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Jimin siguió a Jungkook hasta afuera del lugar, pero no lo encontró. Frustrado, comenzó a llamar al chico sin resultado aparente.

—¡Jungkook! ¡Cariño! — llamó el peliazul con una notable preocupación en su voz.

El castaño, entre asustado y sorprendido, echó un vistazo hacia atrás, chillando al ver un montón de manos en barriles apuntándolo acosadoras y a su esposo sonriendo tiernamente hacia él mientras se acercaba a pasos rápidos.

Volvió a correr ignorando completamente al chico detrás suyo y concentrado en buscar un maldito escondite para ocultarse.

—Con permiso — le dijo un hombre de apariencia refinada. Se movió a la izquierda y el hombre lo hizo igualmente, manteniendo ese patrón por un rato hasta que separó su cuerpo en dos, arrancando un grito del alma al pobre de Jungkook.

¡Con permiso!

Se encontró en un pasillo plagado de ataúdes vacíos y, sin vacilar, se metió a uno de ellos. Cruzando los brazos sobre su pecho, aparentando una serenidad que no tenía, aguantó la respiración al oír pasos.

¡Kookie! ¿Kookie, dónde estás?.

Asomó su cabeza y salió del polvoriento cajón de madera mirando en dirección a la que el peliazul –que se denominaba como su marido–, iba, pasando por alto su presencia.

Patrañas, los vivos no se casan con muertos recordó las palabras dichas por el sacerdote ante la pregunta de Lisa.

Sí, claro.

—¿De quién estás huyendo? — pegó un salto al ver a una viuda negra hablando con él.

Hablándole a él.

Se iba a volver loco si es que ya no lo estaba.

La apartó y volvió a perderse en la inmensidad de pasillos y casas de aquel extraño lugar.

—¡Oh, qué grosero! — Jimin se volteó automáticamente hacia la araña y luego miró el pasillo —. ¡Se fue por allá! — gritó la araña apuntando con una de largas y finas patas al callejón derecho.

—¡Gracias! — chilló Park decidido en ir en busca de su marido y hablar de los votos.

Mientras que el adorable peliazul conocía todos los pasillos y callejones del lugar, Jungkook batallaba por no perderse en el enorme laberinto de puertas y rejas, ataúdes e insectos.

Se vió obligado a trepar una muralla al no tener más camino que recorrer. Tomó una bocanada de aire y comenzó a escalar piedra por piedra.

El moho y la humedad le dificultaban el trabajo de escalar, pues todo era tan resbaladizo que un movimiento en falso podría matarlo.

—¡Jungkook!

El grito del chico lo distrajo por completo; su mano izquierda dejó de aferrarse y la caída se vió extremadamente próxima, pero una mano lo sostuvo y tiró de él hasta el balcón que aparentemente estaba ahí y no vió.

—Debiste usar las escaleras, tontito — susurró Jimin riendo.

Corpse Brigde  [Ggukmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora