El tic tac del reloj de pared era lo único que sonaba en toda mi casa. Adrien se mantenía en silencio delante de mí y eso no hacía más que perturbarme. Estábamos sentados en los taburetes de mi cocina, sus brazos reposaban sobre el mesón, entrelazando armoniosamente sus dedos.
¿Está molesto?, ¿está incómodo?, ¿se siente triste?
No podía dejar de mirarlo. Mi mente sólo divagaba en su rostro, tan angelical y tan despiadado cuando se lo proponía.
Me encantaba como el verde de sus ojos entonaba a la perfección con su cabello rubio, el cual, en este momento, estaba desordenado y no como todos los días que nos vimos en el puente.
No llevaba aquel traje de oficina, ahora vestía una chaqueta de cuero café, la cual, sin duda, le favorecía bastante.
¿Por qué lo estoy mirando tanto?
—Yo...
—Lo siento. —habló por fin y centré toda mi atención en lo que decía. —de verdad, lo siento.
—¿Por qué? —musité sintiendo la tristeza aparecer otra vez en mi corazón. Era una sensación tan gélida, casi podía comprarla con el agua del río en el momento que caí por el puente.
—Por todo lo que pasó... — presionó sus puños sobre la mesa y no quitó su mirada de la misma. — por tus padres.
—No fue tu culpa.
—Si lo fue. Estaba bebido y perdí el control del auto. —comenzó a llorar y mi pecho se estrujó. —no pude hacer nada... y... ellos... no puedo dejar de soñar con ese día. No puedo dejar de verlos en mi mente una y otra vez. —cubrió su rostro con ambas manos. —y cuando te vi en el puente... Quizás fue un castigo, quizás fue la forma del universo de mostrarme lo que te hice.
¿Cómo podría liberarlo de esa carga?, ¿cómo podría hacer para que supiera que yo no lo culpaba? De verdad no lo culpaba, en un principio lo odié y no quería saber nada de él, pero eso cambió a medida que los días pasaban y su ausencia se hacía más presente en mí.
Me puse de pie y rodeé la mesa para abrazarlo.
—Escucha... —acaricié su cabeza suavemente, oyendo como los sollozos se hacían cada vez más audibles desde su garganta. —estoy segura que papá y mamá no te culpan. —sonreí derramando lágrimas al mismo tiempo. —Y... Pienso en que a pesar del dolor que sentías, me seguiste cuidando, cada día evitaste que hiciera una locura. Me diste apoyo y contención, como nadie más lo hizo, de una forma un poco extraña. —me permití reír por lo bajo. —pero te mantuviste conmigo.
—Pero...
—Te perdono, Adrien. —susurré mordiendo mi labio inferior para dejar de llorar. —Si eso te hace sentir un poco mejor, quiero que sepas que te perdono.
"El perdón es el acto de amor más difícil que alguien puede hacer, pero no es imposible.
Quizás las cosas no vuelvan a ser las mismas, pero puedes seguir con tu vida porque te amas a ti misma.Pd: Lecciones de vida para nuestra pequeña Marinette.
Sr. y Sra. Dupain-Cheng."
A pesar de que mis padres ya no estaban conmigo, me seguían ayudando como siempre lo hicieron en vida.
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Lo Mismo Que Tú...
Short StoryLa vida de dos personas se cruzó en el momento preciso. La soledad puede ser muy mala consejera al momento de tomar una decisión con respecto a nuestro futuro. Ambos anhelan lo que tuvieron alguna vez, pero... ¿podrán conseguirlo nuevamente? Quizás...