por todos lados y el sonido del claxon de cientos de autos se hace presente. Me pellizco para asegurarme de no estar durmiendo o imaginándome a mi mismo en una película, pero simplemente río cuando el dolor se hace presente y me percato de lo estúpido que era mi pensamiento. Miro el pequeño volante donde tenía la dirección a la cual me dirigía y suspiro cuando alzo mi miraba. Englewood, 1523 Norte, septuagésima calle, departamento 15. Veo frente a mi un edificio lleno de apartamentos, y tengo que admitir que era un poco escalofriante. Tomo una gran bocanada de aire y me introduzco al edificio para luego comenzar a subir las escaleras hasta llegar al cuarto piso. Habitación 417.

Camino por el estrecho pasillo del cuarto piso. El piso era de cemento gris, las paredes blancas pero gracias a la suciedad podía notar ciertas manchas amarillentas y cafés en algunos lados. Todas las puertas eran de madera café oscura y los números en ellas eran dorados. 414, 415, 416. Entonces llego a la puerta donde debí tocar, relamo mis labios y lo dudo unos segundos. De pronto, sin tener que siquiera levantar mi mano, la puerta es abierta por una figura femenina que parece estar hechando humo por los oídos. La chica pelirrojo me mira unos segundos con una mueca de enojo en su rostro, bufa y sale del departamento, golpeando mi hombro. Frunzo el ceño y decido ignorarlo para luego entrar al departamento, pero ahora una figura masculina choca contra mi. Era más o menos de mi altura, su cabello era negro y sus ojos verdes, su piel era increíblemente blanca y tenía un piercing en su nariz. Pude notar en el poco tiempo que lo vi que tenía algunos tatuajes en su cuello y brazos, frunzo el ceño.

—Fíjate por donde caminas, idiota— este ladra hacia mi con cierto aire de superioridad, alzo mis cejas y este decide seguir su camino. Agradezco al cielo que se haya ido tan rápido, quizás sea solo un estereotipo pero no quería meterme con ese tipo de chicos, mucho menos siendo de este lado de la ciudad. Tomo un aire profundo, sacudo mi cabeza y entro al departamento. Una vez en la sala de este, puedo notar a una mujer en un pequeño escritorio. Su cabello era rubio y hablaba con alguien por teléfono mientras limaba sus uñas, me acerco a ella y aclaro mi garganta. Ella me mira con sus grandes ojos castaños y chasquea su lengua mientras me mira descaradamente de pies a cabeza.

—Disculpe, tengo una cita con el señor Hocking— murmuro, la chica cuelga su teléfono y relame sus labios mientras abre una libreta rosada y parece buscar mi nombre—. Mi cita es a las cuatro y–

—Si... En un momento lo atenderá. Puede tomar asiento— esta murmura, trago saliva y asiento. Camino hasta el sillón color café y mi ansiedad me obliga a mirar al reloj en mi muñeca.

4:01 p.m.

Es tarde.

Muerdo mi labio inferior ante la pequeña desesperación que sentía por el hecho de que hace un minuto debió de empezar mi cita. Rasco mi nuca y bufo. Destiny siempre de burlaba de mi por mi impaciencia, al carajo todo, odio la impuntualidad e irresponsabilidad. Tomo una gran bocanada de aire y lo retengo por unos segundos, tratando de que mi cerebro no reciba oxígeno y así tranquilizarme
un poco.

—¿James Roberts?— de pronto una voz masculina pronuncia. Por poco olvido que había inventado un nombre para esta cita, inflo mis mejillas y me levanto para mirar a un hombre de aproximadamente treinta años vestido en una mezcla de lo casual y lo informal— Adelante, pasa— me invita, haciéndose hacia un lado para que pudiera introducirme en su oficina. Agradezco por lo bajo y obedezco, sentándome en el pequeño sillón frente a su pequeña mesa redonda donde tenía su computadora, una bocina de la cual salía música relajante, y un aparato de donde salía humo. Supongo que eran aceites para tranquilizarte o esas mierdas. El hombre se sienta en su respectiva silla y me mira, cruzándose de piernas.

stepbrotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora