22. ¿No le tienes miedo, cierto?

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Por el extenso y frondoso bosque de la frontera norte del territorio de Hell se escuchaban los aullidos, el crujido de las hojas, las fuertes patas de los lobos queriendo encontrarse con la muerte según Cole, porque eso iba a darles. Una muerte rápida, e indolora, pero si regresaban los dejaría irse, si se atrevían a cruzar más allá les daría una muerte lenta y dolorosa.

Los lobos comenzaron a disminuir su velocidad al oler el aroma nauseabundo y crudo de la muerte en el aire. Sus corazones comenzaron a latir con fuerza, la adrenalina recorriendo por sus venas y sus sentidos les gritaban que abandonaran el lugar. Sería tonto e imprudente aproximarse al territorio. ¿Con la intención de que? ¿Vengar la muerte de una jauría de su propia manada? Si, ese era el código.

La manada que había pasado en su territorio había despedazado a varios miembros de su manada. Pero no era cualquier manada, era Hell, y su Alpha maldito. Esta vez se dirigían a su territorio, ¿Con la esperanza de que? ¿Hacer daño? ¿No morir? Cualquiera diría que esas eran puras fantasías, porque no. Nadie saldría vivo de ese horrible y oscuro lugar, de ese territorio "maldito".

La mayoría disminuyó su velocidad al olfatear el aire, tóxico, peligro, y muerte a eso olía el Alpha de Hell, ese que las leyendas decían estaba maldito. La realidad les golpeó cuando lo vieron frente a ellos, tan amenazante como la oscuridad en una noche fría llena de tinieblas.

Quienes escucharon a sus lobos y sus instintos echaron a correr de regreso al territorio propio de su manada. Ellos fueron sabios, merecían vivir porque habían visto a la muerte a los ojos, y habían logrado esquivar la muerte, aunque tuviera un nombre y apellido.

El resto que al evitar escuchar a sus instintos perdieron su vida por su soberbia, por no escuchar a sus lobos gritar que escaparan, por no escuchar la maldición que la diosa Luna había puesto en el que arrancaría su corazón y si tenían suerte morirían rápido.

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— ¿Crees que se ve mejor así? — Decía Tawny muy entusiasmada con las sábanas de seda, y unas cuantas que parecía algo como terciopelo, pero la verdad es que ella no tenía ni idea, sin embargo le entusiasmaba mucho crear su propio nido.

Tenía la esperanza que ya que su Alpha le había obsequiado las telas y muchos cojines con diseños muy hermosos bordados a mano, suponía que él no se enojaría en que lugar de la gran habitación haría su nido.

— No lo sé. — En realidad Alana estaba en su mundo, le preocupaba que Jared no regresará a salvo.

— Puedes estar tranquila Alana. Mi Alpha regresará a salvo y no dejará que toquen a los suyos. —

— ¿Cómo estás tan segura? — Le preguntó Alana al ver la extraña confianza que la Omega tenía.

— Sin ofender Alana, pero si te quedas tienes que saber que el Alpha de la que será tu manada no es cualquier Alpha. — Su amiga seguía sin entender.

— ¿Porque está maldito? —

— Puede estar maldito, pero es él más fuerte. — Asintió Tawny.

— Siendo Omega no dejaría que un Alpha que no me merece me someta. — Ella era consciente de su condición como Omega, obedecer estaba en su instinto, pero Tawny era muy segura de sí misma, había nacido y crecido entre servidores, pero no quería decir que su destino fuera ese, su destino había sido ser la Luna de Hell.

No se sometió a él porque fuera un Alpha podría haber sido un beta e igual estaría con él. Lo hizo porque sabía que su Omega no merecía menos, un Alpha como Cole valía mucho para Tawny. Un líder por naturaleza. Uno que prefirió llevar la maldición él antes que su manada, aún a su corta edad.

— ¿No le tienes miedo, cierto? — Tawny sonrió.

¿Por qué Tawny era la única que no le temía a su Alpha? ¿Por qué sabía controlarlo? ¿Por qué se había enamorado de él? La razón era simple, ella no era una sencilla omega, ella había nacido para ser presumida, lo notabas al ver su belleza y su noble corazón. Había nacido para desafiar a la misma diosa Luna y embarazarse de ese Alpha maldito, su Alpha.

Se enamoró de su Alpha porque lo conocía de antes, porque era el Alpha que había muerto en su manada y volvió a la vida, porque se sacrificó por su manada, y aunque él no lo dijera su manada era lo que más le importaba.

Sabía que tenía que estar con él porque todos esperaban algo malo de él y por lo tanto a parte de respeto no conseguía más que miedo y temor.

Su omega se rindió ante él al verlo a los ojos luego de su transformación a voluntad, supo que si bien él era la muerte, ella podría ofrecerle una vida.

— No. No le tengo miedo. — Negó Tawny con una sonrisa.

— ¿Crees que no te haría daño? — Ella rió.

— Daño físico, si. La primera vez que me anudo accidentalmente. — Rió quitando una sabana y poniendo otra por que su nido se veía extraño y casi incompleto.

— Porque no me sorprende. — Rió Alana, ya un poco más relajada y menos asustada porque Jared saliera lastimado, le rogaba a la diosa luna que alejara la muerte de él.

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— Así que pueden ir y regar la voz. El que intente entrar en Hell va a terminar así. — Habló fuerte. El Alpha volteo a ver los nuevos cuerpos empalados cerca de las fronteras. Las estacas escurriendo sangre entre las pequeñas fisuras, la sangre tiñendo la tierra y las plantas en el suelo. El hedor en el aire, no olía a miedo, sino a terror y resignación. Olía a que el lado humano de muchos lobos había muerto hace mucho, y Cole no tenía un lado humano.

— ¿Los dejará ir? — Varios tenían muchos huesos rotos, un par de extremidades amputadas. Y Jared estaba confuso. Cole nunca dejaba escapar a nadie.

— ¿Qué? Claro que no. — Negó obvio Cole. Jared se hubiera reído, pero sabía que solo recibiría un buen golpe.

— ¿Cómo piensa dejar que rieguen la voz? — Cole rodó los ojos y lo vio mal.

— Nadie regará la voz. El viento llevara la noticia. — Sabía que otro par de lobos habían escapado, sabía que lo escucharan, no importaba si su sangre estuviera maldita, la tierra y la naturaleza lo escuchaban.

Así era, nadie de los soberbios que se habían quedado a querer burlar la muerte, ninguno había sobrevivido. Y era una suerte para muchos que Tawny estuviera embarazada. Porque Cole hubiera sacado todas las tácticas que tenían planeadas y demás a los gritos, por medio de torturas en la mansión, pero su Omega estaba sensible y él lo entendía. Respetaba eso y no iba a incomodarla.

— Pueden irse. — En realidad estaba despachando al resto de Alphas de su manada. Los que se habían osado a entrar a su territorio con la estúpida idea de hacer daño estaban muertos, y los que seguían con vida pronto lo estarían. 

Hell ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora