Campbell tenía razón cuando dijo que la puerta no se abriría hasta la hora de la cena. Pero es que ni siquiera vio a nadie pasar por delante de su celda. Se había asomado varias veces para intentar ver algo a través del cristal, pero solo conseguía ver a dos guardias armados hasta los dientes custodiando la puerta.
Cuando llegó la hora de la cena, una pequeña rendija se abrió por debajo y empujaron una bandeja con la comida. Ethan se acercó y la miró desde arriba. No era mucho más apetecible que la de aquella mañana, pero no había comido nada en todo el día, y estaba tan aburrido que pensó en que aquello le entretendría por un rato.
La comida no era nada del otro mundo, se podía comer, pero no sería recordada como la mejor de su vida. Al terminar, volvió a la puerta con la bandeja y los platos completamente vacíos y tocó un par de veces la puerta para avisar a los guardias.
–Ya he terminado.– Dijo y la rendija del suelo se abrió para que pasara la bandeja por debajo. Una vez hecho, la rendija se cerró dejándole encerrado por completo de nuevo.– Buenas noches a vosotros también, chicos.
Cuando se metió a la cama, las luces se apagaron como si supieran que ya se iba a dormir. Cuando se quedó tumbado se dio cuenta de que no le gustaba estar solo. Nunca se había dado cuenta de que nunca dormía solo. Sasha dormía con él desde que eran un niño y un cachorro, luego pasó un par de noches con Terence y luego con todos los demás. Nunca había dormido realmente solo y ahora que lo estaba no le gustaba.
Supo que había llegado el día siguiente cuando se encendieron las luces y el desayuno entró por debajo de la puerta. Había dormido fatal y no le apetecía desayunar, por eso, cuando entraron a por él, seguía con la bandeja casi llena.
De repente, aparecieron un montón de guardias y gente con batas de laboratorio a través de su cristal. Le entró un poco el agobio al ver a tanta gente y aún más cuando entraron para sacarle a la fuerza. Dos guardias le cogieron de los brazos y le obligaron a andar a un ritmo que, más que andar, le arrastraban.
Terminaron en una sala de laboratorio enorme con una camilla en el centro.
–¿Vas a colaborar?– Dijo Hugo entrando en la sala.
–Si, claro. Y luego te hago una tarta. ¿De qué sabor la quieres?– Sonrió.
–Idiota...
–Sabor idiota. ¿Con canela?
–¿Podrías hablar sin tu nivel habitual de sarcasmo, por favor?
–No lo sé. ¿Podrías hacer preguntas sin tu nivel habitual de estupidez?
–Eh.– Dijo Vera entrando también.– Dejadlo ya.
Hugo se fue a una mesa de laboratorio y empezó a hablar con los hombres que había allí mientras Vera se acercaba a Ethan, que seguía con los brazos cruzados frente a la camilla.
–Pero si es Judas.– Dijo cuando ella llegó hasta él.
–No quiero discutir.
–No habernos traicionado.
–Ethan, esta gente no está aquí para perder el tiempo. Eres nuestra última esperanza de que esto salga bien.
–Y una mierda.
–Oye, no quiero que te hagan daño.– Le puso una mano en el hombro.– Por favor, haz lo que dicen.
Ethan quería gritarle que se fuera a la mierda y salir corriendo, pero en vez de eso, se sentó en la camilla y después se tumbó.
–Tengo... que ponerte las correas.– Dijo cogiendo una de las manos de Ethan y llevándola hasta el reposabrazos para atarle la muñeca.
–¿Va a doler mucho?
–Depende.
–¿De qué?
–De ti.– Le miró y después fue a atarle la otra muñeca.– Pero puedo quedarme aquí contigo. Tu puedes cogerme de la mano y apretarme si te duele mu...
–Preferiría que te fueras.– La interrumpió apartando la mirada de ella y fijándola en el techo.
–Ethan, lo siento...
–Vera.– Le interrumpieron.– Vamos a empezar.
–Vale...
Vera se alejó hasta donde estaba su hermano mientras otros científicos se acercaban a Ethan para ponerle unos cables en las sienes, el cuello y en los brazos.
–¿Preparado?– Le preguntó uno de los hombres tras terminar de ponerle los cables, él no contestó, cerró los ojos y apretó los puños.– Si, está preparado.
Hugo dio la señal y los científicos empezaron el proceso. Ethan abrió los ojos completamente transformados cuando sintió corrientes eléctricas meterse en su cabeza como millones de agujas mientras su respiración se volvía jadeante. Empezó a gritar al sentir las mismas corrientes subir por sus brazos y por el cuello. Agarró los reposabrazos con toda la fuerza que tenía en las manos intentando calmarse para curarse a si mismo el daño que estaban haciéndole, pero no podía parar.
–¿Esta funcionando?– Preguntó Hugo al rato.
–¿Con qué porcentaje llegó?
–65%.– Aclaró Vera.
–Entonces si. Ha subido a 67%.
–¿Qué? Llevamos aquí una hora escuchándole gritar... ¿sólo para esa mierda?– Preguntó Hugo.
–Este método no es tan rápido como el natural.
–¡Aarrgg! ¿No podemos ir más rápido?
–Hugo, ¿es que acaso no le oyes?– Dijo Vera.– Si sufre así, no podemos acelerar el proceso.
–Pues que al menos, que deje de gritar.
El líder de los científicos detuvieron las máquinas e Ethan se sintió como si hubiera alcanzado el cielo. Dejó de gritar e intentó relajarse hasta que de repente, Hugo apareció a su lado y le puso un palo de madera entre los dientes.
–Si te duele, muerde, pero no grites.– Ethan se enfadó tanto con aquello que escupió el palo.
–¿Por qué me tengo que callar si nací gritando?– Dijo con rabia.– Jódete.
–Muy bien. En ese caso, que disfrutes tu sufrimiento.– Dijo antes de salir de la sala y justo después volvieron a las descargas.
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100%
Science FictionSe dice que los humanos solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Mucha gente se preguntaría como sería usar el 100%, pero Ethan Monroe no, y eso bastaba para desarrollar su cerebro hasta niveles inimaginables.