25. Lo mío es tuyo.

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— ¿Segura? —

— Si. — Decía con calma caminando a la cocina, y sirviéndose un par de tartaletas.

— ¿Porque querías que tu cabaña fuera arreglada otra vez? — Ella observó de reojo a su alrededor y al final del otro pasillo vio mal a Jared.

— No veas a Jared así. — Le llamó la atención, porque Jared en realidad era quién le dijo al Alpha de las acciones de su omega.

— No quiero tener un nido en tu habitación. —

— ¿Por qué? —

— Tú no quieres a mis cachorros. —

— No cuando te ponen a ti en peligro. —

— Por eso mismo no se siente un nido para mi. —

— ¿Segura? ¿Quieres que te dé otra habitación del castillo? —

— No. No se siente mío. — Negó ella.

— Es mi culpa. — Él sabía que la razón por la que su Omega no había hecho un nido del todo era porque él no había aceptado del todo el embarazo.

— No es eso. — Decía Tawny excusándose.

— Estás estresada. — Él lo sabía.

— Un poco. — Él hizo algo que relajó a su dulce y pequeña Omega de inmediato, se agachó a besar su vientre.

Ahora era notable, pero esa curva se veía preciosa en su cuerpo, la apariencia de su Omega con ese embarazo había mejorado su piel estaba brillante sus mejillas más rosas y abultadas, había engordado y se miraba preciosa. El miedo del Alpha todavía estaba latente ahí. Pero sin embargo él siempre la amaba, así le hubiera gustado no embarazarla.

— Te amo. Lo mío es tuyo. — Admitió él. — Te marqué y te hice mía, no porque yo quería ser feliz, sino porque era lo correcto. No porque te merezca, sino porque así tenía que ser. Porque quería hacerte feliz, a pesar que no funcionará muy bien al principio. — Dijo sincero.

— Tú eres mi prioridad, y estoy haciendo un mal trabajo como tú Alpha al no darte toda la comodidad que mereces como para hacer de este lugar por completo tu hogar. ¿Quieres que haga algo? Pídemelo. ¿Algo te molesta? Se sincera conmigo. Pero dame la oportunidad para hacer bien las cosas. —

Eso le agradaba de su Alpha, podría estar maldito, pero incluso él le daba su lugar. Incluso él sabía agachar la cabeza por ella.

— Quiero que aceptes a mis cachorros. — Él sonrió de lado, sabía que algo así le pediría.

— ¿Me ves como una amenaza para nuestros cachorros? —

— No lo sé. — Murmuró.

— No les haría daño, si de eso tienes miedo. No les haría daño porque son parte de ti. ¿De acuerdo? — Volvió a besar su vientre y besó su frente también.

La abrazó contra su cuerpo, y con una de sus manos llevó una tartaleta a la boca de su pequeña omega. Ella la aceptó un poco más relajada con su aroma alrededor.

— Gracias. Es bueno saberlo. — Comió con calma el par de tartaletas entre los brazos cómodos y seguros de su Alpha.

— ¿Puedo saber algo? — Ella frunció el ceño terminando de comer, lavándose las manos, asintió de inmediato.

— Si. ¿Qué cosa? —

— ¿Quién y cómo te hizo molestar? — Ella sonrió de lado.

— Fue un... Beta femenina. — Remarcó.

— Femenino o Masculino todos pagan por igual aquí. — Murmuró su Alpha.

— Sólo un pequeño comentario. —

— Podríamos cortarle la lengua para que no vuelva a hacerte enojar. — Dijo su Alpha, ofreciéndole silenciosamente la vida de la persona que la había hecho enojar. Ella río.

— Relájate Mi Alpha. Sólo son las hormonas de mi embarazo las que me hacen molestarme con facilidad. —

— ¿Segura? Puedo hacer que se arrodille y te pida perdón. — Tawny río.

— ¿Por qué no me ayudas a bajar el estrés? — Besó la barbilla de su Alpha de manera coqueta.

— Porque te prohibieron movimientos bruscos. — Ella río.

— Podemos hacerlo lento. — Pidió de manera coqueta. Él volvió a negar.

— La otra vez casi caigo. ¿Crees que no te conozco? — Sabía que su Omega era testaruda.

— Alpha. Por favor. — Su vientre bajo dolería si su Alpha no la ayudaba.

— No es eso. Mira yo... —

— ¿No te gusto por el embarazo? —

Esos ojos brillosos y sus feromonas fueron suficiente para que el poco autocontrol que tenía el Alpha de su propio instinto cediera un poco.

— Te ves preciosa, pero tú salud. Y los cachorros... — Sus labios fueron atrapados por los de su omega, su aroma y feromonas lo estaban volviendo loco. — Tawny. — Gruño molesto, porque iba a perder el control en la isla de la cocina.

— Subamos. — Mordió sus labios, queriendo devorarla y aunque ella parecía necia queriendo controlar a su Alpha, con una mordida en la clavícula la hizo temblar de excitación, sus sentidos se adormecieron y su Omega parecía estar muy dispuesta a que su Alpha se satisfaciera todo lo que quisiera con ella.

— Alpha. — Murmuró, estaba al tanto de que su cordura era poca con él cerca. — Por favor. —

— Vamos primero a la habitación, ahí lo decidiré. — Dijo su Alpha con su voz ronca. Y ella asintió, siendo llevada por su Alpha porque poco sentía las piernas.

Hell ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora