Capítulo 34

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Ethan apenas podía levantar las manos, no digamos levantarse de la cama. Los guardias le dejaron en la cama y se quedó allí intentando recuperarse durante todo el día. Uso toda su fuerza de voluntad para poder incorporarse y ponerse de pie. Lo consiguió minutos antes de la cena. Todo le daba vueltas y le ponía un intenso dolor de cabeza, así que decidió no esforzarse demasiado y ahorrar fuerzas para cuando las necesitase realmente.

Por la mañana siguiente le volvieron a llevar al mismo laboratorio. Todo seguía exactamente igual, solo que él tenía menos fuerzas para resistirse. Pero menos no significaba nada. Vera también seguía allí, a pesar de todas sus indirectas para que se marchara, la chica seguía allí clavada. Hoy llevaba el pelo recogido en una coleta y un jersey gris como si estuviera en su propia casa. Conectaron los cables de nuevo a su cabeza y se preparó para otra mañanita entretenida.

–¿Como lo ves?– Le dijo Hugo a su padre cuando se reunieron a la hora de la comida en su despacho. Le había pedido a su hijo que recogiera los resultados de las pruebas de Ethan y se los llevara para comentarlos juntos.

–Maravilloso.– Dijo con una media sonrisa.– Un 75%.

–Subir tan poco de un día a otro no es maravilloso, papá.

–No. Pero no será un problema.– Sonrió.– ¿Qué prisa tenemos? Tenemos al chico, los demás están bajo control y en Los Ángeles creen que les estamos ayudando.

–¿Y si llaman para ver como está?

–¿A quien van a llamar? ¿A Vera? No dirá nada que nos perjudique.

–No lo sé, papá. No había visto a Vera sufrir así desde nuestro último intento.– Se cruzó de brazos.– ¿Y si hace una tontería?

–Pues cortamos los problemas de raíz.– Le miró serio.– Quiero a mi hija todo lo que puedo, pero prefiero recordarla como una buena soldado a una inesperada traidora.

–Lo que tu digas...– Se dio una vuelta por el despacho de su padre.– ¿Y si el chaval no aguanta?

–Aguantará.

–¿Y si no?– Gerard se quedó callado.

–¿Qué puedes decirme de los otros?

–Nada especial. Todos andan al alrededor de 10%. Ninguno pasa de once.

–Hum. ¿Cuáles son las hormonas de la felicidad, Hugo?

–La endorfina, la dopamina y la serotonina. ¿A qué viene esto?

–¿Sabes? Cuando la gente libera esta clase de hormonas, o se les ofrece la oportunidad de liberarlas, suele aceptar casi cualquier precio. A todos nos gusta estar felices.

–No te sigo papá.

–Entonces siéntate y te lo explicó.– Gerard sonrió.

Al otro lado del complejo, Terence no había parado de intentar abrir la puerta de su celda. A diferencia de la de Ethan, la suya no tenía ninguna ventana ni pared de cristal por la que pudiera ver el exterior. Era toda gris y deprimente, como en una cárcel.

Estaba sentado en la cama intentando pensar en como podía forzar la cerradura cuando la puerta se abrió. Descartó el haber desarrollado poderes mentales cuando vio a los guardias entrar junto con otra persona.

Mika estaba hecha un desastre. Llevaba una camiseta de tirantes gris y el pelo alborotado. Parecía que se hubiera resistido a ir, estaba completamente asustada, pero cuando vio a Terence pareció sentirse mejor.

Él por su parte se levantó como un rayo y corrió a abrazarla, y esta vez, ella no se apartó.

–Como me alegro de verte.– Le susurró él.

–Por una vez, puedo decir que yo también me alegro de verte.

–¿Estás bien?– Dijo poniéndole las manos en las mejillas.– ¿Te han hecho algo?

–No, he sido yo. No creí que fuera a verte y pues... Intenté dejarles cao. Algo que no me ha salido bastante bien.– Mika se mordió el labio y  Terence se rió.

–Dios, eres... eres la mejor.

–¿Te alegras de verla?– Escucharon y al mirar hacia la puerta, vieron a Hugo apoyado en el marco.

–A ti no te importa una mierda.– Dijo intentando ir a por él, pero Mika le detuvo.

–En realidad, si. Traigo una oferta para ambos.

–¿Una oferta?– Gruñó Mika.

–Si os ofrecéis a colaborar con nosotros y ofrecéis vuestros cerebros para poder intentar elevar vuestra capacidad como la de Ethan, os permitiremos estar juntos.

–¿Estás hablando enserio?– Dijo Terence ofendido.

–Si colaboráis a que Ethan se relaje, podrá llegar al 100% y si después dejáis que lo intentemos con vosotros, consideraremos incluso que salgáis de vez en cuando.

–Si crees que voy a ayudarte a torturar a mis amigos, es que no eres tan inteligente como crees.– Hugo suspiró.

–Vale, no pienso insistir más.

Hugo salió de la celda y después otros dos guardias entraron. Ambos sabían que iba a llevarse a Mika, así que Terence la puso detrás de él e intentó que los guardias se alejaran de ella, pero solo consiguió llevarse una pequeña paliza antes de que cogieran a Mika de los brazos y se la llevarán a rastras.

Cuando Terence se dio cuenta de que ya no había nadie tras él, se levantó y salió corriendo hacia la puerta, pero se cerró en sus narices. Gritó un poco de impotencia y después le dio un puñetazo.

–¡Mika!– Gritó a través de ella.– ¡Si puedes oírme, recuerda que te quiero!

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