| f i n a l |

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El desconcierto pronto abandonó a Jungkook y tiró de Jimin tras suyo. La sonrisa socarrona del desagradable hombre le provocaba un horrible dolor de estómago.

Ese imbécil no debía estar sino destruido y olvidado.

Park Yugyeom.

—Y mira nada más a quien tenemos a tu lado, Jeon Jungkook, el muchacho desaparecido — la tensión aumentaba en todo el salón, pero nadie haría nada más que salir de allí y lo sabían.

Jimin sintió su pecho oprimirse y la ira burbujeante subir con tan solo ver al hombre avanzar.

Park Yugyeom arruinó toda su maldita vida, de ninguna manera iba a arruinar su muerte.

Bien, eso sonaba mejor en mi cabeza.

—¿Tan rápido te olvidas del amor de tu vida, Jungkook? — silbó con burla, viendo de reojo a aquellos que aún no salían.

Y vaya que eran muchos.

—Vete de aquí, no eres bienvenido en este lugar —bramó Jeon, pegando a Jimin a su espalda.

Bien, el hombre era ciertamente aterrador y le daba algo de miedo, pero no dejaría que le estropease su día.

Aunque claro, no vió venir que él le quitase a Yesung su espada e intentara apuñalarlo.

—¡Jungkook!

La gente comenzó a huir despavorida del lugar, entre gritos e insultos, asustados y viendo como se desarrollaba aquella pelea mientras se alejaban.

El pelinegro retrocedía y pasaba por debajo de cada banco intentando evitar que Yugyeom lo apuñale con la maldita espada.

—¡Jungkook, toma! — elevó su mano y terminó viendo de manera perdida a Hyejin cuando esta le lanzó un tenedor. —¡Es lo único que tenía a mano!

Park lo atacó nuevamente, el filo de su arma quedando atrapada entre uno de los dientes del tenedor. Rápidamente, lo sacó y entre esquivar y atrapar el filo, Jungkook no se había fijado en la chica rubia acercándose lentamente.

Yugyeom aprovechó el momento y tiró el tenedor de sus manos, estirando a la pobre rubia que se había acercado demasiado y que ahora temblaba bajo su tacto al tener una maldita presión filosa y mortal aplastando contra su cuello.

Jungkook miró con pena a la rubia. No la amaba, tampoco le caía de maravillas, pero ella aún era joven y tenía mucho por vivir.

—Suéltala — dijo sin pensar.

Una patada en el estómago bastó para tirarlo abajo.

El mundo se detuvo ante sus ojos; Yugyeom elevó el arma blanca y el filo de esta se acercaba peligrosamente a él.

El tiempo paro en su cabeza y los recuerdos comenzaron a reproducirse en su cabeza; su niñez bloqueada, su adolescencia gris y su joven adultez junto al hombre peliazul.

Su niño de ojos azules. No lo vería de nuevo.

Cerró los ojos y se resignó a esperar.

Jimin fue lo mejor que le había pasado, lo amaría cada segundo que le quedase y esperaba renacer en una próxima vida para conocer a Jimin nuevamente y poder llevar a cabo una relación.

Jamás sintió el filo.

Jamás sintió su carne ser perforada.

Abrió sus ojos y frente a él vió a su salvador.

Jeon Jimin.

El peliazul tomó el mango y sacó la espada de un solo tirón bajo la asombrada mirada de Park Yugyeom, su ex esposo y asesino.

—Jimin, yo... No, ¿Cómo?

—El tiempo pasa, Park. Siempre hay una repercusión por todo aquello que haces — susurró, pero aún así Park lo escuchó.

—La última vez que te ví, tú estabas...

—Muerto — rió sin gracia, apuntado el borde del arma blanca a su ex marido; el hombre que lo había mirado con tanto amor y cariño. El mismo que lo escuchaba y acariciaba su cabeza en las noches, que lo admiraba en silencio y lo tocaba con delicadeza.

El mismo hombre que lo mató por dinero.

—Sí, tú me mataste — se acercó con una sonrisa en los labios y una idea en la cabeza. —Sería un honor devolverte el favor.

Lo apuñalaría. Lo haría de no ser por la mano de su esposo y su mirada suplicante.

La rubia se había escapado y ocultado detrás de Jeon, quien miraba la escena con sentimientos encontrados.

Aquel hombre no merecía ni vivir, ni morir. Debía dejar de existir o simplemente jamás haberlo hecho.

Con burla, Park ocultó su resignación y caminó hacia el altar bajo la desconcertada mirada de tres personas. Sonrió y tomó la copa de vino entre sus manos.

Jimin tembló.

—Brindemos por ti, mi queridísimo Jimin. El novio.

Vió como el hombre pasaba el veneno por su garganta, y segundos después, caía al suelo, tosiendo y tomando un color azul.

Entonces, el peliazul miró a Jungkook y Lalisa y sonrió dolido.

Tal vez esto no era lo que debía hacer.

—Nosotros nos encargamos — oyó decir a Hyejin a la distancia mientras arrastraba a Yugyeom y desaparecía de su vista.

Jungkook tenía tan solo veintitrés, ¿Qué derecho tenía él a quitarle su vida por el simple deseo de amar y ser amado? Kook era joven y hermoso, igualmente la rubia.

Tal vez, por una vez en su vida, debía dejar de ser egoísta y soltar a Jeon, después de todo, en el fondo sabía que este no lo amaba.

Sin pensarlo, tomó las manos de ambos y las unió.

Jeon se sintió confundido y Lalisa miró expectante.

—Tenía veinte. Me habían robado mis sueños — susurró dejando las lágrimas caer libremente. Si iba a ser la última vez que llorase, entonces se lo permitiría. —Y ahora, yo se los estoy robando a alguien más. Jeon Jungkook, te amo, pero tú no fuiste, eres, ni serás mío — expresó intentando ocultar la carga de sus palabras.

—Jimin, hice una promesa...

—Y cumpliste tu promesa, me liberarse y ahora yo haré lo mismo por ti.

Nunca algo le había dolido tanto. Ver como aquel hombre se quitaba el anillo y se lo ponía a Lisa para luego entregarle su ramo lo estaba matando.

Verlo irse por el gran portal de la iglesia le dolió.

Y verlo desaparecer mientras lo miraba expectante acabó con él.

El peliazul se había ido como una hermosa mariposa azul en su alma.

Ya no existía un Jeon Jimin.

Ya no existía un "juntos por siempre"

No había futuro para esos dos.

Porque los vivos no se casan con los muertos y las promesas no siempre se cumplen.

Porque Incluso el amor tiene fecha de vencimiento.

Fin.

Corpse Brigde  [Ggukmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora