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Jungkook estaba harto de los gritos en aquella sala.

Estaban presionando demasiado al pobre chico para que se casara con la rubia.

Lalisa Manoban. Ya claro, él se moría de ganas por aquella chica.

Debía admitir que estaba algo nervioso pues siempre fue alguien introvertido y no tenía amigos en el pueblo además de ser el tipo de chico que complacía a sus padres en absolutamente todo.

Lamebotas llegaba a escuchar, mas no le daba mucha importancia.

—De nuevo — suspiró y tomó la copa vacía.

Y ahí iba otra vez, los nervios se lo devoraban y sus manos temblaban, las palabras cambiaban de lugar y las frases quedaban distorsionadas al salir de sus labios.

Se sintió tan mal consigo mismo al ver como la llama de la vela que anteriormente tenía en manos, quemaba lentamente el tull del vestido de la señora Manoban y los gritos de los demás lo aturdieron.

Se acobardó y aprovechó el momento para salir del lugar y perderse en la oscuridad de la noche, oyendo a Lalisa llamarlo desde lejos.

La chica insistía en que su almas estaban unidas.

Jungkook quería saber el por qué del compromiso. Era simplemente estúpido, pero aún así tenía que hacerlo.

Todo de acuerdo al plan.

Miró el anillo en su mano y luego a su alrededor. Estaba consciente de que caminó hacia el bosque y que podría seguir haciéndolo, e incluso desaparecer y morir de frío en la helada noche de invierno si quería.

Se sentó sobre un tronco que había caído por ahí y llevó sus manos a su rostro, estresado.

¿Qué le costaba decir los votos y cumplir con sus padre? ¿Acaso era algo difícil? Después de todo, él no creía en el amor a primera vista como profesaba su prometida. Entonces, ¿por qué era tan difícil?

Observó una raíz que yacía en la tierra cubierta de nieve y luego el anillo. Rió al imaginarse recreando tal escena, pero calló al darse cuenta de que, si lo lograba, ya nada le costaría hacer su parte.

Suspiró y sostuvo en anillo entre sus dedos, pensando en lo estúpido del asunto.

—Con esta mano, yo sostendré tus anhelos — inició —. Tu copa nunca estará vacía porque yo seré tu vino.

Se levantó y con su mano izquierda rompió una rama que se elevaba a su lado.

—Con esta vela, alumbraré tu camino en la oscuridad — dijo elevando la rama —. Y con este anillo — murmuró arrodillándose frente a la raíz, viendo el brillo de la luna sobre el anillo de oro —. Te pido que seas...mía.

Vió como la pequeña argolla se deslizaba por la raíz y sonrío orgulloso, pues, finalmente, recordó los votos y los dijo bien.

Volvió a mirar la raíz y su sonrisa desapareció al ver como ésta se movía. Para él todo fue muy rápido y no se dió cuenta de lo que pasaba hasta que lo escuchó.

—Acepto.

Y se desmayó.

Corpse Brigde  [Ggukmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora