Los guardias llevaron a Ethan por pasillos largos sin que apenas le dieran un segundo para coger aire. Había subido y bajado tantas escaleras que había perdido la cuenta de si estaban en una planta superior o varios metros bajo tierra.
Terminaron llegando a un pasillo donde había una especie habitación enorme y blanca al otro lado de un cristal. Abrieron la puerta de acero y después le dijeron que entrara, la puerta tenía como mínimo diez centímetros de grosor, al igual que el cristal. Una vez dentro, le quitaron las esposas y le dejaron solo.
Ethan se frotó las muñecas cuando cerraron la puerta a la vez que daba una vuelta sobre si mismo para observarlo todo mejor.
–Tienes ropa y calzado encima de la cama. Póntelo.– Escuchó que le decía un guardia a través de una pequeña rendija de la puerta.
En la cama simplemente había unos pantalones de chándal, una camiseta gris y un par de zapatillas blancas. Se acercó hasta ella, se sentó al lado de la ropa y se miró los pies. Le habían hecho caminar por toda la base descalzo, cosa que le parecía humillante, y doloroso. Había pisado cosas que le habían hecho pequeñas heridas que ahora le sangraban. Odiaba sangrar. Sobre todo cuando sangraba por la boca, el sabor a hierro de la sangre le parecía asqueroso.
Pensó en si podría controlar su sangre. Sentía todas y cada una de las venas de su cuerpo y como fluía la sangre con ellas, así que decidió intentarlo. En cuestión de segundos, el fino hilo de sangre que le caía por la planta del pie subió hasta desaparecer y la herida se cerró.
–Eso está bien.– Dijo aún mirándose los pies y después se puso la ropa.
Llevaba toda la mañana allí metido y nadie se había acercado ni siquiera a llevarle el desayuno. Había intentado abrir, derretir y congelar la puerta varias veces, pero sus "poderes" no funcionaban. Puede que fuera porque estaba muerto de miedo por todo lo que podían hacerle. Pero el miedo había desaparecido hace horas y se había convertido en aburrimiento.
Y respecto a Vera, no sabía que pensar. Sabía que Terence no se fiaba ni un pelo de ella, y ahora resulta que hacia bien en no fiarse, pero él estaba hecho un lío. Quería seguir confiando en ella, pero entonces recordaba que le había mentido desde el primer segundo en que se conocieron y le entraron ganas de gritar.
No tenía reloj, pero calculaba que era la hora de la comida. Bueno, básicamente lo supo por qué se abrió la puerta. El que supuso que era el padre de Vera y de su hermano, Hugo, entró con una bandeja de comida. Él estaba tumbado en la cama, así que cuando le vio, se incorporó y se sentó con las piernas cruzadas.
–Hola, Ethan. Creo que no nos han presentado formalmente, soy Gerard Campbell. ¿Tienes hambre?– Dijo sentándose frente a él e Ethan miró la bandeja de comida. Un plato de lo que parecía puré de verduras, y filetes de pollo empanados.
–Si tengo que comer esto, entonces no.– Se cruzó de brazos.
–No voy a ponerte una cocinera personal.
–Oh, en ese caso...– Ethan cogió la bandeja y la estrelló contra el cristal.
–No deberías haber hecho eso.
–Lo dice el hombre que me ha secuestrado junto con mis amigos y me ha encerrado.– Hizo una pausa.– ¿Están bien?
–Lo están. Y lo seguirán estando si colaboras con nosotros.
–¿Qué es lo que quiere?
–Tu cerebro es capaz de cosas que ni te imaginas. Si conseguimos elevar esa capacidad al máximo en ti con nuestras técnicas, podremos hacer lo mismo en otras personas.
–Es peligroso experimentar con eso. Me han contado que no siempre sale bien.
–Por eso tienes que poner de tu parte para que seas la excepción. ¿Qué me dices? ¿Trabajamos juntos?
–Usted quiere utilizar mi cerebro para fines propios. Y aunque ahora mismo estuviera amenazando con quitarme la vida, nunca colaboraría con usted. Nunca.
–Muy bien.– Dijo levantándose.– Mañana vamos a empezar a trabajar en tu cabeza con tu ayuda o sin ella. Has desperdiciado tu comida, así que esa puerta no volverá a abrirse hasta la hora de la cena. Que descanses.– Sonrió y después se marchó dejando a Ethan solo de nuevo.
Campbell se marchó a la vez que unos hombres entraron para limpiar la comida que Ethan había tirado, y después le dejaron solo.
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100%
Science FictionSe dice que los humanos solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Mucha gente se preguntaría como sería usar el 100%, pero Ethan Monroe no, y eso bastaba para desarrollar su cerebro hasta niveles inimaginables.