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—No quiero verte marchar, ni quedarme atrás y mucho menos reunir mis fuerzas para sonreír sin ti.

—No me viste y no supe que hacer, pero aún así no me rendí... quería mostrarte quién era en verdad y quitar la máscara al verte ser feliz en brazos de alguien más.

Tenía un nudo en el estómago, algo que impedía que pudiera respirar con normalidad.

¿Lo había imaginado?

El viento me golpeó en la espalda y el frío de mi ropa mojada era abrumador, pero sus manos tomaron mi cintura y sus labios tocaron mi frente suavemente.

—Las princesas no lloran...

Marinette, no llores... me duele verte llorar.

¿Por qué? —limpié mis ojos con mis manos.

No lo sé, pero las princesas no lloran.

Los flashes de aquella pequeña conversación, fueron lo suficientemente claras para desbloquear un fragmento de mi niñez.

—¿Ni siquiera de felicidad?

—¿Y por qué estás feliz?

—Porque estás conmigo... Adrien.

—Siempre lo he estado y siempre lo estaré.

Y entonces abrí mis ojos... no era real. Él ya se había ido y yo no podría hacer nada, ni siquiera pude acabar con mi vida, ¿cómo sería capaz de devolvérsela?

—Tranquila... no te dejaré sola.

Su voz torturó mi mente otra vez. Sabía que no era él realmente, pero quería pensar que una parte si. Sólo era un fantasma que creaba mi subconsciente como consuelo, porque quien estaba entre mis brazos lo conocí lo suficiente estas semanas, para saber a ciencia cierta que me diría que: estaba loca por estar alucinando con su persona y que lo más probable fuese que tragué demasiada agua del río.

Lo Mismo Que Tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora