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El sol estaba sereno y sus rayos tocaban con suavidad el verde de las hojas de cada árbol que había a mi alrededor.

El viento me abrazaba en cada paso que daba hacia aquel lugar que vio lo peor y lo mejor de mí. Aquel lugar donde mi vida se cruzó con la suya, donde pude abandonarlo todo para tenerlo todo.

Cuando llegué al borde, dí un paso adelante y, la madera vieja y gastada, crujió como todos días anteriores. Ya me había acostumbrado a oírla.

Alcé mi cabeza y lo vi... Era como un sueño, era una luz tan brillante como el sol. Me sentía viva con el simple hecho de ser que estaba junto a mí.

Miraba concentrado el horizonte. Yo sólo sonreí, observando cada facción de su rostro. Podía notar que algo le preocupaba o al menos eso parecía.

Me cuidó en las sombras desde hace mucho.

¿Me ama?

Me preguntaba eso cada noche desde la última vez que estuvo en mi casa, desde la última vez que vi a Luka y desde que recordé quien era Adrien en mi vida.

Jamás me dijo nada al respecto. No hizo mención de las palabras que le dije a mi ex esposo cuando le dije que se quedara. Lo único que Adrien hizo, fue pedirme perdón hasta el cansancio.

—Eso te dolerá. —hablé lo suficientemente alto para que me oyera. Volteó su cabeza algo sorprendido y sonrió de lado.

Me acerqué más a él y quedando a la par, puse mis brazos sobre la baranda. Me estaba mirando y eso me ponía demasiado nerviosa.

—Morir ahogado es una de las muertes más desesperantes que hay y... el agua está helada. — reí un poco e hizo lo mismo. —de eso estoy muy segura.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro. Sonreí sin apartar mi vista el horizonte.

—Lo mismo que tú...

Respiré profundamente para darme el valor de verlo a los ojos, y así hice.

—Yo te esperaba a ti.

—Y yo esperaba encontrarte aquí.

Silencio.

Otra vez silencio entre los dos. Sabía que esta podría ser la última vez que nos viéramos, porque él prácticamente firmó su despedida.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté tragando con dificultad y desvió la mirada un momento.

—Porque... todos merecen una segunda oportunidad.

—¿Acaso tú no?

—Marinette... dije que tú no me harías cambiar de opinión. Acéptalo y sigue con tu vida, ahora tienes como seguir con tu vida. — giró su cuerpo y sujeté su brazo. No estaba dispuesta a aceptar esa respuesta.

—No puedes simplemente pagar las deudas de mi casa y hacer como si nada. Dijiste que no me abandonarías.

—Y no te estoy abandonando... jamás lo hice. —sentí culpa al decirle eso, pero me estaba desesperando.

Subió a la baranda y el nudo en mi garganta se hizo presente otra vez. Ese insoportable terror en mi pecho y las prominentes lágrimas queriendo salir de mis ojos, me estaban torutando.

—Es mejor así... ya es tarde para mí.

—Nunca es tarde para ser feliz. Nunca es tarde para seguir viviendo. —subió otro peldaño y ya no contuve más las lágrimas. —Adrien, por favor. —susurré en un súplica ahogada. —y si... y si te digo que te amo. —se detuvo de golpe. —Si te digo que te amo de verdad. —mis manos comenzaron a temblar —si te digo que eres lo único que tengo y lo único que quiero para seguir viviendo. Porque realmente no me importa ya no estar endeudada y mucho menos me importa perder el prestigio en mi profesión, sólo si estás conmigo.

Bajó lentamente y se giró en mi dirección. Sus ojos me vieron de pies a cabeza.

—Si te digo que no lo hagas porque iré detrás de ti.

—Yo...

—Si te digo que fui una tonta y ciega al no haberte visto antes. Si te digo que lo siento en el alma —dí un paso adelante. —por todo lo que tuviste que pasar por mi culpa, por todos los sentimientos reprimidos. Si te digo que estoy... estúpida, loca y completamente enamorada de ti, Adrien.

Lo Mismo Que Tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora